(817) Es de suponer que Pedro de la Gasca
apenas tuviera tiempo para descansar, porque le vemos inmerso constantemente en
difíciles ocupaciones, al margen de los graves peligros que tuvo que sortear
hasta la derrota definitiva de Gonzalo Pizarro. Con esa victoria, pudo
disfrutar momentos de euforia, y el recibimiento que le hicieron al entrar en
Lima fue apoteósico, en el que, entre otras cosas, un representante de cada una
de las ciudades de Lima, Trujillo, Piura, Quito, Huánuco, Huamanga, Arequipa,
el Cuzco y las Charcas recitó en verso una estrofa de fidelidad a la Corona y
de agradecimiento a La Gasca. Pero, sin duda, guardaría en el fondo de su alma
una gran preocupación por la inestabilidad social que se produjo con el reparto
de las encomiendas, que resultó un trago muy amargo para quienes se sintieron
estafados. Estando en Lima, se dedicó también a poner de nuevo en marcha la
Audiencia, que entonces tenía todo el Perú como enorme jurisdicción. Organizó
asimismo campañas de conquistas y fundaciones, algo imprescindible para ocupar
a tantos soldados ociosos, siempre conflictivos en tal situación. Le encargó al
competente capitán Alonso de Mendoza, como ya vimos, la fundación, en la lejana
zona de los Charcas, de la ciudad de Nuestra Señora de la Paz (la actual
capital de Bolivia). Y explica el cronista Palentino: "La nombró así el
presidente La Gasca por haberse fundado en tiempo de paz, después de tantas
guerras. Escogió ese sitio porque está en medio del camino que va del Cuzco a
los Charcas, y tiene ciento sesenta leguas de longitud (en realidad, eran más: unos 1.200 km). Convino mucho hacer allí la
fundación, por ser tanta la distancia y haber mucho paso de personas, con el
fin de evitar robos y otras malas cosas que por allí se hacían".
Sin embargo, Inca Garcilaso, se siente
molesto al ver que el Palentino hacía alusión a que los viajes eran peligrosos
en ese trayecto. Y sale al quite (con exageración): "Yo digo que fue muy
acertado poblar aquella ciudad en aquel paraje, para que hubiese más pueblos de
españoles, y no para evitar robos y malos asuntos que por aquella comarca se
hubiesen hecho. No ha habido otro reino en todo el mundo que haya tenido la
generosidad de este imperio llamado Perú, pues, desde que se ganó, que fue el
año 1531 (en realidad, finales de 1532), hasta hoy, que es el final del
año 1610, tiempo en el que estoy escribiendo esto, nunca se ha dicho que haya
habido robo alguno. Nunca se ha asaltado a los mercaderes, a pesar de las
partidas de oro y plata que llevan y traen, y han andado en todo momento con
tanta seguridad, que en las Indias y en España siempre se ha hablado alabando
el imperio del Perú. Ha de entenderse que lo dicho se refiere al tiempo de paz,
pues, en tiempo de guerra (como hemos visto y veremos), ocurría de todo, porque
la tiranía actúa así".
El licenciado Cianca había llegado también
a Lima después de haber sofocado un motín en el Cuzco (como vimos) ahorcando a
uno de los implicados y desterrando a
tres, pero Pedro de la Gasca seguía con su política de tolerancia y perdones:
"Alzó el destierro a los condenados, antes, incluso, de que nadie se lo
pidiese, porque vio que era mejor aplacar con suavidad que irritar con aspereza
a gente quejosa, mucha parte de la cual lo era con razón".
(Imagen) INFORME DE LA GASCA. 3.-
Terminamos ya con este informe que Pedro de la Gasca le envió al Rey el día 26
de setiembre de 1548 (cinco meses después de la muerte de Gonzalo Pizarro).
Comenta que le encargó la fundación de la ciudad de la Paz (actual capital de
Bolivia), por su inteligencia y valentía, a Alonso de Mendoza (a quien el
cronista Gómara pone, como diestro militar, por encima de Carvajal y de
Centeno, con quien va a tener en común el morir muy pronto por una misteriosa
enfermedad). Luego habla del espectacular recibimiento que le dieron en la
ciudad de Lima. Hace referencia a una carta cifrada, que tardó en poderla leer
por faltarle el código: "En ella se me mandaba que tratase de impedir el
casamiento que Gonzalo Pizarro quería hacer con su sobrina Francisca Pizarro
Yupanqui, hija del Marqués Francisco Pizarro, de lo cual, puesto que él ya ha
muerto, no hay más que decir, salvo que se me ha informado de que nunca tuvo
ese pensamiento". Recordemos que, seis años después, la extraordinaria
Francisca se casó con Hernando Pizarro, también tío suyo, estando todavía preso
en el castillo de La Mota (Medina del Campo). Pedro de la Gasca, cumplida su
misión y harto de sufrimientos, le pide al Rey que le deje volver a España
(tardó casi dos años en concedérselo). "Bien espero que se me enviará
pronto licencia para volverme a morir en España. Además de la gran merced que
se me haría con ello, conviene a Su Majestad que otro, y no yo, administre
estas tierras, pues todos creen aquí que debo ser amigo de ellos, de igual a
igual, y no juez superior". Termina su informe con una extensa queja de
los mercedarios (aunque, como dije, fueron heroicos rescatando cautivos en
África), y, más en concreto, del fanático fray Pedro Muñoz (al que le dediqué
una imagen): "Dos días antes de la derrota de Jaquijaguana, fray Pedro
quiso que se levantase todo el pueblo de Trujillo a favor de Gonzalo Pizarro, y
se ofreció para matar a Lorenzo de Aldana. La Orden de los Mercedarios ha sido
perjudicial en esta tierra para el servicio de Dios y de su Majestad, pues
también suele ser muy suelta en España, por lo que me parece que convendría que
se poblaran sus conventos con religiosos de San Francisco o de Santo Domingo, y
enviar a España a todos los mercedarios que se encuentran en estas
tierras".
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