(812) El cronista cita los nombres de
algunos que fueron especialmente premiados por Pedro de la Gasca, sobre todo,
los que le entregaron la armada de Gonzalo Pizarro. Además del mencionado Pedro
Alonso de Hinojosa, tuvieron esa ventaja Gómez Solís, Lorenzo de Aldana, Juan
Alonso Palomino, Alonso Mejía de Guzmán (y, de rebote, su suegro, Don pedro de
Cabrera) y otros. Esa 'injusticia' llama más la atención al ver que, por
ejemplo, el gran Diego Centeno y muchos de sus hombres no recibieron nada (y lo
habían arriesgado todo, incluso la vida), aunque, motivo que no sirve de
excusa, Centeno ya poseía una rica encomienda. Resulta paradójico que también
se premió generosamente a Martín de Robles, quizá porque fuera reciente la
labor que hizo para conseguir el abandono de numerosos soldados de Gonzalo
Pizarro. Otro de los aventajados fue Don Sebastián de Castilla, quien, como ya
vimos (cosa extraña, dada su buena situación), seis años después inició otra
rebelión, y, además, matando a Pedro Alonso de Hinojosa, aunque él fue pronto
ejecutado. También resultó muy favorecido el licenciado Benito Suárez de
Carvajal, a pesar de que tenía encima el baldón de haber sido quien asesinó
miserablemente al derrotado virrey Blasco Núñez Vela. El cronista aporta de paso
su versión de cómo murió después el licenciado: "Disfrutó poco de su
premio, porque, siendo corregidor del Cuzco, murió de una caída que tuvo desde
una ventana cuando andaba en amores con una dama. Yo lo vi enterrar, y recuerdo
que era el día de San Juan Bautista". Recordemos que la versión más
creíble era otra: el marido se vengó enviando a unos matones, que le quitaron
la vida en la casa, o al salir, y lo dejaron tirado en el suelo de la calle.
Inca Garcilaso no deja de reconocer que
Pedro de la Gasca se vio obligado a recompensar muy generosamente a Hinojosa y
sus compañeros: "Él hizo muy bien en pagar tan aventajadamente a los que
le hicieron el servicio de entregarle la armada en Panamá, pues aquel hecho le
dio ganado el imperio del Perú, estando tan perdido como estaba cuando él llegó
a aquellas tierras". Hubo otro nivel de repartos, los de quienes, en
distintos grados, quedaron más o menos satisfechos, aun sabiendo que había un
agravio comparativo. El gran problema fue el de los perjudicados con escasa o
ninguna retribución, que, al parecer, eran muchos. A la decepción por lo que
les notificó el arzobispo de Lima, se unió la rabia por la meliflua carta de
Pedro de la Gasca con sus vacías (por imposibles) promesas. Pero también se dio
el caso contrario, el de aquellos que fueron premiados sin estar seguros de que
así ocurriera: "Había muchos que, pensando en las muchas hazañas que
habían hecho al servicio de Gonzalo Pizarro, persiguiendo al virrey Blasco
Núñez Vela, prendiéndolo, cortándole la cabeza y poniéndolo en la picota de la
plaza pública de Quito, y recordando otras parecidas, no solamente no esperaban
mercedes, sino que temían castigo de muerte, o, al menos, destierro de todo el
imperio, y se contentaban con que no los echaran de allí. Aunque Pedro de la
Gasca había pregonado el perdón general, sospechaban que había sido para
confiarles y luego castigarles cuando el Perú estuviera en paz".
(Imagen) Es llamativo que Pedro de la
Gasca, en el informe suyo que estamos viendo, le dedique un espacio muy amplio
a JUAN DE LA TORRE VILLEGAS. Quizá se deba a la mala calaña del personaje,
aunque vamos a ver algo que al final, de alguna manera, lo redime: murió con
dignidad. Ya conocemos parte de sus peripecias, pero veamos la versión de La Gasca,
quien, de paso, nos confirma su identidad, ya que se le suele confundir con
otro Juan de la Torre: "El 3 de julio (de
1548) se ajustició a Juan de la Torre (Villegas),
natural de Madrid (esto valida todo lo
que dije anteriormente de él). Se arrastró su cuerpo, se le hizo cuartos y
se envió su cabeza a Lima para ponerla junto a la de Gonzalo Pizarro y
Francisco de Carvajal. Parecía muy servidor del virrey, pero luego huyó adonde
Gonzalo Pizarro, y luchó conta el virrey en Quito. Después de la batalla, sacó
engañado a un cuñado suyo, capitán del virrey, del convento en que estaba
refugiado, y se lo entregó a Pedro de Puelles (maestre de campo de Gonzalo
Pizarro), el cual lo ahorcó. Era muy público que Juan de la Torre no solo hizo
esto por complacer a Pizarro, sino porque tenía trato carnal con la mujer de
este capitán, que era hermana de su propia mujer". Después cuenta lo que
ya sabemos: el hermano del virrey estaba preso de Pizarro, y Juan de la Torre
lo convenció para huir, fingiendo que él quería hacerlo también; acto seguido
lo delató, y al pobre infeliz lo mataron. Gonzalo Pizarro nombró capitán a Juan
de la Torre. Lo mandó al Cuzco para juntar gente de guerra, y en esta misión
robó todo lo que pudo, y mató sin piedad a siete partidarios de La Gasca y a un
cacique, del que, previamente, mediante tormento, había obtenido seis mil pesos
de oro; sin que bastara matarlo, luego hizo cuartos de su cuerpo. La Gasca
describe su final: "Después de ser derrotado Gonzalo Pizarro en
Jaquijaguana, JUAN DE LA TORRE huyó y anduvo escondido con Bobadilla, hasta que
se le pudo hallar en un poblado de indios, vestido como ellos. Fue tan pertinaz
en su seguimiento a Gonzalo Pizarro, que, según dicen, habiéndosele anunciado
su próxima muerte, dijo que se alegraba de padecerla por amor de Gonzalo
Pizarro". Era una respuesta orgullosa, haciendo de tripas corazón, pero,
desde que lo apresaron, sabía cuál iba a ser su destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario