(796) Luego Inca Garcilaso muestra un
diálogo entre Pedro de la Gasca y su padre, en el que, una vez más, se insiste
en su condición de simple 'prisionero': "Le dijo La Gasca: 'Señor
Garcilaso, siempre esperé que vuestra merced había de hacer este servicio a su
Majestad'. Garcilaso, mi señor, respondió: 'Como prisionero sin libertad, no he
podido hasta ahora servir a Su Majestad y a vuestra señoría, pero nunca me
faltó el ánimo de hacerlo". Es probable que Pedro de la Gasca lo recibiera
con esas bonitas palabras, pero ya vimos que, en un informe suyo, había comentado
que tenía otro concepto de la actitud de Sebastián Garcilaso con respecto a
Gonzalo Pizarro, considerando que era un incondicional suyo.
También Gonzalo Pizarro pareció
sorprenderse de esa traición y lo sintió mucho, pero lo disimuló para no
desanimar a sus hombres. Le hizo un comentario a un primo del huido, con una
pregunta lógica: "Le dijo a un primo de mi padre, que se llamaba Gómez
Suárez de Figueroa: 'Garcilaso se ha ido. ¿Os parece que quedará bien librado
si vencemos?' Lo dijo así porque todavía tenía la falsa esperanza de que había
de alcanzar la victoria". En el siguiente comentario que hace el cronista
tiene razón, puesto que lo confirma un informe de La Gasca: "La huida de
mi padre fue como la he contado, aunque algún historiador dice que el primero
en hacerlo fue el licenciado Cepeda, y que luego salió mi padre con algunos
otros. Lo cierto es que Garcilaso de la Vega, mi señor, salió solo, sin
compañía alguna, le siguieron después otros, y, tras estos, escapó el
licenciado Cepeda". Comenta también que su padre, desde que le dio el
caballo Salinillas a Gonzalo Pizarro, estaba esperando que le proporcionara
otro. Pero tuvo una sorpresa más agradable: "Cuatro días antes de que
Gonzalo Pizarro saliese del Cuzco para ir a la batalla de Jaquijaguana, le devolvió
a mi padre el caballo Salinillas, y, cuando lo vio en su casa, le pareció que
se lo había traído un ángel del cielo". Es una última prueba de que
Sebastián Garcilaso de la Vega, en principio, iba a participar en la batalla.
Marginado Francisco de Carvajal, fue el
licenciado Cepeda quien puso en orden para el ataque el ejército de Gonzalo
Pizarro (y luego salió huyendo para salvar el pellejo). Inca Garcilaso pasa,
sin más, a describir la batalla: Por el lado de la sierra, salió un grupo de
arcabuceros para escaramucear, aunque fueron obligados a retirarse por Hernán
Mejía y Juan Alonso Palomino, sin daños en ningún bando. Jugaba la artillería,
y la de Gonzalo Pizarro no hacía daño porque estaba emplazada en un lugar bajo.
La de Pedro de la Gasca estaba en muy buen puesto, y mataron a dos enemigos,
uno de ellos paje de Gonzalo Pizarro. El licenciado Cepeda, que andaba
ordenando el escuadrón, pero deseaba pasarse a La Gasca, fingió que iba a
buscar otro sitio mejor, y, cuando estaba un tanto apartado, dio de espuelas a
su caballo".
Llevaba Cepeda un caballo tan
elegantemente adornado, que pronto lo detectaron: "Salió tras su
seguimiento Pedro Martín de Don Benito en un caballo tan ligero, que en un
tranco alcanzaba más tierra que otros en dos. Alcanzó al licenciado Cepeda, y
le dio una lanzada en las caderas al caballo, que cayó en el cieno, y otra al
caballero en el muslo derecho, y lo acabaría de matar si no vinieran en su
socorro cuatro caballeros de los de Pedro de la Gasca, que estaban por allí
para semejantes lances. Luego Pedro Martín volvió adonde los suyos, y el
presidente La Gasca recibió con grandísima alegría al licenciado Cepeda".
Hay algo que molesta en estos perdones tan amplios. Sin embargo, La Gasca llegó
a besarle a pesar de que estaba cubierto de barro, porque consideraba que, con
la huida de Cepeda, tenía ya ganada la batalla.
(Imagen) Leyendo los informes de Pedro de
La Gasca, se ve que fueron utilizados por varios cronistas, pero no por Inca
Garcilaso, ya que muestra algunas dudas sobre detalles que en los textos de La
Gasca son contundentes. Sigamos, pues, viendo cómo narra el clérigo la batalla
de Jaquijaguana un mes después de que terminara. Sus hombres llegaron a lo alto
de la sierra, lograron echar a los arcabuceros de Gonzalo Pizarro, y, desde
allí, pudieron conocer con bastante precisión el número de sus enemigos y la
distribución de sus tropas, e, incluso, el mejor camino para descender con su
propio ejército. Según lo hacían, los de Pizarro disparaban sus arcabuces, pero
sin hacer diana, porque estaban mal emplazados. A petición de los que habían
subido al cerro, La Gasca permitió que emplazaran allí cuatro piezas de
artillería, para atacar a los contrarios, y al mismo tiempo para que el
ejército pudiera descender sin ser molestado. Se puso al mando Gabriel de
Rojas, a quien La Gasca le reconoce gran mérito: "Nuestra artillería
disparó con gran rapidez, porque Gabriel de Rojas tenía tan a punto las cosas,
que cada pieza llevaba en su cajoncillo las pelotas preparadas, y, en otro, las
cargas de pólvora. Con la diligencia que se tuvo en disparar, mataron a un
criado de Gonzalo Pizarro, que estaba junto a él, y asimismo a un hombre y un
caballo (este dato lo da Inca Garcilaso
como algo que 'se oyó' decir)". Y entonces se produjo el primer
síntoma de desmoronamiento del ejército de Pizarro: "Como caían tan
rápidamente las pelotas entre los enemigos, hubo en su orden alguna confusión,
la cual dio lugar a que algunos que no estaban tan firmes con Gonzalo Pizarro,
se le pudiesen empezar a huir. Bajado nuestro ejército a lo llano, se puso con
gran presteza en el orden que habíamos previsto". Luego La Gasca explica
con precisión militar cómo se distribuyeron los diferentes cuerpos de su
ejército. Como en algún lugar dijo Inca Garcilaso, era un hombre de maltrecho
cuerpo, pero de excepcionales cualidades. Fue un clérigo humano, de gran
inteligencia y habilidad diplomática, pero asombra que también derrochara
valentía y dotes de mando. En la imagen, Bolivia y España recordándolo.
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