martes, 1 de septiembre de 2020

(Día 1202) Estaba tan seguro de vencer Gonzalo Pizarro, que nuevamente rechazó un prudente consejo de Carvajal: que no iniciara él el ataque. Y hasta le dijo que prefería morir a mostrarse huidizo.

 

     (792) Viendo Gonzalo Pizarro que Juan de Acosta había fracasado en su misión de impedir que los de Pedro de la Gasca pasaran el puente del río Apurimac, se decidió, sin más, a ir a su encuentro y atacarlos: "Determinó salir del Cuzco a enfrentarse con el presidente Pedro de la Gasca, ya que estaba confiado en vencer, debido a las victorias que siempre había obtenido, tanto de indios como de españoles". A Francisco de Carvajal le parecía un disparate porque había otra estrategia más acertada. Incluso le hizo mención de que existía un presagio que le aconsejaba aplazar el combate hasta que pasara el momento que se anunciaba fatídico para Gonzalo. No le va a hacer caso, y, sin embargo, ya vimos que daba importancia a esas supersticiones, pues, en su peripecia por el Amazonas, le pedía consejos al capitán Jerónimo de Villegas (el viudo de la trágica María Calderón), el cual era tenido por astrólogo entre sus compañeros de armas. Inca Garcilaso expone este último argumento de Carvajal sin hacer ningún comentario: "Gonzalo Pizarro mandó que se preparasen todos para ir, al cuarto día, a Jaquijaguana, a cuatro leguas de la ciudad. Cuando lo supo Francisco de Carvajal, fue adonde él muy alterado, y le dijo: 'De ninguna manera le conviene a vuestra señoría ir a recibir a su enemigo, pues sería aliviarle el trabajo'. Pizarro le respondió que tenía elegido en Jaquijaguana un sitio muy bueno para dar la batalla, donde los enemigos solo podían atacar de frente, por lo que, con la artillería, esperaba desbaratarlos".

     Carvajal le dijo que Jaquijaguana  no era el único lugar apropiado, y que él le podía encontrar otros sitios tan buenos o mejores, pero que lo importante era cansar al enemigo: "Lo que yo pretendo es que estas cuatro leguas que vuestra señoría quiere andar en busca del enemigo, las camine hacia atrás, y le espere en el sitio llamado Orcos, a cinco leguas de aquí, para que ellos anden las unas y las otras, y verá su señoría la confusión y trabajo que a sus contrarios causa, pudiendo luego darles batalla, como desea, o seguir con la retirada, como yo le suplico".

     Y le explica entonces que le aconseja seguir retirándose para que pase el tiempo en el que un funesto augurio le pronostica su muerte (como lo cuenta, parece ser que también Gonzalo lo conocía): "Le suplico a su señoría que se retire, aunque solo sea por no menospreciar los pronósticos que le han echado los astrólogos, que han determinado el año de su vida en el que correrá grandísimo riesgo de perderla, y que, si sale de él, vivirá muchos años en gran felicidad. Ese año es el presente, y el día está cercano, y, por tanto, haga lo que es en beneficio de su vida retirándose hasta ver cumplido el plazo". Estas palabras no le hicieron mella a Gonzalo Pizarro: "Le contestó que de ninguna manera le aconsejase retirarse, porque a su reputación y honra les convenía seguir adelante, fuera cual fuera su destino, y dar fin a lo que tenía determinado, que era esperar a su enemigo en Jaquijaguana y dar la batalla, sin mirar la luna y las estrellas.

 

     (Imagen) Tendremos que decir algo sobre FRANCISCO DE AGUIRRE, entre otras cosas, por los enfrentamientos que tuvo con Juan Núñez de Prado. Nació, de familia noble, en Talavera de la Reina (Toledo) hacia el año 1500. Conoció en las guerras europeas a capitanes (como Pedro de Valdivia y Jerónimo de Alderete) que luego vivieron a su lado la aventura de Chile. Brilló militando el año 1525 en la famosa batalla de Pavía, que causó gran expectación internacional por el apresamiento del ambicioso y poco fiable rey francés Francisco I. También Francisco de Aguirre tuvo un carácter dominante y de pocos escrúpulos, que le impulsó, por ejemplo, a desplazar (como vimos) a Juan Núñez de Prado. Con el consentimiento del gobernador de Chile, Pedro de Valdivia, que le tenía un gran aprecio, le 'birló' los derechos que le había concedido Pedro de la Gasca en la zona argentina de Tucumán, y lo envió preso a Chile. Dejó abandonada la población de El Barco (fundada por Núñez en honor a La Gasca), y la refundó en cercanos terrenos de Chile, dándole el nombre de Santiago del Estero. Demostró entonces dotes de visionario, porque comprendió que por allí podía trazarse una ruta terrestre que uniese Lima con Buenos Aires. Después, otro personaje lúcido, Juan de Matienzo, consiguió, convenciendo al Rey, que se hiciera realidad (ver la imagen, ya mostrada anteriormente). Juan Núñez de Prado quedó libre de su injusta prisión, y el que anduvo luego envuelto en procesos judiciales fue Aguirre, siendo incluso investigado por la Inquisición, pero tampoco salió malparado, ya que Felipe II le premió sus muchos méritos devolviéndole su categoría de gobernador. Los de la Inquisición se tuvieron que conformar con que, en una ceremonia religiosa, renegara de sus herejías (que no debían de ser tales). Una de sus proezas fue la de triunfar contra los casi imbatibles mapuches, a pesar de que murieron dos hijos suyos luchando y él resultó gravemente herido. FRANCISCO DE AGUIRRE murió el año 1581, tras una larga y apasionante historia de conquistas y fundaciones, que quizá algún día podamos contar con más detalle tocando el tema general de la conquista de Chile.




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