(810) La decepción fue enorme:
"Cuando supieron en el Cuzco que el presidente La Gasca se había ido a
Lima solo y a la sorda, en medio de muchos capitanes dijo el capitán Pardave: 'Voto
a tal, pues Magdalena de la Cruz se fue en secreto y nos dejó engañados'. Al
presidente, entre otros nombres postizos, le daban el de Magdalena de la Cruz,
por ser embaucador y encantador como lo fue aquella buena mujer, a la que
castigó el Santo Oficio de la Inquisición aquí, en Córdoba. Fue por no oír
estas desvergüenzas, y otras que se decían, por lo que salió del Cuzco para
hacer los repartimientos de indios, y se alejó más a la hora de darlos a
conocer".
Pedro de la Gasca lo hizo todo bien para
lograr su magnífica victoria. Pero lo que nos ha mostrado ahora Inca Garcilaso
es la desolación que embargó a muchos al sentirse estafados en los repartos de
las encomiendas. El cronista reconoce que no era posible satisfacer a todos,
pero opina que se podría haber hecho mucho mejor. Aunque su victoria fue
asombrosa, surgió de inmediato un torbellino de protestas que no anunciaban
nada bueno. Añade los comentarios de otros cronistas, y coinciden en describir
el inicio de lo que parecía conducir a un motín general. El Palentino indica
que la comunicación de los repartos se hizo el día veinticuatro de agosto de
1548, y añade: "En cuanto comenzó el arzobispo de Lima a comunicar los
repartos a los vecinos y soldados del Cuzco, muchos de ellos comenzaron a
blasfemar, diciendo públicamente denuestos contra el presidente La Gasca, y
desvergüenzas que amenazaban con una nueva rebeldía. Hablaban entre ellos sobre
matar al oidor Andrés de Cianca y al arzobispo, a quien le juzgaban autor del
repartimiento. Decían con ira que los principales repartimientos y encomiendas
de indios se los daban a quienes habían sido secuaces y principales valedores
de Gonzalo Pizarro". Insiste en lo mismo el cronista López de Gómara.
Comenta que Pedro Alonso de Hinojosa fue el más beneficiado en los repartos,
por haber entregado la flota de Gonzalo Pizarro a Pedro de la Gasca, quien,
asimismo, fue extraordinariamente generoso con algunos otros: "No pudo el
arzobispo aplacar la saña de los soldados descontentos con el reparto, y se
oyeron voces jurando que habían de acusar a Pedro de la Gasca ante el Consejo
de Indias. Hubo algunos, como el mariscal Alonso de Alvarado y Melchor Verdugo,
que después lo acusaron ante el Fiscal". Esta última frase confirma algo
que resultaba sumamente extraño. El gran Alonso de Alvarado volvió a Perú
acompañando en su viaje a Pedro de la Gasca, y su admiración mutua fue
innegable durante mucho tiempo. Pero, después de la batalla de Jaquijaguana, se
enemistaron dramáticamente, hasta el increíble extremo de que La Gasca presionó
para que lo condenaran a muerte (ya me referí al tema). Ese proceso fue
anulado, pero no se sabía lo que ocurrió entre ellos. Parece claro que, tal y
como alegó en su día el mismo Alonso de Alvarado, tuvo mucho que ver el que,
dolido por no ser premiados él y otros como él consideraba que merecían, había
sometido a juicio a Pedro de la Gasca.
(Imagen) Es posible que Pedro de la Gasca,
un hombre lleno de virtudes, tuviera en el fondo un carácter dominante y
rencoroso. La gran amistad que mantenía con el gran Alonso de Alvarado se fue a
pique cuando, ya vencido Gonzalo Pizarro, las recompensas que distribuyó entre
los hombres de su ejército resultaron muy desequilibradas. Uno de los
perjudicados era Alonso de Alvarado, quien, en propia defensa y en la de otros
igualmente quejosos, demandó a Pedro de la Gasca (lo que no se sabe es por qué
maltrató así a Alvarado). Esto le irritó sobremanera al clérigo, y, tiempo
después, intrigó hasta conseguir que le condenaran a muerte a Alvarado en un
asunto menor, promovido, como vimos, por María de Lezcano. Alvarado manifestó
en el juicio de apelación: "El licenciado La Gasca me tomó odio y
enemistad porque yo protesté por los agravios que me había hecho a mí y a otras
personas honradas en los repartimientos de indios y en otras cosas".
Fueran ciertas o no, las afirmaciones que hicieron los testigos de Alvarado
eran muy graves. Uno de ellos dijo que el juez reconoció que "había
condenado a Alonso de Alvarado más por voluntad de Pedro de la Gasca que por
las culpas que halló en él durante el proceso". Y añadió el testigo una
dura crítica a su carácter: "Dijo que supo que el licenciado La Gasca era
un hombre soberbio, y que tenía la condición de que, si quería mal a una
persona y le tomaba odio, la perseguía por todas las vías que podía, y que esto
lo supo porque vio quejarse a muchas personas de él, diciendo que, por cosas
livianas, les anulaba méritos y servicios, y no les daba mercedes, para
dárselas a las personas que a él se le antojaban, aunque no tuviesen méritos. Y
que le pareció a este testigo que las personas que hacían todo lo que les
mandaba, era por tenerle contento, ya que estaba en su mano hacerles bien o
mal, darles de comer o quitárselo, y que le parece a este testigo que lo mismo
hizo el licenciado Gómez Hernández (el
que le había condenado a muerte a Alvarado)". Pedro de la Gasca murió
en 1567, a la edad de 70 años, siendo obispo de Sigüenza. La imagen muestra un
curioso documento. Le sancionaron a La Gasca desde Roma en 1563 por no dejar
libres a unos clérigos que había apresado sin tener competencia para ello.
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