miércoles, 23 de septiembre de 2020

(Día 1221) Fracasó un motín causado por haberse distribuido injustamente las recompensas. Otro 'apaño' problemático fue obligar a casarse a las viudas, pues hubo emparejamientos desastrosos.

 

     (811) Los ánimos estaban peligrosamente alterados por lo que consideraban una estafa de Pedro de la Gasca: "Finalmente, hablaron de amotinarse prendiendo al arzobispo, al oidor Cianca, a Hinojosa, a Centeno y a Alvarado, y rogar al presidente La Gasca que les diese parte a todos en los repartimientos, porque, si no, los tomarían ellos". Por lo que hemos visto en la imagen anterior, poco después Alvarado se unió a la protesta de los agraviados, pero, de momento, fue castigada: "Se descubrió enseguida su intención, y Cianca apresó y castigó a los cabecillas del motín, con lo que todo se apaciguó".

     Después ocurrió algo impensable en los tiempos actuales, pero que tenía como objetivo mantener la estabilidad social: "Como en las guerras pasadas habían muerto muchos vecinos que tenían encomiendas de indios, heredándolas sus mujeres, y con el fin de que no se casasen con hombres que no lucharon al servicio de su Majestad, los gobernadores hablaron de elegirles sus nuevos maridos, y así lo hicieron en todo el Perú (muy romántico). Muchas viudas pasaron por ello. A otras, les sentó muy mal, porque les asignaron maridos más viejos que los que tuvieron. A la mujer de Alonso de Toro, que fue maestre de campo de Gonzalo Pizarro, la casaron con Pedro López de Cazalla, secretario del presidente La Gasca". Luego cuenta lo que le pasó (y ya conocemos) con la viuda de Martín de Bustinza, que era de noble estirpe inca, la cual se resistió mucho a casarse con Diego Hernández porque había sido sastre en tiempos pasados (los sastres y los médicos fueron objeto de muchas críticas zumbonas por parte del gran escritor Quevedo). La tuvo que convencer su noble hermano Don Cristóbal Paullu, con el prosaico argumento de que no convenía enfadar a los españoles. Y añade el cronista: "Con esto, pasó la boda adelante, y se celebró en casa de diego de los Ríos, vecino del Cuzco, y los casados aún hacían vida maridable (unos doce años después) cuando salí de esa ciudad para venir a España".

     También algunos hombres se arrepentían de eso matrimonios por interés: "Otros casamientos semejantes se hicieron para dar encomiendas de indios a los que las solicitaban, pagándoles con hacienda ajena sus servicios a la Corona, aunque entre ellos también hubo muchos descontentos; unos porque les tocó poca renta, y otro por la fealdad de las mujeres, pues en este mundo no se halla contento que sea entero".

     La Gasca, amarrado por sus promesas, resultó inevitablemente injusto. Tuvo que perdonar lo imperdonable y quitar a unos para dar a otros, pero fue el precio de la victoria. Por unas razones o por otras, había mucha gente insatisfecha, y ya se podían adivinar en el horizonte amenazantes nubarrones de rebeldía. Esa fue la causa del amago de motín. Hubo premios verdaderamente irritantes, como los que recibió Pedro de Hinojosa por haberle entregado la armada de Gonzalo Pizarro a Pedro de la Gasca: una encomienda de indios que había sido del propio Gonzalo, con la enorme rentabilidad de cien mil pesos al año, y una mina de plata de gran producción (aunque dice el cronista que en Perú valía más que la plata el hierro, por la escasez de este mineral), con lo que sus rentas anuales llegaban hasta los doscientos mil pesos.

 

     (Imagen) No tiene desperdicio ese informe que Pedro de la Gasca (quien todo lo anotaba) le envió al Rey cinco meses después de derrotar y ejecutar a Gonzalo Pizarro; así que seguiré dedicándole varias imágenes. La Gasca iba adjudicando escribanías que habían sido utilizadas sin título por seguidores de Gonzalo Pizarro: "El día 9, nombré escribano para el Cuzco a Juan Martínez Jaimes, muy servidor de Su Majestad, el cual, tras sufrir junto a Diego Centeno la derrota de Huarina, fue apresado por los de Gonzalo Pizarro, y lo quisieron matar, pero pudo huir para poder seguir sirviendo al Rey". Hace una referencia, con especial sentimiento, al gran alavés PASCUAL DE ANDAGOYA (del que ya hablamos), quien, además de gobernador, fue cronista, y estuvo a punto, muchos años antes, de ser él quien descubriera el imperio de Perú, pero tuvo que dejar paso libre a Pizarro porque enfermó. La Gasca nos revela que no pudo con otro achaque: "El día 18 (de setiembre de 1548), falleció en el Cuzco el Adelantado Andagoya (con 53 años) de una calentura que le sobrevino después de parecer haberse curado de una quebradura de pierna. A todos nos dio mucha pena, por ser tan buen hombre y tan servidor de Su Majestad. El día 19, se ejecutó a Francisco Martín, que fue muy secuaz de Gonzalo Pizarro, y uno de los que prendieron al virrey, y le dijo palabras de gran desacato". Acto seguido, La Gasca hace referencia a algo sorprendente. Era raro ejecutar a un clérigo, pero nos muestra que, a veces, los juzgaban los obispos, los condenaban a muerte y los entregaban a la autoridad civil para que les quitara la vida: "El día 24, pronunció una sentencia el obispo del Cuzco (Juan Solano), después de misa mayor, por la que procedimos a ejecutar  a Juan Coronel, canónigo que fue de Quito, gran secuaz de Gonzalo Pizarro, y autor de un libro en defensa de su rebelión, que tituló en latín 'De bello iusto' (Acerca de la guerra justa). Era aquel clérigo al que envió Gonzalo Pizarro para espiar cuántos soldados teníamos. El día 29, pronunció el obispo del Cuzco, en la iglesia, una sentencia por la que ejecutamos a Juan de Sosa, sacerdote que fue muy gran secuaz de Gonzalo Pizarro, y uno de los que llegó con Francisco Gutiérrez a la campaña de Veragua, donde, según se dice, se gastó gran suma de dinero".




No hay comentarios:

Publicar un comentario