(806) Por conveniencias de publicación,
veremos primeramente lo que ocurrió tras la ejecución de Gonzalo Pizarro, de
manera que mostraré después (en la imagen) los momentos de su muerte. Continúa
el cronista: "No habiendo nadie que se ofreciese a dar una mortaja para
Gonzalo Pizarro, lo enterraron con su ropa en el convento de Nuestra Señora de
las Mercedes, en la misma capilla en la que estaban los dos Diegos de Almagro,
el padre y el hijo, para que en todo fuesen iguales y compañeros, tanto en
haber ganado aquellas tierras como en ser degollados, tener entierros de
limosna y una sola sepultura. También al Marqués Don Francisco Pizarro, hermano
del uno y compañero del otro, lo mataron y fue enterrado de limosna, de manera
que, así, los cuatro fueron hermanos y compañeros en todo y por todo. Como
decían los que miraban estas cosas desapasionadamente, esa es la paga que da el
mundo a los que más y mejor le sirven, pues así fallecieron los que ganaron
aquel imperio llamado Perú".
Tras esta filosófica reflexión, Inca
Garcilaso entra en otros detalles: "Pasada la tormenta de la guerra,
muchos de los vecinos de aquel imperio, cada cual en su ciudad, mandaron decir
misas por el alma de Gonzalo Pizarro, tanto por haberlas él pedido, como por
cumplir con la deuda que todos en común le debían por haber muerto por ellos.
Su cabeza y la de Francisco de Carvajal fueron llevadas a la ciudad de Lima, y,
metidas en sendas jaulas, se colocaron en la plaza de la ciudad". Hace
referencia el cronista a Trujillo y a Extremadura, de donde procedían los
hermanos Pizarro: "Tierras que han producido hijos tan heroicos, que han
ganado los dos imperios del Nuevo Mundo, México y Perú". Cita los nombres
de algunos conquistadores extremeños excelsos, aunque en el revoltijo incluye a
algunos de menos talla, como su padre, de forma que ni están todos los que son,
ni son todos los que están: Hernán Cortés, Vasco Núñez de Balboa, Pedro de
Alvarado, Garcilaso de la Vega, Gómez de Tordoya, Pedro Álvarez Holguín,
Hernando de Soto y Pedro del Barco".
Aporta también algunos datos, que ya
conocemos, sobre la familia de los Pizarro. Y comenta: "Fue Gonzalo
Pizarro hombre de gentil cuerpo, de muy buen rostro, de próspera salud y muy
sufridor en los trabajos. Hábil hombre de a caballo en ambas sillas, diestro
arcabucero y ballestero. Con un arco de bodoques (bolas de barro que se lanzaban con ballesta), dibujaba lo que
quería en la pared. Fue la mejor lanza que ha pasado al Nuevo Mundo, según
decían todos los que hablaban de hombres famosos. Fue de ánimo noble, claro y
limpio, ajeno de malicias y sin dobleces. Era muy confiado de sus amigos, o de
los que pensaba que lo eran, que fue lo que lo destruyó. Por ser ajeno de
astucias, maldades y engaños, dicen los cronistas que fue corto de
entendimiento. Pero lo tuvo muy bueno, y muy inclinado al valor y a la honra.
Por ser afable de condición, fue muy querido de amigos y enemigos. De las
riquezas ganadas por su persona, podemos decir que fue señor de todo el Perú,
pues lo poseyó (ilegalmente) y
gobernó un espacio de tiempo, con tanta justicia y rectitud, que hasta el
presidente Pedro de la Gasca lo alabó".
(Imagen) Escuchemos las palabras que
dirigió a los presentes el trágico GONZALO PIZARRO al pie del cadalso, justo
antes de morir (en la versión de Inca Garcilaso): "Bien saben vuestras
mercedes que mis hermanos y yo ganamos este imperio. Muchos tenéis
repartimientos de indios que os los dio el Marqués, mi hermano. A otros muchos
se los di yo. Además, muchos de vuestras mercedes me deben dinero, porque se lo
presté; otros lo han recibido de mí gratuitamente. Yo muero tan pobre, que no
tengo con qué dar limosnas en bien de mi alma. Suplico a vuestras mercedes que
los que me deben y los que no me deben dinero me hagan limosna y caridad de
todas las misas que pudieren, para que se digan por mi alma, pues espero que,
así, Dios, por la sangre y pasión de Nuestro Señor Jesucristo, se dolerá de mí
y perdonará mis pecados. Quédense vuestras mercedes con Dios". Una vez
más, vemos el arraigo tan profundo de la fe cristiana que había en el corazón
de aquellos 'conquistadores', por muy crueles que pudieran llegar a ser. Los
testigos del patético momento se emocionaron: "No había acabado de pedir
su limosna, cuando se sintió un llanto general, con grandes gemidos y sollozos,
que derramaron los que oyeron palabras tan lastimeras. Gonzalo Pizarro se hincó
de rodillas delante del crucifijo que llevaba, que lo habían puesto sobre una
mesa. El verdugo, que se llamaba Juan Enríquez, quiso ponerle una venda sobre
los ojos, pero Gonzalo Pizarro le dijo que no era menester. Y, cuando vio que
sacaba el alfanje para cortarle la cabeza, le pidió que hiciera bien su oficio,
sin que lo martirizara, como ocurre muchas veces. El verdugo se lo prometió, y,
diciendo esto, con la mano izquierda, le alzó la barba, que la tenía larga y
redonda, y, de un revés, le cortó la cabeza con tanta facilidad como si fuera
una hoja de lechuga. Se quedó con ella en la mano, y el cuerpo tardó en caer al
suelo. Así murió este buen caballero. El verdugo, como era costumbre, quiso
quedarse con sus ropas, pero Diego Centeno, que había venido para recoger el
cuerpo, le mandó que no lo tocase, y le prometió una buena suma de dinero por
sus vestidos". (El grabado de la imagen es del siglo XVIII, y,
erróneamente, muestra a GONZALO PIZARRO con los ojos vendados).
No hay comentarios:
Publicar un comentario