(815) Está claro que Pedro de Valdivia no
fue a Perú expresamente con la intención de participar en las guerras civiles.
Tenía ya mucha heroica labor hecha en Chile, y lo que ansiaba era que Pedro de
la Gasca le otorgara, en nombre del Rey, el título de gobernador de aquellas
tierras. Cuando llegó a Perú quiso reforzar su candidatura apoyando a quien
servía a Carlos V, porque era evidente que la loca aventura de Gonzalo Pizarro
no tenía futuro para él. El mejor aval era luchar bajo el mando de Pedro de la
Gasca, y arriesgó su vida en el empeño. La versión que recoge Inca Garcilaso de
otros cronistas amplía datos, pero resulta un poco extraña. Como ya sabemos,
Pedro de Valdivia tuvo un problema cuando iba a partir hacia Chile con su
flamante título de gobernador: "Le avisaron a Pedro de la Gasca de que
Valdivia había embarcado hacia Chile a algunos que habían sido desterrados del
Perú, y otros que fueron condenados a galeras, por haber sido todos ellos
partidarios de Gonzalo Pizarro, y de algunos desacatos que iban haciendo contra
él por el camino. Entonces envió a Pedro de Hinojosa para que trajese preso a
Valdivia". Lo tuvo fácil Hinojosa porque Valdivia confiaba en su amistad.
Ocurrió también que, cuando lo había recibido preso Pedro de la Gasca, llegaron
unos chilenos encargados de reclamarle a Valdivia el dinero del que, como ya
sabemos, se había apropiado en Chile abusando de la confianza de unos
conquistadores, y presentaron, en nombre de los perjudicados, las acusaciones
ante Pedro de la Gasca.
La novedad que aporta la versión de Inca
Garcilaso es que La Gasca buscó la manera de salir de aquel embrollo. Recordemos
que le presentaron otras acusaciones 'de propina': entre ellas, que Valdivia
había cometido un asesinato, y que vivía amancebado (con la extraordinaria Inés
Suarez) mientras tenía una esposa en España. La Gasca estaba confuso:
"Consideraba que, si condenaba a Valdivia, le impedía el viaje, lo cual le
parecía un gran inconveniente para el Perú, por la gente ociosa que con él iba.
Por otra parte, si se probaba que Valdivia era culpable de haber tomado el oro
y no se lo devolvía a sus dueños, él quedaría con la mancha de haber sido
injusto". La única solución que encontró fue preparar por su cuenta una
investigación poco rigurosa. No aceptó como testigos a los que representaban a
los denunciantes, amparándose en que no estaba firmado e documento, y quizá también
en que no tenían poderes notariales, por lo que le pidió a Valdivia que
presentara su propia defensa: "El cual redactó un largo escrito, y Pedro
de la Gasca, no hallando por la información ninguna cosa probada, aunque hubo
indicios de que había sido partidario de Gonzalo Pizarro, le permitió seguir su
viaje y ocuparse de la conquista y gobernación de Chile, pidiéndole a Valdivia
que devolviese el oro a quienes se lo reclamaban judicialmente. Pedro de
Valdivia prometió hacerlo, y partió luego para Chile". No sabemos hasta
qué punto cumplió, pero sí hubo algo que no pudo evitar. Por imposición de La
Gasca, tuvo que romper su relación con Inés Suárez, y traer desde España a su
legítima mujer, Marina Ortiz de Gaete, la cual llegó cuando ya había muerto su
marido, pero se quedó en Santiago de Chile, hasta fallecer el año 1592.
(Imagen) No es justo que dejemos atrás a
la mujer de Pedro de Valdivia, MARINA ORTIZ DE GAETE, quien tuvo una vida nada
fácil, y de la que nadie se acuerda. Nació el año 1509 en Zalamea de la Serena
(Badajoz). Pedro de Valdivia, que le llevaba doce años y era de un pueblo
cercano, se casó con ella en 1527. Da la sensación de que, casi de inmediato,
empezó la inacabable soledad de Marina. Se sabe que Pedro, ansioso de gloria,
anduvo unos años arriesgando el pellejo por Flandes e Italia al servicio de
Carlos V, y que, cuando volvió, apenas tuvo tiempo de ver a su esposa, puesto
que el año 1535 desembarcó en las Indias con su principal bagaje: la valía de
un experto hombre de acción. Acaba de decirnos Inca Garcilaso que Pedro de la
Gasca le impuso a Valdivia, por sentencia, ciertas obligaciones, para nombrarlo
Gobernador de Chile, pero no menciona que una de ellas era la de abandonar a
Inés Suárez, que había sido su amante por más de diez años, y traer de España a
Marina, para hacer vida matrimonial con ella. Pedro cumplió la orden, y le
envió abundante dinero a su mujer el año 1553, para que se juntase con él en
Chile y pudiese hacer el viaje con los parientes que ella quisiera. Tras casi
20 años de guardada ausencia, el alegrón de Marina fue enorme, pero el mazazo
que recibió al desembarcar en Panamá, tremendo: los araucanos habían matado a
Pedro de forma horrenda. Sentiría que se había quedado viuda el mismo día de su
boda. Sin embargo, tuvo el coraje de continuar su marcha hacia las muy lejanas
tierras de Chile. Se encontró allí con grandes dificultades económicas, porque
Pedro dejó muchas deudas pendientes por sus gastos en las conquistas. Ella le
pidió ayuda al Rey, diciéndole que heredó de Pedro una encomienda en una zona
imposible de aprovechar porque los indios estaban en rebeldía, "en cuyo
sometimiento perdí cinco sobrinos que para mí eran como hijos". Tras
muchos años de súplica, se le otorgó en 1589 una pensión vitalicia, cuyo
disfrute le duró poco, pues murió, en 1592, a la edad de 83 años, sin tener
descendencia ni haberse casado de nuevo. En la imagen vemos la clara firma de
DOÑA MARINA ORTIZ DE GAETE. Falleció en Santiago de Chile, y fue enterrada en
la iglesia de San Francisco, donde ella tenía, y no es de extrañar, especial
devoción a la Virgen de la Soledad.
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