jueves, 24 de septiembre de 2020

(Día 1222) Si bien Pedro de la Gasca tuvo que prometer enormes premios a algunos para conseguir la victoria, el hecho cierto fue que el reparto de los premios resultó, en muchos casos, disparatado.

 

     (812) El cronista cita los nombres de algunos que fueron especialmente premiados por Pedro de la Gasca, sobre todo, los que le entregaron la armada de Gonzalo Pizarro. Además del mencionado Pedro Alonso de Hinojosa, tuvieron esa ventaja Gómez Solís, Lorenzo de Aldana, Juan Alonso Palomino, Alonso Mejía de Guzmán (y, de rebote, su suegro, Don pedro de Cabrera) y otros. Esa 'injusticia' llama más la atención al ver que, por ejemplo, el gran Diego Centeno y muchos de sus hombres no recibieron nada (y lo habían arriesgado todo, incluso la vida), aunque, motivo que no sirve de excusa, Centeno ya poseía una rica encomienda. Resulta paradójico que también se premió generosamente a Martín de Robles, quizá porque fuera reciente la labor que hizo para conseguir el abandono de numerosos soldados de Gonzalo Pizarro. Otro de los aventajados fue Don Sebastián de Castilla, quien, como ya vimos (cosa extraña, dada su buena situación), seis años después inició otra rebelión, y, además, matando a Pedro Alonso de Hinojosa, aunque él fue pronto ejecutado. También resultó muy favorecido el licenciado Benito Suárez de Carvajal, a pesar de que tenía encima el baldón de haber sido quien asesinó miserablemente al derrotado virrey Blasco Núñez Vela. El cronista aporta de paso su versión de cómo murió después el licenciado: "Disfrutó poco de su premio, porque, siendo corregidor del Cuzco, murió de una caída que tuvo desde una ventana cuando andaba en amores con una dama. Yo lo vi enterrar, y recuerdo que era el día de San Juan Bautista". Recordemos que la versión más creíble era otra: el marido se vengó enviando a unos matones, que le quitaron la vida en la casa, o al salir, y lo dejaron tirado en el suelo de la calle.

     Inca Garcilaso no deja de reconocer que Pedro de la Gasca se vio obligado a recompensar muy generosamente a Hinojosa y sus compañeros: "Él hizo muy bien en pagar tan aventajadamente a los que le hicieron el servicio de entregarle la armada en Panamá, pues aquel hecho le dio ganado el imperio del Perú, estando tan perdido como estaba cuando él llegó a aquellas tierras". Hubo otro nivel de repartos, los de quienes, en distintos grados, quedaron más o menos satisfechos, aun sabiendo que había un agravio comparativo. El gran problema fue el de los perjudicados con escasa o ninguna retribución, que, al parecer, eran muchos. A la decepción por lo que les notificó el arzobispo de Lima, se unió la rabia por la meliflua carta de Pedro de la Gasca con sus vacías (por imposibles) promesas. Pero también se dio el caso contrario, el de aquellos que fueron premiados sin estar seguros de que así ocurriera: "Había muchos que, pensando en las muchas hazañas que habían hecho al servicio de Gonzalo Pizarro, persiguiendo al virrey Blasco Núñez Vela, prendiéndolo, cortándole la cabeza y poniéndolo en la picota de la plaza pública de Quito, y recordando otras parecidas, no solamente no esperaban mercedes, sino que temían castigo de muerte, o, al menos, destierro de todo el imperio, y se contentaban con que no los echaran de allí. Aunque Pedro de la Gasca había pregonado el perdón general, sospechaban que había sido para confiarles y luego castigarles cuando el Perú estuviera en paz".

 

     (Imagen) Es llamativo que Pedro de la Gasca, en el informe suyo que estamos viendo, le dedique un espacio muy amplio a JUAN DE LA TORRE VILLEGAS. Quizá se deba a la mala calaña del personaje, aunque vamos a ver algo que al final, de alguna manera, lo redime: murió con dignidad. Ya conocemos parte de sus peripecias, pero veamos la versión de La Gasca, quien, de paso, nos confirma su identidad, ya que se le suele confundir con otro Juan de la Torre: "El 3 de julio (de 1548) se ajustició a Juan de la Torre (Villegas), natural de Madrid (esto valida todo lo que dije anteriormente de él). Se arrastró su cuerpo, se le hizo cuartos y se envió su cabeza a Lima para ponerla junto a la de Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal. Parecía muy servidor del virrey, pero luego huyó adonde Gonzalo Pizarro, y luchó conta el virrey en Quito. Después de la batalla, sacó engañado a un cuñado suyo, capitán del virrey, del convento en que estaba refugiado, y se lo entregó a Pedro de Puelles (maestre de campo de Gonzalo Pizarro), el cual lo ahorcó. Era muy público que Juan de la Torre no solo hizo esto por complacer a Pizarro, sino porque tenía trato carnal con la mujer de este capitán, que era hermana de su propia mujer". Después cuenta lo que ya sabemos: el hermano del virrey estaba preso de Pizarro, y Juan de la Torre lo convenció para huir, fingiendo que él quería hacerlo también; acto seguido lo delató, y al pobre infeliz lo mataron. Gonzalo Pizarro nombró capitán a Juan de la Torre. Lo mandó al Cuzco para juntar gente de guerra, y en esta misión robó todo lo que pudo, y mató sin piedad a siete partidarios de La Gasca y a un cacique, del que, previamente, mediante tormento, había obtenido seis mil pesos de oro; sin que bastara matarlo, luego hizo cuartos de su cuerpo. La Gasca describe su final: "Después de ser derrotado Gonzalo Pizarro en Jaquijaguana, JUAN DE LA TORRE huyó y anduvo escondido con Bobadilla, hasta que se le pudo hallar en un poblado de indios, vestido como ellos. Fue tan pertinaz en su seguimiento a Gonzalo Pizarro, que, según dicen, habiéndosele anunciado su próxima muerte, dijo que se alegraba de padecerla por amor de Gonzalo Pizarro". Era una respuesta orgullosa, haciendo de tripas corazón, pero, desde que lo apresaron, sabía cuál iba a ser su destino.




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