(807) No cabe duda de que Inca Garcilaso
apreciaba mucho a Gonzalo Pizarro, y, en cierto sentido, también a Francisco de
Carvajal. Quizá, influido por lo que le oía desde niño a su padre, Sebastián
Garcilaso de la Vega, le quedara una tendencia a admirar sus grandes cualidades
(que las tenían), y con pocas ganas de fijarse en sus defectos. Y sigue con las
alabanzas. "Gonzalo Pizarro dio muchos repartimientos de indios, y murió
tan pobre como se ha dicho. Fue buen cristiano, devotísimo de Nuestra Señora la
Virgen María. Jamás le pidieron cosa que la negase, por muy importante que
fuese, si se hacía por amor de Nuestra Señora. Sabiendo esto Francisco de
Carvajal y sus capitanes, cuando habían de matar a alguno de sus enemigos que
lo mereciese, tomaban medidas con tiempo suficiente, para que nadie fuese
adonde Gonzalo Pizarro pidiéndole que le perdonase la vida, porque sabían que,
rogándoselo por Nuestra Señora, no se había de negar. Por sus virtudes morales
y hazañas militares, fue muy amado por todos, y, aunque fue necesario quitarle
la vida, a todos en general les pesó su muerte. Y así, jamás oí después a nadie
que hablase mal de él, sino todos bien, y con mucho respeto".
Va a empezar a hablar Inca Garcilaso de lo
que pasó tras la victoria del ejército del Rey, pero empieza exagerando la
importancia de los conflictos posteriores, pues ninguno tuvo la enorme gravedad
de las guerras civiles que hemos contemplado: "Con la muerte de Gonzalo
Pizarro y sus capitanes, no quedó libre de levantamientos el imperio del Perú,
sino con mayores escándalos, como veremos. Habida la victoria de la batalla de
Jaquijaguana, el presidente La Gasca envió aquel mismo día a los capitanes
Hernando Mejía de Guzmán y Martín de Robles al Cuzco, para prender a los que
hubiesen huido de Gonzalo Pizarro, y para impedir que muchos soldados del
ejército vencedor saqueasen aquella ciudad, pues se creían que, con la victoria
alcanzada, tenían libertad para hacer de los enemigos lo que quisiesen".
Pedro de la Gasca entró en el Cuzco dos días después. Desde allí, envió a la
zona de las Charcas al capitán Alonso de Mendoza, con orden de apresar a
Francisco de Espinosa y Diego de Carvajal, el Galán, capitanes de Gonzalo
Pizarro. Nombró gobernador de aquella zona al licenciado Polo Ondegardo,
mandándole que castigase a los que hubiesen ayudado a Gonzalo Pizarro. Pero
también, cosa curiosa, a los 'tibios' que no hubiesen sido partidarios de
ninguno de los dos bandos, calificados por la gente como 'mirones'; su castigo
sería económico. Iba con Ondegardo Gabriel de Rojas como tesorero (quien luego,
como contó Pedro de la Gasca, "murió de dolor de costado"). En la
ciudad del Cuzco, le rindieron honores con una gran celebración a Pedro de la
Gasca por la gran victoria que había obtenido. Algo que quedó grabado
indeleblemente en la memoria de Inca Garcilaso, entonces un niño de nueve años:
"Se hicieron fiestas muy costosas, de toros y juegos de cañas. El
presidente La Gasca estuvo viéndolas en el corredorcillo de las casas de mi
padre, donde yo miré su persona, como ya dije".
(Imagen) Embalado con su entusiasmo a la
hora de ensalzar las virtudes que Gonzalo Pizarro tenía, Inca Garcilaso va a
cometer un desliz: "Al decir el cronista Palentino que hubo algunos que
insistieron en que se le debía hacer cuartos al cuerpo de Gonzalo Pizarro, para
ponerlos en los caminos del Cuzco, y que el presidente La Gasca no lo concedió,
se basó en una información falsísima que le dieron a él, pues nunca tal cosa se
imaginó". Inca Garcilaso, para hacer este apasionado reproche, se basó en
dos argumentos muy débiles, o quizá, sin más, quisiera tapar el asunto:
"Si hubiese pasado así, después, en sana paz, se habría hablado de ello,
como se hablaba de otras cosas más secretas, y yo lo habría oído, pero nunca se
mencionó. Además, todos los que se reunieron para opinar sobre su condena a
muerte (salvo el presidente La Gasca) debían muy mucho a Gonzalo Pizarro, ya
que habían recibido grandes beneficios de su mano, por lo que no tenían motivo
alguno para deshonrarlo, y les bastó consentir en su muerte, para servicio de
Su Majestad y quietud de aquel imperio". Pero el Palentino había leído las
cartas de Pedro de La Gasca (todo indica que Inca Garcilaso no las conoció), el
cual, en su informe enviado al secretario del Rey 24 días después de la muerte
de Gonzalo Pizarro, decía (como ya vimos): "El día diez de abril (año 1548), se le cortó la cabeza a
Gonzalo Pizarro, por traidor, y, aunque a algunos les pareció que había que
hacerle cuartos, no lo creí justo, por el respeto que se debía al Marqués Don
Francisco Pizarro, su hermano. Murió bien, con reconocimiento de los errores
que, contra Dios, su Rey y sus prójimos, había cometido". No solo se
equivoca Inca Garcilaso, sino que, además, no sabe que La Gasca le habría hecho
cuartos de no ser por la memoria de su hermano Francisco. Era algo muy
ignominioso, de lo que no se libró Francisco de Carvajal, quien, incluso, fue
más deshonrado, puesto que, en lugar de decapitarlo, lo ahorcaron previamente.
Este tipo de macabra exposición fue un espectáculo habitual, incluso para los
niños, en las poblaciones europeas de aquel tiempo. Así terminó, por ejemplo,
Gabriel de Espinosa, el llamado Pastelero de Madrigal (de las Altas Torres),
quien, haciéndose pasar por el desaparecido rey Sebastián I de Portugal,
pretendió disputarle ese reino vacante a Felipe II.
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