(818) Hubo, pues, grandes festejos, pero
eran muchos los que en Lima, o venidos de fuera, le rogaban lastimeramente a
Pedro de la Gasca que no los dejara sin premiar sus servicios: "El
presidente La Gasca andaba muy acongojado por no poder satisfacer a tantos
pretendientes, siendo tan poco lo que le quedaba para repartir, y ellos tan
presuntuosos de su méritos, que, aunque, se dispusiera de todo el Perú, les
parecería poco. Pero La Gasca, con su discreción, prudencia, astucia y buena
maña, los entretuvo durante el año y medio que estuvo en aquella ciudad.
Durante ese tiempo, ocurrieron cosas desvergonzadas y descomedidas que el buen
presidente soportó con su prudencia. Con lo cual hizo más que ganar todo aquel
imperio, porque se venció a sí mismo. Queriendo el presidente La Gasca valerse
de uno de sus capitanes, que yo conocí, le dijo: 'Hágame el favor de desengañar
a esa gente, diciéndoles que me dejen en paz, pues ni yo ni Su Majestad tenemos
nada para darles'. Y le contestó el capitán: 'Desengáñeles vuestra señoría, que
los engañó, que yo no tengo por qué desengañarlos'. Y el presidente calló como
si no lo hubiese oído".
Pone Inca Garcilaso otros muchos ejemplos
del descaro con que algunos se presentaban ante Pedro de la Gasca pidiendo
mejoras, y de la paciencia con que él soportaba esas situaciones. Como hemos
visto en la imagen anterior, estaba deseando poder partir cuanto antes hacia
España, y, por fin, le llegó la autorización. Lo último que hizo en las Indias
es dejar un listado de los repartos definitivos de encomiendas de indios, y
juntar todo el oro y la plata que pudo para llevársela a Carlos V:
"Llegado, pues, el tiempo de su partida (cosa por él muy deseada), se dio
mucha prisa, por temor a que llegase algún despacho que le obligase a esperar.
Él ordenó que no se abriese el documento de los repartos definitivos que había
hecho, hasta ocho días después de que se hiciese a la vela. Partió de Lima
hacia el Callao (puerto que está a dos leguas de la ciudad) el día veinticinco
de enero (de 1550), pero, antes de
que se hiciese a la vela, le llegó una cédula de su Majestad, en la que
ordenaba eliminar el servicio personal (se
supone que era una especie de servidumbre de los indios)".
Pero, a La Gasca, nuevamente le pudo la
prudencia: "Como vio que la situación era muy vidriosa por haber dejado
sin suerte a muchos servidores de Su Majestad, y dado grandes repartimientos a
muchos que habían sido del bando de Gonzalo Pizarro, dispuso que, puesto que
iba a dar a Su Majestad cuenta del estado en que se encontraba el Perú,
suspendía la ejecución de la cédula, y que el servicio personal no se quitase
hasta que fuese debidamente informado Su Majestad, y otra cosa mandase. Y
después, el lunes siguiente se hizo a la vela, llevando todo el oro y la plata
que había juntado". Acto seguido, nos explicará Inca Garcilaso por qué
Pedro de la Gasca no quiso aplicar la eliminación del servicio personal de los
indios, decisión que él estima muy razonable, por considerar que volvería a
provocar un nuevo ambiente de rebeldía entre los españoles.
(Imagen) Nada mejor que seguir los
informes que estaba enviando Pedro de la Gasca al Consejo de Indias, para
entender el pésimo ambiente social que había quedado en Perú tras la gloriosa
victoria contra Gonzalo Pizarro. Todo apuntaba hacia nuevos nubarrones de
rebelión en el horizonte. Eran muchos los que habían quedado sin recompensa
alguna, o demasiado escasa para sus, a veces, desmedidas aspiraciones. El 14 de
octubre de 1548, escribía: "A esta ciudad de Lima me han seguido tantos
que quedaron sin repartimiento, que me ponen en gran congoja, porque son tan
insistentes y desvergonzados, que no puedo valerme con ellos, ni con buenas
palabras ni con enojos. Ha llegado para ayudarme el mariscal Alonso de
Alvarado, y lo está haciendo muy bien, como siempre lo ha hecho". Este
último párrafo resulta dramático, pues, como ya vimos, poco después hubo un
durísimo enfrentamiento entre los dos, y precisamente porque Alvarado terminó
por defender a los reclamantes, y a sí mismo, ya que también él se consideró
mal recompensado. Luego La Gasca explica por qué eran tan exigentes: durante la
guerra, se les premió con exceso en ambos bandos: "Gonzalo Pizarro, para
mantener su rebeldía, tenía necesidad de dárselo todo, y Diego Centeno, por su
gran deseo de servir a Su Majestad, estaba forzado a hacer lo mismo". De
manera que tan exigentes eran los que siempre fueron fieles al Rey como los que
abandonaron tardíamente a Pizarro. Era tan áspero el problema, que, para
eliminar pedigüeños, se desterró asimismo a los que no se comprometieron con
ningún bando. También con esa intención, Pedro de la Gasca envió tropas a
distintos sitios para fundar nuevas poblaciones: "Con el fin de desamontonar
algo esta gente que ha venido tras mí, el día 3 de octubre le confié la
conquista de Bracamoros a Diego Palomino, a quien siempre se ha tenido por ser
celoso del servicio a su Majestad, y deseoso de la conservación de los indios.
El día 6, le encargué al capitán Juan Pérez de Guevara, hombre bondadoso y fiel
a Su Majestad, que volviera a Moyobamba para repoblar un pueblo. El día 9, le
envié a Rodrigo Salazar, el que mató a Pedro de Puelles, a la conquista de
Zumaco, que está por donde entró Gonzalo Pizarro a tierras amazónicas". En
la imagen: Escudo de Pedro de la Gasca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario