jueves, 1 de octubre de 2020

(Día 1228) Con habilidad e infinita paciencia, Pedro de la Gasca daba largas a los que exigían más mercedes, pero tuvo que aguantar año y medio, hasta que el Rey le dio permiso para ir a España. Por prudencia paralizó una orden que favorecía a los indios.

 

     (818) Hubo, pues, grandes festejos, pero eran muchos los que en Lima, o venidos de fuera, le rogaban lastimeramente a Pedro de la Gasca que no los dejara sin premiar sus servicios: "El presidente La Gasca andaba muy acongojado por no poder satisfacer a tantos pretendientes, siendo tan poco lo que le quedaba para repartir, y ellos tan presuntuosos de su méritos, que, aunque, se dispusiera de todo el Perú, les parecería poco. Pero La Gasca, con su discreción, prudencia, astucia y buena maña, los entretuvo durante el año y medio que estuvo en aquella ciudad. Durante ese tiempo, ocurrieron cosas desvergonzadas y descomedidas que el buen presidente soportó con su prudencia. Con lo cual hizo más que ganar todo aquel imperio, porque se venció a sí mismo. Queriendo el presidente La Gasca valerse de uno de sus capitanes, que yo conocí, le dijo: 'Hágame el favor de desengañar a esa gente, diciéndoles que me dejen en paz, pues ni yo ni Su Majestad tenemos nada para darles'. Y le contestó el capitán: 'Desengáñeles vuestra señoría, que los engañó, que yo no tengo por qué desengañarlos'. Y el presidente calló como si no lo hubiese oído".

     Pone Inca Garcilaso otros muchos ejemplos del descaro con que algunos se presentaban ante Pedro de la Gasca pidiendo mejoras, y de la paciencia con que él soportaba esas situaciones. Como hemos visto en la imagen anterior, estaba deseando poder partir cuanto antes hacia España, y, por fin, le llegó la autorización. Lo último que hizo en las Indias es dejar un listado de los repartos definitivos de encomiendas de indios, y juntar todo el oro y la plata que pudo para llevársela a Carlos V: "Llegado, pues, el tiempo de su partida (cosa por él muy deseada), se dio mucha prisa, por temor a que llegase algún despacho que le obligase a esperar. Él ordenó que no se abriese el documento de los repartos definitivos que había hecho, hasta ocho días después de que se hiciese a la vela. Partió de Lima hacia el Callao (puerto que está a dos leguas de la ciudad) el día veinticinco de enero (de 1550), pero, antes de que se hiciese a la vela, le llegó una cédula de su Majestad, en la que ordenaba eliminar el servicio personal (se supone que era una especie de servidumbre de los indios)".

     Pero, a La Gasca, nuevamente le pudo la prudencia: "Como vio que la situación era muy vidriosa por haber dejado sin suerte a muchos servidores de Su Majestad, y dado grandes repartimientos a muchos que habían sido del bando de Gonzalo Pizarro, dispuso que, puesto que iba a dar a Su Majestad cuenta del estado en que se encontraba el Perú, suspendía la ejecución de la cédula, y que el servicio personal no se quitase hasta que fuese debidamente informado Su Majestad, y otra cosa mandase. Y después, el lunes siguiente se hizo a la vela, llevando todo el oro y la plata que había juntado". Acto seguido, nos explicará Inca Garcilaso por qué Pedro de la Gasca no quiso aplicar la eliminación del servicio personal de los indios, decisión que él estima muy razonable, por considerar que volvería a provocar un nuevo ambiente de rebeldía entre los españoles.

 

     (Imagen) Nada mejor que seguir los informes que estaba enviando Pedro de la Gasca al Consejo de Indias, para entender el pésimo ambiente social que había quedado en Perú tras la gloriosa victoria contra Gonzalo Pizarro. Todo apuntaba hacia nuevos nubarrones de rebelión en el horizonte. Eran muchos los que habían quedado sin recompensa alguna, o demasiado escasa para sus, a veces, desmedidas aspiraciones. El 14 de octubre de 1548, escribía: "A esta ciudad de Lima me han seguido tantos que quedaron sin repartimiento, que me ponen en gran congoja, porque son tan insistentes y desvergonzados, que no puedo valerme con ellos, ni con buenas palabras ni con enojos. Ha llegado para ayudarme el mariscal Alonso de Alvarado, y lo está haciendo muy bien, como siempre lo ha hecho". Este último párrafo resulta dramático, pues, como ya vimos, poco después hubo un durísimo enfrentamiento entre los dos, y precisamente porque Alvarado terminó por defender a los reclamantes, y a sí mismo, ya que también él se consideró mal recompensado. Luego La Gasca explica por qué eran tan exigentes: durante la guerra, se les premió con exceso en ambos bandos: "Gonzalo Pizarro, para mantener su rebeldía, tenía necesidad de dárselo todo, y Diego Centeno, por su gran deseo de servir a Su Majestad, estaba forzado a hacer lo mismo". De manera que tan exigentes eran los que siempre fueron fieles al Rey como los que abandonaron tardíamente a Pizarro. Era tan áspero el problema, que, para eliminar pedigüeños, se desterró asimismo a los que no se comprometieron con ningún bando. También con esa intención, Pedro de la Gasca envió tropas a distintos sitios para fundar nuevas poblaciones: "Con el fin de desamontonar algo esta gente que ha venido tras mí, el día 3 de octubre le confié la conquista de Bracamoros a Diego Palomino, a quien siempre se ha tenido por ser celoso del servicio a su Majestad, y deseoso de la conservación de los indios. El día 6, le encargué al capitán Juan Pérez de Guevara, hombre bondadoso y fiel a Su Majestad, que volviera a Moyobamba para repoblar un pueblo. El día 9, le envié a Rodrigo Salazar, el que mató a Pedro de Puelles, a la conquista de Zumaco, que está por donde entró Gonzalo Pizarro a tierras amazónicas". En la imagen: Escudo de Pedro de la Gasca.




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