(827) El caso es que los dos huidos
produjeron una alarma general: "Fueron alborotando la tierra, diciendo que
Francisco Hernández Girón se había alzado con el Cuzco. Pero, como adelante
veremos, Juan Alonso Palomino se lo pagó bien en el segundo alzamiento, pues Girón
lo mató durante una cena, como adelante diremos; y Jerónimo de Costilla se
libró porque no estuvo en el banquete (ya
lo conté anteriormente). Francisco Hernández Girón llegó a la ciudad de
Lima (remitido por el corregidor del Cuzco, que lo había encarcelado),
se presentó en la Audiencia Real, y los oidores lo apresaron, pero enseguida le
dejaron como cárcel la ciudad entera. Se contentaron con que en aquellos días (sería
a principios de 1553) se casó con una mujer noble, moza, hermosa y
virtuosa, que no se mereció tantos malos tratos como su marido le hizo pasar
con su segundo alzamiento. Volvió con ella al Cuzco y estuvo meses sosegado,
conversando con los soldados, y huyendo del trato con los vecinos". Diré,
de paso, que su mujer era Doña Mencía de Almaraz. Cuando, en 1554, ejecutaron a
Girón, un tiempo después ella y su madre, Doña Leonor de Portocarrero, fundaron
en Lima el convento de La Encarnación, profesaron como monjas, y ambas fueron,
sucesivamente, madres superioras del mismo.
Se calmó, pues, el amago de rebeldía de
Francisco Hernández Girón, pero cundió el mal ejemplo: "Viendo el poco
castigo que habían dado los oidores al atrevimiento y desvergüenza de Hernández
Girón y de sus soldados, tomaron atrevimiento otros que no se tenían por menos
valientes, pero eran pocos y sin caudillo. Algunos vecinos le pidieron al
corregidor que los castigara, porque convenía a la quietud de la ciudad, pero
respondió que, si la Audiencia había hecho poco caso de los anteriores
alborotadores, él quedaba excusado de intervenir. Sabiéndose estas cosas por todas
partes, vino al Cuzco un vecino de la ciudad que se llamaba Don Juan de
Mendoza, hombre bullicioso y amigo de soldados, más para incitar a otros que
para hacer él cosa de importancia. En cuanto llegó, habló con los principales
instigadores, que eran Francisco de Miranda, Alonso de Barrionuevo, que
entonces era el alguacil de la ciudad, y Alonso Hernández Melgarejo. Miranda le
contó que los soldados querían elegirle a él general, y, a Barrionuevo, maestre
de campo". Se diría que el chismoso Mendoza solo deseaba cotillear y
enredar las cosas. Le pareció que su intento de motín iba en serio, y aconsejó
a algunos amigos suyos que huyeran de la ciudad, pero, al ver que no le hacían
caso, partió hacia Lima, y, como ocurrió con Palomino y Costilla, fue pregonando
por el camino que el Cuzco estaba tomado por los rebeldes.
El caso es que, esta vez, en Lima se lo
tomaron en serio: "Ante el alboroto que Don Juan de Mendoza causó en Lima,
nombraron los oidores al mariscal Alonso de Alvarado corregidor del Cuzco (sustituyendo a Juan de Saavedra), y le
mandaron que castigase aquellos motines con rigor. El cual, en cuanto llegó al
Cuzco, prendió a algunos soldados. Tras informarse bien, ahorcó a los
principales culpables, que eran Francisco de Miranda y Alonso Hernández
Melgarejo, sin respetar su nobleza, pues eran hidalgos (les correspondía ser degollados)".
(Imagen) Acabamos de ver que JUAN DE
SAAVEDRA ejercía como corregidor en el Cuzco, y que los oidores lo sustituyeron
por Alonso de Alvarado. Es probable que Juan muriera en octubre de 1554
luchando en la batalla de Pucará contra el rebelde Francisco Hernández Girón,
el cual luego fue ejecutado. Hubo otro Juan de Saavedra, de quien ya hablé y al
que le confundí unos datos (pues así le ocurre en muchas reseñas). Este último
fue, como dijimos, quien descubrió y puso nombre a la bahía chilena de
Valparaíso. Hasta en su pueblo conquense, así llamado también, consideran que
lo tienen allí enterrado, pero cuesta creerlo, porque lo mató el siniestro
Carvajal en 1544. Del JUAN DE SAAVEDRA que ahora nos ocupa, podemos tener
referencias interesantes a través de unas cartas que le envió desde León de
Huánuco a Gonzalo Pizarro, del que era un seguidor deseoso de abandonarlo,
aunque habían tenido tan buena relación, que Gonzalo lo nombró teniente suyo en
dicha ciudad. Escribe bien y se ve claramente que no era un hombre violento,
aunque no le quedaba más remedio que fingir adhesión a Gonzalo Pizarro. El 16
de enero de 1546 le habla de una investigación sobre los vecinos, y le dice que
"han tenido tibieza para servir a vuestra señoría, pero nada aseguro sobre
posibles malas intenciones, pues no sé cosa cierta, y a vuestra señoría sólo he
de escribirle la verdad". Y añade: "En cuando a Juan de Mory, me he
informado, y, viendo lo que dicen los testigos, no veo que se haya excedido, y,
aunque sea mi amigo, no dejo de decirle la verdad a vuestra señoría". El 4
de enero de 1547 le hace una petición: "Siento pena de no tener para
gastar como hombre de bien, y, con estos indios que ahora tengo, cada día me
endeudo más. Le suplico que me haga merced de cosa con la que pueda servirle
como deseo, pues un hombre pobre no puede hacer lo que querría, y a veces
debe". Termina diciendo: "Me he alegrado mucho de la ida (a Panamá) de Gómez Solís con los obispos
y el superior de los dominicos". Ni él ni Gonzalo sabían que, poco
después, Solís, Hinojosa y varios capitanes más le iban a entregar en Panamá la
poderosa flota de Pizarro a Pedro de la Gasca. Seguiremos con JUAN DE SAAVEDRA
en la próxima imagen.
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