(800) Francisco de Carvajal era
terrorífico cuando ostentaba un gran poder bajo el mando de Gonzalo Pizarro.
Pero le ocurrieron, como hemos visto, dos cosas fatales: quedar un poco
desplazado por su jefe y terminar preso tras la derrota en Jaquijaguana.
Entonces salió a flote el gran odio que le tenían muchos, incluso de los suyos,
gran parte de los cuales se habían pasado al bando de Pedro de la Gasca, y se
ensañaron al verlo indefenso: "A los gritos de los que llevaban preso a
Carvajal se unieron otros muchos de los de La Gasca, y, en lugar de consolarle
en su aflicción, le tocaban con las mechas encendidas en el pescuezo. Yendo
así, vio al capitán Diego Centeno, que volvía de dejar a buen recaudo en su
tienda a Gonzalo Pizarro, y le llamó en voz alta. Diego Centeno, volviendo el
rostro, le dijo que le pesaba mucho verlo así. Carvajal le respondió que,
siendo tan caballero y cristiano, esperaba de él que mandase que aquellos
gentiles hombres no hiciesen lo que estaban haciendo con las mechas. Como aun
en su presencia se desvergonzaban en hacerlo, creyendo que, siendo Carvajal tan
enemigo suyo, se alegraría de cualquier mal que le hiciesen, Diego Centeno
arremetió contra ellos, y les dio muchos cintarazos, pues eran todos gente muy
baja, marineros y grumetes que iban en aquel ejército para hacer cosas tan
viles". Varias veces en estas crónicas se ha hecho referencia a que los
marineros eran personas especialmente conflictivas, y eso que los soldados no
serían precisamente unos santos.
Los ruegos de atormentado preso surtieron
efecto: "Diego Centeno, después de haber apartado de Carvajal a aquellos
pícaros, mandó a dos de sus soldados que le acompañasen y que no consintiesen
que se le hiciese mal trato alguno. Entonces les vio el gobernador Pedro de
Valdivia, y le pidió a Diego Centeno que le dejara a él llevar a Carvajal ante
Pedro de la Gasca, por ser tan importante prisionero. Estuvo conforme, pero le
pidió que luego se lo devolviese a su tienda, donde debía permanecer preso.
Cuando Pedro de Valdivia se lo presentó, Pedro de la Gasca le reprendió por sus
tiranías y crueldades, y por haberlas hecho en contra del servicio a su
Majestad. Carvajal no respondió palabra, ni hizo ademán de humillarse, ni
muestra de escuchar lo que le decía, sino que miraba a una parte y a otra, con
una mirada tan grave y señorial como si fuera el señor de cuantos tenía
delante. Visto lo cual, el presidente La Gasca mandó que se lo llevasen de
allí, y lo pusiesen en una tienda aparte, de manera que Gonzalo Pizarro y él no
se volvieron a ver".
Y se fue fraguando también el triste
destino de los principales hombres que se mantuvieron fieles a Gonzalo Pizarro:
"Prendieron al resto de sus capitanes, a algunos aquel día y a otros
después, que no se escapó ninguno. Solamente el capitán Juan de la Torre
Villegas (aquel miserable que provocó
intencionadamente la ejecución del hermano del virrey) pudo esconderse en
el Cuzco durante cuatro meses en una choza pajiza de un indio, criado suyo. En
todo ese tiempo no se supo nada de él, como si se lo hubiera tragado la tierra,
hasta que un español lo descubrió sin saber quién era, y luego fue ahorcado
como los demás, aunque más tarde".
(Imagen) Los que se pasaron al bando de
Pedro de la Gasca antes de terminar la batalla de Jaquijaguana fueron
perdonados. Los que se mantuvieron en su rebeldía fueron castigados, y quienes
tuvieron alta graduación en el ejército enemigo, ejecutados. Pedro de la Gasca
informó que a Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal se les cortó la cabeza
casi de inmediato "para evitar el peligro de que huyeran, así como porque
se estimó que, mientras Gonzalo Pizarro viviera, no sería segura la paz".
También rápidamente, se ejecutaron a varios capitanes. Luego va indicando
castigos y ejecuciones posteriores: "Se azotó a delincuentes y se les
condenó a servir en las galeras de España, y a otros se les desterró
perpetuamente a Chile. Se ajustició al bachiller Castro, que fue muy secuaz de
Gonzalo Pizarro. Y a Diego Contias, que también lo era, y fue el que apresó al
mensajero Damián Hernández, llevándoselo a Francisco de Carvajal, quien lo
ahorcó después. Asimismo, a Gonzalo Morales, que también lo era, y había
apresado a Páez, antiguo secretario de Vaca de Castro, siendo ahorcado por Carvajal".
Después menciona a fray Luis de la Magdalena (el conflictivo clérigo del que ya
hablamos). A pesar de ser un mitinero nato, se salvó de la muerte por ser
clérigo. Se lo entregó al provincial de los dominicos, "el cual le condenó
a clausura perpetua, a graves ayunos y a otras penitencias". En el Cuzco
siguieron las ejecuciones, pero hubo dos casos similares y especiales: "El
dos de mayo se hizo justicia de Diego de Carvajal (muy seguidor de Gonzalo
Pizarro), que fue el que trajo al Cuzco con Francisco de Carvajal a las mujeres
de Arequipa (entre ellas, María Calderón,
a la que asesinó Francisco), y, porque una, que era mujer de Diego García
de Alfaro, se escondió, atormentó a su madre hasta que le dijo dónde estaba, y,
cuando la tuvo, según ella dice, la forzó, y, ultrajada por ello, tomó veneno,
y ha estado, desde que entramos en el Cuzco, a punto de morir". Por otro
caso parecido, se ejecutó a Antonio de Biedma, dándose la circunstancia de que
la violada murió tras haberse envenenado. La Gasca quiso premiar los servicios
de Pedro de Valdivia, y, solo 9 días después de la batalla de Jaquijaguana, lo
confirmó como Gobernador de Chile. Así consta en la imagen (casi ilegible).
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