(824) Inca Garcilaso termina la narración
de la rebeldía de los Contreras con un párrafo que hace poner en duda, según la
opinión de algunos vecinos de León de Nicaragua, la ecuanimidad del obispo fray
Antonio de Valdivieso, pero su historial obliga a suponer que el balance de su
vida fue mucho más positivo que negativo, teniendo, además, en cuenta que se
buscó poderosos enemigos por el hecho de defender a los indios: "De
aquellos hechos, solo se podía esperar este fin tan malo, porque su principio
fue con la muerte de un obispo, cosa tan horrenda y abominable. Aunque después
quisieron algunos disculpar a los matadores, dando por causas la mala condición
y peor lengua del obispo, como si forzase a quitarle la vida, no hay disculpa
alguna para hacer un hecho tan malo, y ya hemos visto cómo lo pagaron".
Pedro de la Gasca se alarmó por hechos tan
sorprendentes: "Se afligió grandemente considerando que, como final de su
estancia en las Indias, hubiese ocurrido algo tan extraño y un peligro tan
inesperado. Procuró poner a salvo el tesoro que llevaba consigo, y preparó a su
gente para volver a Panamá. Partió de inmediato de Nombre de Dios, y, en la primera
jornada, tuvo las buenas noticias de lo sucedido en Panamá por la muerte de
Juan Bermejo y de Salguero, así como por la huida de Hernando y Pedro de
Contreras. Con lo cual se consoló, y siguió su camino dando gracias a Nuestro
Señor por cosas tan señaladas y dichosas". Hasta le resultó rentable a La
Gasca en Panamá la abortada rebelión, porque, del botín que habían amontonado
los rebeldes, solo se les permitió recuperar su parte a quienes demostraran ser
sus dueños, lo que únicamente se podía hacer con el oro o la plata marcados por
ellos. Y sigue contando el cronista: "El presidente La Gasca, habiendo
recogido el tesoro, mandó castigar a algunos delincuentes que habían tomado
parte de él. Hizo también poner en la picota la cabeza de Hernando de Contreras
dentro de una jaula de hierro. No pudo
castigar a ninguno de los rebeldes porque, cuando llegó a Panamá, ya habían
muerto todos. Estando ya todo resuelto, el presidente La Gasca se embarcó con todo aquel tesoro para España,
y, una vez llegado, fue a Alemania para informar de todo a Su Majestad, quien ya le había nombrado
obispo de Palencia, por muerte de Don Luis Cabeza de Vaca, donde residió hasta
el año 1561, cuando el católico Rey Don Felipe II, le dio el obispado de
Sigüenza, y lo tuvo hasta el mes de noviembre de 1567, año en el que Dios fue
servido de llevarlo de esta presente vida. Como se ha dicho, así acabó aquel
insigne varón, digno de eterna memoria, que, con su buena fortuna, maña,
prudencia, consejo y demás cualidades, conquistó y ganó de nuevo un imperio de
mil trescientas leguas de largo, y se lo restituyó al Emperador Carlos V, con
todo el tesoro que de allá traía".
Y así fue como terminó la aventura
inigualable de Pedro de la Gasca. El cronista López de Gómara dice que
"llegó a España en julio del año 1550, con grandísima riqueza para el
Emperador, y reputación para sí". Su viaje a Alemania se debió al gran
deseo que tenía Carlos V de recibirlo en persona, felicitarle por sus enormes
logros y escuchar de su propia boca las incidencias de la sensacional aventura
que protagonizó aquel clérigo de físico contrahecho, pero alma de gigante. Tuvo
defectos y cometió errores, sobre todo al distribuir las recompensas a sus
capitanes y soldados, pero acertó de lleno en lo principal, cosa nada fácil.
Chapeau.
(Imagen) Según se lo cuenta Alonso de los
Ríos a Pedro de la Gasca, el asesinato del obispo FRAY ANTONIO DE VALDIVIESO
fue de gran brutalidad. Tenía una especial gravedad por tratarse de un clérigo
que, además, ostentaba la categoría de obispo, resultando algo tan escandaloso
como el asesinato del que fue víctima el virrey Blasco Núñez Vela. Así lo
narra: "Ocurrió que unos tomaron el cofre del obispo, y Hernando de
Contreras le dio una estocada a la altura del corazón. El obispo se abrazó a
él, le agarró la espada con las dos manos, y, del empujón, cayó Hernando de
Contreras en tierra, y el obispo encima. Entonces Contreras pasó la espada a la
mano izquierda, tomó su daga y le dio cinco puñaladas en la cabeza, quedando en
ella partida la mitad de la daga. Luego el fraile Castañeda y Diego Nieto le
hicieron más heridas, dicen que muy fieras, pues le descubrieron las entrañas,
y una estocada le pasó de lado a lado. Dios quiso que estuvieran con él el
vicario de San Pablo y un canónigo, y pidieron a los asesinos que lo dejaran
confesarse, pero respondió Hernando de Contreras que no lo permitiría. Entonces
dijo el obispo: 'Por amor de Dios, hacedlo'. Luego ellos, dándole por muerto,
se fueron. El obispo, hincado de rodillas, confesó sus pecados con toda
contrición, y el canónigo le absolvió. Después, abrazado al crucifijo y tras
haber dicho que perdonaba a los que le mataron, bajó la cabeza, y se le salió
el alma al mismo tiempo". Alonso de los Ríos no se olvidó en su carta de
otra desamparada víctima. "Le digo también a vuestra señoría que, puesto
que a la señora Catalina Álvarez de Calvente le mataron un hijo que era obispo,
es justo que se mire por ella, y que vuestra señoría la tome bajo su amparo,
para que se le respete la categoría de ser madre de obispo y los pocos bienes
que su hijo dejó, y para que también la provean de alguna encomienda de indios,
pues tiene una hija casada con un muy honrado caballero servidor de la Corona
Real, de lo que ella será muy honrada, que harto trabajo y dolor padece, pues
teniendo solo un hijo, y obispo, se lo mataron delante a puñaladas". La
imagen muestra la sepultura del obispo FRAY ANTONIO DE VALDIVIESO en León
(Nicaragua).
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