(816) Muchos de los que estaban conformes
con los repartos que se habían hecho, tenían prisa por marcharse a sus casas, para
disfrutar de la paz y dedicarse a sus asuntos, ya que las guerras habían dejado
bastantes destrozos en sus propiedades. Partieron sin esperar a que Pedro de la
Gasca se lo autorizase. Nos toca ahora saber de la muerte de un gran capitán:
"Diego Centeno, como los demás vecinos, se fue a su casa, que la tenía en
la villa de la Plata, que hoy llaman ciudad de la Plata, por la mucha que se ha
sacado y se saca del cerro vecino, que se llama Potosí. Fue con intención de
recoger todo el oro y la plata que pudiese de su hacienda, para venirse a
España, y presentar sus muchos servicios ante Su Majestad, para que se le
gratificaran, ya que quedó dolido de que el presidente La Gasca no le hubiese
premiado, habiendo merecido tanto".
Hay dos cosas sorprendentes: 1.- La
mezquindad de La Gasca con un capitán tan extraordinario. No le dio nada, quizá
porque pensara que ya era suficientemente rico con lo que tenía, lo cual no
deja de ser una injusticia. 2.- Lo que dice Inca Garcilaso que ocurrió después:
"Diego Centeno les contó a algunos amigos las intenciones que tenía, y
pronto de supo por todo el Perú, porque circulaban cartas que lo decían, por lo
que hubo quienes, preocupados con lo que pensaba hacer (temerían que, protestando ante el Rey, saldrían perjudicados), pretendieron,
con fingida amistad, quitarle la idea. Viendo que no lo convencían, le
escribieron a Centeno diciéndole que fuese a estar con ellos en el Cuzco,
porque querían encargarle que les gestionase algunos negocios en España".
Luego Inca Garcilaso saca a colación algo
que ha hecho otras veces: avisos de mal agüero, que, al parecer, en aquellos
tiempos atemorizaban supersticiosamente. En este caso, varios indios suyos le
aconsejaron a Centeno que no se presentara en el Cuzco porque lo iban a matar,
y él se lo tomó como lo que era, una absurda advertencia de hechiceros, que
brillan por un pronóstico acertado y ocultan mil equivocados: "Pasados
cuatro días de su llegada a la ciudad del Cuzco, a Centeno le convidaron a un
banquete solemne que hubo en casa de un hombre principal, del que no hay por
qué decir el nombre, sino contar el hecho fielmente, pues ya estarán todos allá
donde cada uno habrá dado su cuenta. En el banquete le dieron a Diego Centeno
un bocado de ponzoña tan encubierta, que, sin muestras de náuseas, ni tormentos
crueles, como el tósigo suele causar, lo mató en tres días".
Después se vio que Diego Centeno era un
hombre muy querido en Perú: "En todas partes se lloró su muerte, por su
afabilidad, pues fue uno de los caballeros más queridos desde que llegó a
aquellas tierras con la tropa de Pedro de Alvarado. Al conocerse en España su
muerte, un hermano suyo fue a pedirle al Rey que ayudara a dos hijos naturales,
varón y hembra, que tuvo Diego Centeno con dos indias, pues quedaban pobres y
desamparados, porque los derechos de las encomiendas fenecían con la muerte del
padre. Su Majestad mandó dar a la hija doce mil ducados, y, al hijo, que se
llamaba Gaspar Centeno y fue condiscípulo mío en la escuela, cuatro mil pesos
de renta. Oí decir que eran de renta perpetua, pero no lo aseguro, porque las
mercedes que se concedían solían ser por una vida, o, como mucho, por
dos".
(Imagen) Nos ha contado Inca Garcilaso
cómo fue la muerte del gran DIEGO CENTENO (muy admirado y querido en todo
Perú), pero, aunque asegura que fue envenenado, hay muchas dudas al respecto.
También es difícil entender por qué Pedro de la Gasca, al parecer, no le premió
a Centeno como merecía. Antes de analizar esas incógnitas, recordemos que Diego
Centeno, aunque vivió grandes triunfos, tuvo dos derrotas humillantes frente al
astuto y cruel Francisco de Carvajal, quien, por eso, la víspera de ser
ejecutado tuvo el sarcasmo (quizá el último de su vida) de decirle, a pesar del
buen trato que le estaba dando Centeno, que no lo había reconocido por haberlo
visto siempre de espaldas (huyendo). Es cierto que La Gasca no le concedió
ninguna encomienda de indios a Diego Centeno, pero le ofreció otra cosa, a
primera vista muy atractiva, la gobernación de Paraguay, con perspectivas de
conquistar nuevas tierras. Concesión refrendada por Carlos V en diciembre de
1548, como consta en el documento de la Imagen. Él lo aceptó, pero luego lo vio
como un regalo envenenado, con el que La Gasca se quitaba de en medio a
soldados ociosos, enviándolos, además, a un territorio tan sin ley, que lo
llamaban el 'Paraíso de Mahoma', y donde había ya muchos conflictos entre los
capitanes españoles, especialmente por parte de Domingo de Irala. Le escribió a
La Gasca diciéndole que renunciaba a la gobernación que había aceptado, y la
situación entre ambos se hizo muy tensa. Fue entonces cuando decidió ir a
España para lograr del Rey compensaciones de tipo menos problemático. Inca
Garcilaso asegura (cosa que ningún otro cronista hace) que unos supuestos
amigos, por temor a que, haciendo el viaje, pondría en riesgo los premios que
ellos ya habían recibido, lo envenenaron. Pero pasaron días hasta que Centeno
se sintió enfermo. Hizo testamento de inmediato, sin mostrar la menor sospecha
contra nadie, e, incluso, el mismo Inca Garcilaso dice, como cosa extraña, que
no sufrió previamente ninguno de los síntomas típicos de un envenenamiento. Así
murió el gran DIEGO CENTENO, teniendo solamente 33 años. Su madre, María de
Vera, residente en España, consiguió del Rey una pensión para los dos hijos que
le habían quedado a Diego, los mestizos Gaspar y María Centeno.
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