(814) No le gustó nada al licenciado
Cianca la respuesta de Francisco Hernández Girón, y mandó al capitán López
Martín con seis soldados para que fuera en su busca y lo trajese preso al Cuzco.
No tardaron en llevárselo detenido, y Girón le insistió en que se había
marchado del Cuzco para no verse implicado en ningún motín, ya que sabía que
algunos querían que él lo encabezara. El cronista dice que jugaba 'a dos
manos', porque, sin duda, tenía intención de amotinarse cuando las
circunstancias fueran propicias. El licenciado Cianca le instruyó un expediente
de acusación, y le mandó con él a Girón, bajo palabra de no escapar, a Lima
para presentarse ante La Gasca. Como era costumbre en el diplomático clérigo,
lo recibió con una sonrisa de oreja a oreja, pero, conociendo sus
inclinaciones, le confió una tarea: "Para calmar la inquietud de su
belicoso ánimo, y para sacar de aquellas tierras un grupo de los muchos
soldados ociosos que había, le confió, con título de gobernador y capitán
general de lo que ganase, la conquista de la zona de los Chunchos". Inca
Garcilaso da por hecho que en Francisco Hernández Girón estaba ya arraigado el
propósito de rebelarse: "Recibió el encargo con grandísimo contento,
porque le daba la ocasión de ejercitar sus deseos, que siempre fueron los de
rebelarse contra el Rey, lo cual no hizo hasta que el presidente La Gasca se
embarcó para ir a España (que fue en
1550; la abierta rebeldía militar de Girón empezó en 1553)".
El cronista nos aporta también algún dato
más sobre lo que vimos de otros dos importantes pizarristas: "Llevaban
presos hacia el Cuzco a Francisco de Espinosa y Diego de Carvajal el Galán,
cuyas maldades conté anteriormente. De camino, habían escrito a Diego Centeno
suplicándole que intercediese por ellos para que no los matasen, pues bastaría
que los echasen del Perú. Diego Centeno les respondió que le gustaría mucho
hacer lo que le pedían, pero que, habiendo sido tan atroces sus delitos,
especialmente la quema de siete indios sin que tuvieran culpa alguna, le cerraban
la puerta de la misericordia ante los jueces, y quitaba a todos el ánimo para
interceder por cosas tan crueles. Pocos días después, llegaron al Cuzco, donde
los ahorcaron y, hechos cuartos, los pusieron por los caminos, con aplauso de
indios y españoles, porque la crueldad merece y pide tal pago".
Aunque conté anteriormente las
complicaciones por las que pasó Pedro de Valdivia para conseguir que Pedro de
la Gasca lo confirmara como Gobernador de Chile, añadiré, dada la importancia
de este gran personaje, el enfoque que Inca Garcilaso le da al asunto, y
algunos detalles complementarios que no conocíamos. No olvidemos que se le
puede considerar miembro de un glorioso cuarteto: Cortés, Pizarro, Valdivia y
Gonzalo Jiménez de Quesada (conquistador de Colombia).
Ya de entrada, comienza diciendo el
cronista: "Entre los grandes repartimientos y famosas mercedes que hizo
entonces el presidente La Gasca, estuvo la gobernación del reino del Chile que
le dio a Pedro de Valdivia, con título de Gobernador y Capitán General de aquel
gran reino, que tiene más de quinientas leguas de largo". Dada su
desproporción, ni menciona la anchura.
(Imagen) INFORME DE LA GASCA. 2.- Después
de enviarle al arzobispo Loaysa al Cuzco con la envenenada misión de comunicar
los repartos que se habían hecho, Pedro de La Gasca se fue a Lima, reconociendo
su miedo: "Salí para Lima, y no volví al Cuzco, tanto para evitar
enfrentamientos con algunos que, sobrados de codicia, me faltaran al respeto,
como para atender al sosiego de aquella ciudad y de su Audiencia. El día 4 de
setiembre (año 1548) vino el capitán
Alonso de Mendoza y me dijo que hubo una especie de motín en el Cuzco de
algunos a los que no se les pudo dar repartimiento, y que tuvo mucho que ver en
ello Francisco Hernández Girón, teniente de Belalcázar en Popayán, y que fue,
según dicen, quien le decidió a ejecutar a Jorge Robledo". Indica que
Girón había recibido un buen reparto (que había pertenecido a Gonzalo Pizarro),
porque "fue capitán del virrey en Quito, y también luchó en Jaquijaguana,
y en ambos casos sirvió bien al Rey". Estuvo a punto La Gasca de ir al
Cuzco para poner orden, pero "llegó una carta del arzobispo diciéndome que
todo se había tranquilizado tras haber ajusticiado a uno y apresado a muchos
otros". De pasada, hace un gran elogio de quien estaba al mando en el Cuzco:
"Le envié recado al licenciado Cianca (el cual todo lo hace muy bien, y es
de las mejores ayudas que he tenido y tengo), para que usase entero rigor en
castigar a quienes empezaron este motín, y he sabido que así lo ha hecho y que
tiene preso a Francisco Hernández Girón, y que no ha hallado en él tanta culpa
como se pensó, Y, ciertamente, sería justo que Su Majestad le haga mercedes a
Cianca, no solo por lo que ha servido
como juez y letrado, sino también con sus armas y caballo, e incluso por
lo que en la guerra ha gastado. Por eso se lo suplico a su Majestad, pues Dios
me es testigo de que esto no lo digo por petición suya, sino por lo que debo a
la verdad y a la justicia". Poco se imaginaba el licenciado ANDRÉS DE
CIANCA (a quien ya dediqué una imagen) que, seis años después, él y Girón
serían mortales enemigos, que vencería al rebelde, y que lo ejecutaría. Lo
derrotó en Pucará, a 4.000 metros sobre el nivel del mar, donde hubo otra
famosa batalla, pero en 1882, venciendo los peruanos a los chilenos en
conflictos fronterizos.
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