lunes, 14 de septiembre de 2020

(Día 1213) Francisco de Carvajal mostró lo mejor y lo peor de su persona cuando lo ejecutaron de forma ignominiosa.

 

    (803) Siguiendo su compromiso con la verdad, Inca Garcilaso asegura que bastantes de las macabras ironías que se le atribuyeron a Francisco de Carvajal fueron inventadas como consecuencia de su siniestra fama (bien merecida), y luego recogidas sin contrastar por algunos cronistas. Él se limitará a contar lo que oyó a testigos serios: "Yo diré lo que oí a los que se hallaron con él, entre los cuales me crie desde los nueve años que cumplí cuando sucedió (9 de abril de 1548, batalla de Jaquijaguana), hasta los veinte años, en que salí hacia España (recién muerto su padre). El día en que lo ejecutaron (día 10), muy de mañana, llamó a Pedro López de Cazalla (pariente próximo del cronista Cieza de León), secretario de La Gasca, con el cual habló despacio y a solas, y le mostró tres esmeraldas (eran muy valiosas), rogándole que dos de ellas se las devolviera a sus dueños. Cogió luego la tercera y le dijo: 'Esta, que es la menor, es mía, me costó dos mil pesos (casi equivalente a 6 kilos de oro), y suplico a vuestra merced que se venda, para que el dinero obtenido se dedique a misas por mi ánima, para que Nuestro Señor se duela de ella y me perdone. Luego le dijo: 'Señor, yo no empecé esta guerra, ni fui su causa, mas, al contrario, iba camino de España, hui muchas leguas, pero no pude escaparme, y luego asumí la parte que me cupo, como lo habría hecho cualquier buen soldado, y como lo hice en servicio del Emperador cuando fui sargento mayor del licenciado Vaca de Castro, gobernador de Su Majestad. Yo no robé a nadie. Tomaba lo que me daban voluntariamente. Y, al final, me quitaron a mí eso y lo que tenía antes de la guerra'. Con esto, acabaron la plática". Si el valor de las esmeraldas era tan desorbitado, resulta llamativo que llegaran a alcanzarlo, sobre todo sabiendo que los españoles tardaron en darse cuenta de que iban a ser muy apreciadas. En cuanto a lo que cuenta Inca Garcilaso sobre Carvajal, podemos dar por ciertos los hechos, pero debería haber hecho algún comentario sobre el engaño o autoengaño de Carvajal a la hora de justificarse. Él mató a mucha gente arbitrariamente y sin darles opción a confesarse, y, aunque fue cierto que se vio forzado a participar en las guerras, la elección que hizo al seguir a Pizarro fue completamente libre.

     Luego describe la deshonrosa muerte que le aplicaron a Carvajal. Por petición suya, le enviaron un confesor después del mediodía, con el que estuvo toda la tarde, a pesar de las prisas que había en ejecutarle. Su deseo era salir de noche, pero no se lo consintieron: "El oidor Cianca y el maestre de campo, Alonso de Alvarado, que eran los jueces, mandaron que saliera. Lo metieron en una petaca en vez de un serón, la cosieron, y no le quedó fuera más que la cabeza. La ataron a dos acémilas para que lo llevasen arrastrando (se hacía en las ejecuciones humillantes). En los primeros pasos de las acémilas, dio Carvajal con el rostro en el suelo, y, alzando la cabeza, dijo como pudo: 'Miren vuestras mercedes que soy cristiano'. De inmediato, treinta soldados de los de Diego Centeno lo levantaron del suelo, y a uno de ellos le oí decir que lo llevaron hasta el pie de la horca, y que por el camino iba rezando en latín. De esta manera llegaron al lugar donde le ahorcaron, y él recibió la muerte son toda humildad, sin hablar palabra. Así acabó el bravo Francisco de Carvajal".

 

     (Imagen) El cronista Pedro Pizarro anota al final de su texto una reducida reseña sobre FRANCISCO DE CARVAJAL, personaje para él inolvidable, porque faltó poco para que el cruel anciano lo matara. Pero era un hombre multifacético, de gran personalidad, irónico y muy amigo de sus amigos, aunque ponía por encima de todo el objetivo de la victoria: "Francisco de Carvajal era muy lenguaraz, hablaba con inteligencia y a gusto de los que le oían; era hombre sabio, sagaz, cruel y muy experto en la guerra". Habla después de su fallido viaje: "Enterado de que Gonzalo Pizarro se rebelaba, fue a Lima para embarcarse hacia España, pero el virrey había ordenado que nadie saliese hasta que él llegara. Supo que había un barco en Arequipa, vino a mi casa, me dio dinero con el fin de que se lo entregase al maestre de la nave para que lo llevase a Panamá, pero no quiso, porque era del bando de Gonzalo Pizarro. Cuando se lo conté, dijo: 'Pues ya que el maestre no quiere llevarme, juro que haré de Gonzalo tan buen Gonzalo, que los nacidos se espantarán'. Y me dijo que me preparara, porque Gonzalo vendría a por mí y a por todos los vecinos de Arequipa. Y así fue. Este hospedaje que le di a Carvajal me dio la vida, pues después me tuvo preso dos veces para matarme, y, a la segunda, me dijo: 'Señor, ya van dos. Os juro que, si otra vez os tengo en mis manos, que sea Dios quien os dé la vida'. Aun así, me salvó otra vez pidiéndole a Gonzalo que no me matara cuando supo que iba a servir al Rey, aunque me quitó los indios y me desterró". Habla también de las barbaridades hechas por Carvajal que ya conocemos, y, con más datos, de una ejecución especialmente grave en aquellos tiempos: "Tras vencer en Huarina, ahorcó a un fraile en una losa que estaba hincada sobre una sepultura de los indios. Colgado el fraile, le dijo a Gonzalo Pizarro: 'Le voy a mostrar a su señoría a un fraile que está guardando una sepultura'. Al verlo, le dijo: 'Que el diablo os lleve. ¿Por qué habéis hecho esto?'. Y le contestó: 'Este fraile corría mucho, traía cartas del capellán La Gasca a Centeno verde (siempre irónico), y convenía que descansara un poco'. Yo no quise ver a Carvajal cuando murió, pues le di palabra de no hacerlo".




No hay comentarios:

Publicar un comentario