(811) Los ánimos estaban peligrosamente
alterados por lo que consideraban una estafa de Pedro de la Gasca:
"Finalmente, hablaron de amotinarse prendiendo al arzobispo, al oidor
Cianca, a Hinojosa, a Centeno y a Alvarado, y rogar al presidente La Gasca que
les diese parte a todos en los repartimientos, porque, si no, los tomarían
ellos". Por lo que hemos visto en la imagen anterior, poco después
Alvarado se unió a la protesta de los agraviados, pero, de momento, fue
castigada: "Se descubrió enseguida su intención, y Cianca apresó y castigó
a los cabecillas del motín, con lo que todo se apaciguó".
Después ocurrió algo impensable en los
tiempos actuales, pero que tenía como objetivo mantener la estabilidad social:
"Como en las guerras pasadas habían muerto muchos vecinos que tenían
encomiendas de indios, heredándolas sus mujeres, y con el fin de que no se
casasen con hombres que no lucharon al servicio de su Majestad, los
gobernadores hablaron de elegirles sus nuevos maridos, y así lo hicieron en
todo el Perú (muy romántico). Muchas
viudas pasaron por ello. A otras, les sentó muy mal, porque les asignaron
maridos más viejos que los que tuvieron. A la mujer de Alonso de Toro, que fue
maestre de campo de Gonzalo Pizarro, la casaron con Pedro López de Cazalla,
secretario del presidente La Gasca". Luego cuenta lo que le pasó (y ya
conocemos) con la viuda de Martín de Bustinza, que era de noble estirpe inca,
la cual se resistió mucho a casarse con Diego Hernández porque había sido
sastre en tiempos pasados (los sastres y los médicos fueron objeto de muchas
críticas zumbonas por parte del gran escritor Quevedo). La tuvo que convencer
su noble hermano Don Cristóbal Paullu, con el prosaico argumento de que no
convenía enfadar a los españoles. Y añade el cronista: "Con esto, pasó la
boda adelante, y se celebró en casa de diego de los Ríos, vecino del Cuzco, y
los casados aún hacían vida maridable (unos
doce años después) cuando salí de esa ciudad para venir a España".
También algunos hombres se arrepentían de
eso matrimonios por interés: "Otros casamientos semejantes se hicieron
para dar encomiendas de indios a los que las solicitaban, pagándoles con
hacienda ajena sus servicios a la Corona, aunque entre ellos también hubo
muchos descontentos; unos porque les tocó poca renta, y otro por la fealdad de
las mujeres, pues en este mundo no se halla contento que sea entero".
La Gasca, amarrado por sus promesas,
resultó inevitablemente injusto. Tuvo que perdonar lo imperdonable y quitar a
unos para dar a otros, pero fue el precio de la victoria. Por unas razones o
por otras, había mucha gente insatisfecha, y ya se podían adivinar en el
horizonte amenazantes nubarrones de rebeldía. Esa fue la causa del amago de
motín. Hubo premios verdaderamente irritantes, como los que recibió Pedro de
Hinojosa por haberle entregado la armada de Gonzalo Pizarro a Pedro de la Gasca:
una encomienda de indios que había sido del propio Gonzalo, con la enorme
rentabilidad de cien mil pesos al año, y una mina de plata de gran producción
(aunque dice el cronista que en Perú valía más que la plata el hierro, por la
escasez de este mineral), con lo que sus rentas anuales llegaban hasta los
doscientos mil pesos.
(Imagen) No tiene desperdicio ese informe
que Pedro de la Gasca (quien todo lo anotaba) le envió al Rey cinco meses
después de derrotar y ejecutar a Gonzalo Pizarro; así que seguiré dedicándole
varias imágenes. La Gasca iba adjudicando escribanías que habían sido utilizadas
sin título por seguidores de Gonzalo Pizarro: "El día 9, nombré escribano
para el Cuzco a Juan Martínez Jaimes, muy servidor de Su Majestad, el cual,
tras sufrir junto a Diego Centeno la derrota de Huarina, fue apresado por los
de Gonzalo Pizarro, y lo quisieron matar, pero pudo huir para poder seguir
sirviendo al Rey". Hace una referencia, con especial sentimiento, al gran
alavés PASCUAL DE ANDAGOYA (del que ya hablamos), quien, además de gobernador,
fue cronista, y estuvo a punto, muchos años antes, de ser él quien descubriera
el imperio de Perú, pero tuvo que dejar paso libre a Pizarro porque enfermó. La
Gasca nos revela que no pudo con otro achaque: "El día 18 (de setiembre de 1548), falleció en el
Cuzco el Adelantado Andagoya (con 53 años)
de una calentura que le sobrevino después de parecer haberse curado de una
quebradura de pierna. A todos nos dio mucha pena, por ser tan buen hombre y tan
servidor de Su Majestad. El día 19, se ejecutó a Francisco Martín, que fue muy
secuaz de Gonzalo Pizarro, y uno de los que prendieron al virrey, y le dijo
palabras de gran desacato". Acto seguido, La Gasca hace referencia a algo
sorprendente. Era raro ejecutar a un clérigo, pero nos muestra que, a veces,
los juzgaban los obispos, los condenaban a muerte y los entregaban a la
autoridad civil para que les quitara la vida: "El día 24, pronunció una
sentencia el obispo del Cuzco (Juan
Solano), después de misa mayor, por la que procedimos a ejecutar a Juan Coronel, canónigo que fue de Quito,
gran secuaz de Gonzalo Pizarro, y autor de un libro en defensa de su rebelión,
que tituló en latín 'De bello iusto' (Acerca
de la guerra justa). Era aquel clérigo al que envió Gonzalo Pizarro para
espiar cuántos soldados teníamos. El día 29, pronunció el obispo del Cuzco, en
la iglesia, una sentencia por la que ejecutamos a Juan de Sosa, sacerdote que
fue muy gran secuaz de Gonzalo Pizarro, y uno de los que llegó con Francisco
Gutiérrez a la campaña de Veragua, donde, según se dice, se gastó gran suma de
dinero".
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