(834) Cuando supieron que su
casa estaba abierta, fueron a matarlo: "Salió Don Sebastián con siete
caballeros, y, aunque todos eran escogidos, caminaban desmayados, como si
fueran a acometer a un escuadrón, cuando, en realidad, sabían que iban a matar
a un caballero que vivía descuidado. Entraron en su casa, y el primero con
quien toparon fue con Alonso de Castro, teniente del corregidor. Don Sebastián
echó mano a su espada, y, al verlo, Castro dio la vuelta para huir. Uno de los
soldados, llamado Anselmo de Hervias corrió tras él, y, alcanzándole, le dio
una estocada que le pasó de parte a parte. Luego fueron al aposento del general
Pedro de Hinojosa, y, no hallándole en él, ni en los demás aposentos de la casa,
se turbaron malamente los traidores, sospechando que había huido. Uno de los
soldados que se habían quedado en el patio de la casa, fue hasta los corrales,
donde le halló porque había ido por una necesidad natural, y le dijo: 'Salga
vuestra merced, que están aquí fuera el señor Don Sebastián de Castilla y otros
caballeros que vienen a hablarle'. El general salió con una ropa de levantar
que llevaba puesta, y a la salida, se le puso delante un soldado llamado
Gonzalo de Mata y le dijo lo mismo. Llegando Pedro de Hinojosa adonde los
demás, les preguntó qué era lo que querían. Entonces, Don García Tello de Vega
le dio una estocada metiendo la espada hasta la cruz, de lo que cayó al suelo.
Queriendo forcejear para levantarse, le volvieron a derribar con otras
estocadas Antonio de Sepúlveda y Anselmo de Hervias, y él comenzó a dar voces
pidiendo confesión, pero ellos lo dejaron allí dándole por muerto. Pero,
advertidos por Don Garci Tello de que debían asegurarse de que era así, puesto
que les iba mucho en ello, volvió Anselmo de Hervias, y le dio a Pedro de
Hinojosa una grandísima cuchillada por la cara, de la que enseguida acabó
expirando. Después salieron todos a la plaza dando voces diciendo '¡viva el
Rey, que ha muerto el tirano' (que es como en el Perú llamaban a los
traidores), y, acto seguido, saquearon toda la casa, sin dejar cosa
alguna".
Los siete que participaron directamente
con Don Sebastián de Castilla en el asesinato de Pedro de Hinojosa, fueron Antonio
Sepúlveda, Pedro Saucedo, Garci Tello de Vega, Gonzalo Mata, Diego Vergara,
Álvaro Pérez Payán y Anselmo de Hervias, y ninguno de estos siete ha dejado el
más mínimo rastro en el gran archivo PARES, como si intencionadamente se
hubiera borrado todo mención de su existencia, manchada para siempre por su
rebeldía y su vil asesinato. Efectuado el crimen, se sintieron amos y señores
absolutos: "Luego Garci Tello de Vega, con quince compañeros, se
dividieron en dos grupos. Unos fueron a matar a Pablo de Meneses, y otros a
Martín de Robles, de los cuales estaban muy quejosos por las burlas que les
hacían los dos (tras recuperar su amistad después de aclararse el bulo que
habían utilizado para enfrentarlos). Martín de Robles fue avisado por un
indio, criado suyo, y saltó en camisa por los corrales de su casa, escapando
así de la muerte que querían darle. Pablo de Meneses había salido aquella misma
noche de la ciudad enfadado y temeroso de la desvergüenza con que los soldados
anunciaban su tiranía. Se fue a una heredad que tenía cerca, y, tras ser
avisado, huyó rápidamente adonde no pudieran prenderle".
(Imagen) De los tres capitanes conjurados
en esta nueva rebelión, el más retorcido era VASCO GODÍNEZ. De todos ellos
resulta difícil encontrar documentación, salvo los datos que aportan los
cronistas. El gran archivo PARES apenas los menciona, como suele ocurrir con
muchos de los rebeldes que participaron en las guerras civiles, salvo si se
trata de los castigos que recibieron. Godínez estaba muy resentido por no haber
recibido de Pedro de la Gasca ninguna encomienda de indios, quizá porque fue de
los últimos que abandonaron a Gonzalo Pizarro. Y eso que, lo de ser traidor, se
le daba muy bien, pues veremos que él se va a ocupar de que maten a sus dos
actuales compañeros de rebeldía, Don Sebastián de Castilla y Egas de Guzmán,
esperando, con ello, ser premiado por Alonso de Alvarado, representante del
Rey, quien, como los romanos, no pagó al traidor, y lo ejecutó. Como, a veces,
se dan versiones interesadas acerca de la procedencia de algunos
conquistadores, pondré un ejemplo que viene al caso. He visto en una
publicación vasca que, en un artículo, consideran como paisano suyo a Vasco
Godínez, lo cual no es precisamente para enorgullecerse, ya que se trata de un
personaje odioso. Pero queda bendecido por su rebeldía a la Corona (que no fue
política, sino económica), como ocurre con el psicópata Lope de Aguirre. El
autor incluye a Godínez en un grupo de vascos que tuvieron enfrentamientos con
otros españoles por el dominio de las minas de Potosí. Pero tal cosa sucedió
cuando Godínez llevaba muchos años muerto, y, además, se da la circunstancia de
que, aunque vivió en Potosí, no era vasco. Tanto su nombre, Vasco, como su
apellido, Godínez, eran propios de zonas gallegas y portuguesas. Él nació a
escasa distancia de Portugal, en Jerez de los Caballeros (Badajoz), y su primo
Juan de Acosta, gran rebelde, pero, para variar, leal a Gonzalo Pizarro hasta
morir por él (como ya vimos), en la casi colindante Villanueva de Barcarrota
(según se ve en la imagen), donde también vino a este mundo el excepcional
Hernando de Soto, el español que, en solitario, vio por primera vez, cara a
cara, al casi divino Atahualpa, y cuyo cuerpo fue sumergido respetuosamente por
sus hombres en el recién descubierto río Misisipi.
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