(840) Tanto el Palentino como Inca
Garcilaso insisten en que, en aquella rebelión, los cabecillas buscaban el
poder para liquidar a sus oponentes. Veamos cómo lo dice Inca: "Tiene
mucha razón el Palentino en decirlo así, y aun mucho más se deben abominar las
crueldades que aquellos hombres hicieron en sus amigos, habiendo preparado y
ejecutado juntos la muerte de Pedro de Hinojosa. Para encubrir sus propias
bellaquerías, y para matar a los que las sabían, se hicieron elegir en cargos
con los que poder castigar y quitar la vida a los que ellos mismos, con sus
traiciones y maldades habían convertido en culpables. Pero no les faltó el
castigo del Cielo, como más adelante veremos. Todo lo que he referido, y mucho
más (cosas extrañas y abominables que no se pueden contar por entero), pasó en
la ciudad de la Plata".
Pero seguirá el horror: "Ahora
diremos lo que ocurrió en Potosí. A Antonio de Luján le envió una carta (a
Potosí) un amigo suyo, llamado Juan González, avisándole de la muerte de
Don Sebastián y de las cosas sucedidas, entre ellas, la huida de Juan Remón con
algunos otros, para unirse al mariscal Alonso de Alvarado. Le decía también que
diese de puñaladas a Egas de Guzmán, porque el plan de todos ellos se había
abandonado con la muerte de Don Sebastián. Antonio Luján, que se había hecho
justicia mayor de aquella ciudad, llamó a formar el escuadrón en la plaza. Egas
de Guzmán se presentó y, habiéndole preguntado a qué se debía el llamamiento,
Antonio de Luján, para que le tuviese como amigo suyo, le presentó la carta que
había recibido, con la cual Egas de Guzmán se mostró turbado. Los que querían
seguir sirviendo al Rey, se alegraron, que es lo que quería Alonso de Luján
para que se hiciese lo que en la carta se pedía y mataran a Egas de Guzmán. Y
así, en aquella junta, con mirarse unos a otros se entendieron, sin hablarse
palabra, y, aunque algunos deseaban lo contrario, se atrevieron Antonio de
Luján y otros con él a echar mano de Egas de Guzmán y prenderle. Soltaron a Gómez de Solís y a Martín de Almendras los
grillos que tenían, y se los pusieron a Egas de Guzmán. Al cabo de seis horas,
lo arrastraron e hicieron cuartos de él (sin que le valiera de nada toda su
valentía), y también lo hicieron con otro que se llamaba Diego de Vergara".
El giro que dieron las intenciones de los
rebeldes, resultó kafkiano, por lo que unos y otros iban de sorpresa en
sorpresa. Los que vivían en La Plata no sabían lo que acababa de ocurrir.
"Vasco Godínez y los suyos decidieron salir de la ciudad para ir a la
villa de Potosí a enfrentarse a Egas de Guzmán, desconociendo lo que del pobre
caballero se había hecho, y, cuando solo habían recorrido dos leguas, se
enteraron de que lo habían matado, por lo que Godínez decidió volverse a La
Plata, pero enviando a Baltasar Velázquez y el licenciado Gómez Hernández en
busca de Gabriel de Pernía". Hay que recordar que a Pernía lo había mandado
Egas de Guzmán con algunos más a la ciudad de la Paz para matar al mariscal
Alonso de Alvarado, pero, a consecuencia de las deserciones, dio la vuelta,
como había hecho el desdichado Don García Tello: "Pero, en el retorno, los
que iban con él dejaron solo a Gabriel Pernía con otros tres, con la intención
de juntarse con el mariscal Alonso de Alvarado".
(Imagen) FRANCISCO DE ISASAGA, hijo de
Pedro Ochoa de Isasaga, con quien estuvimos en la imagen anterior, nació hacia
el año 1500. Tuvo el padre ideal para convertirse en un hombre culto y diestro
en asuntos administrativos, a lo que se añadió una brillante carrera militar,
en la que le acabamos de ver con sudores fríos cuando los demenciales rebeldes
que mataron a Pedro de Hinojosa lo apresaron a él, pero vivió luego largo
tiempo. El año 1523, ya andaba por las Indias, y, en 1532, incorporado a la
tropa de Francisco Pizarro, asistió a la fundación de San Miguel de Piura (la
primera ciudad española de Perú), pero se dejó llevar por el desaliento y
abandonó aquella durísima, aunque gloriosa, aventura. El soldado pródigo volvió
al redil en 1533, habiéndose perdido la captura de Atahualpa y parte del impresionante
botín. El año 1535 se hallaba en la fundación de Lima, de donde se trasladó al
Cuzco, y allí tuvo ánimos para hacer una locura: ir con Diego de Almagro a la tremenda
y fracasada expedición de Chile. A su vuelta, surgieron los dramáticos pleitos
entre Pizarro y Almagro, a quien Isasaga ayudó para que se apoderara
(ilegalmente) del Cuzco y derrotara a los indios que tenían cercada la ciudad. Ejecutado
Almagro, su hijo mató a Francisco Pizarro, y luego llegó Vaca de Castro para
enfrentarse a Diego de Almagro el Mozo. Era ya demasiada rebeldía, por lo que
Francisco luchó en el bando de la Corona, siendo herido en la batalla de Chupas
(con muerte del Mozo). Pero Isasaga tropezó en la misma piedra al rebelarse
Gonzalo Pizarro, uniéndose a él, para, finalmente, pasarse al bando de Pedro de
la Gasca, la última tabla de salvación que pudo coger, como hicieron otros
muchos pizarristas. Después dejó el Cuzco y pasó como tesorero a la villa de la
Plata. Luchó contra el rebelde Girón, y jugó un importante papel organizando el
ejército. Zanjadas las guerras civiles, tuvo FRANCISCO DE ISASAGA una vida más
tranquila, y siguió como tesorero durante años en la gobernación de Charcas. En
la imagen vemos que, en 1565, le pedía cuentas de su administración al gran
Pedro de la Gasca (obispo de Sigüenza). Pero también lo hizo con los herederos
de otras importantes figuras de las Indias, como Alonso de Alvarado, Juan Polo
de Ondegardo, Gabriel de Rojas y Pedro de Hinojosa. (Veremos en la próxima imagen otra faceta de Francisco de Isasaga).
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