(123) - My dear secretary. Gracias a ti tengo
otra vez casa en Mena. Hagamos la tertulia en el balcón, que la noche está
poética.
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Con café y pastas, y para su insomne
merced bien cargado. Escuchemos a Juan de Matienzo hablando de su proyectada
ruta: “Podrá V. M., siendo servido, enviar de España para este efecto
quinientos hombres, que no faltaría en qué emplearlos para que todos ganasen de
comer y fuesen ricos. Y los más habrían de ser mercaderes y labradores. Pocos
caballeros, porque estos no suelen aplicarse a tratos ni a labranzas, sino a
andarse holgando y jugando, y haciendo otras cosas de poco provecho, en mucho
daño e inquietud de los que están pacíficos. Y piensan que es poco todo el Pirú
para cualquiera dellos. Y aunque todavía son menester algunos, así para la
guerra como para defender la tierra que poblaren, han de ser pocos y muy
conocidos. Y no sé a quién mejor se pudiese
esto encargar que al dicho capitán Juan Ortiz de Zárate; muy buen
capitán, venturoso y celoso del servicio de V. M., y al que quieren mucho los
indios. Y los conoce y entiende mejor que nadie cómo se han de tratar. Si V. M.
me quisiere mandar algo desto, lo haré con el cuidado y diligencia que soy
obligado, aventurando mi persona a
cualquier riesgo y peligro. La navegación a España es muy breve y buena porque
no se ve tierra hasta las terceras islas del rey de Portugal (las Azores), o,
si quieren, hasta Sanlúcar. Las naos irían seguras de corsarios, porque, como
no lleguen a tierra, están sin peligro, porque los corsarios no andan por alta
mar a robar, sino cerca de los puertos (curioso detalle)”. Especifica también
que la vuelta se haría tocando puertos portugueses de Brasil. Sigue con la
historia, daddy.
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Allá va, en píldoras: el rey quedó seducido por la estrategia de Matienzo y,
además de ponerla en marcha, aceptó de plano los elogios dedicados a Ortiz de
Zárate, a quien le encargó “el trabajito”. Era un hombre de gran prestigio y
muy rico, nacido en Orduña y (todo queda en casa) tío de Juan de Garay. Pero
cometió un error garrafal. Llegó con una expedición muy mermada por las bajas
al río de la Plata en 1573 (le puso a la zona el nombre de Nueva Vizcaya), y,
contra el criterio de Matienzo y de los veteranos, en vez de refundar Buenos
Aires, estableció en un mal lugar del estuario un poblado al que llamó (con
poco gusto) Zaratina, y que duró menos
que una huella a la orillita del mar. Este fracaso le daría la gran oportunidad
a su sobrino Juan de Garay, que cumplió
el sueño de Matienzo fundando esa ciudad de tan venturoso futuro. Ortíz de
Zárate murió en Asunción el año 1577, dejando una enorme fortuna a su hija
mestiza Juana; como varios españoles de la zona, se había casado con una
princesa inca. Mi “primo” Juan de Matienzo, con todo derecho, quiere seguir contándonos cosas. Sayonara,
baby.
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Le veremos como estamos nosotros: mendigando ayuda para el éxito de un libro.
Bye, dear priest.
Durante
muchos años, las rutas de navegación iban a España y volvían como indica este
mapa. Mi “primo” Juan de Matienzo les hizo comprender a aquellos hombres de
acción, poco dados a pensar, que había un fabuloso atajo; lo diseñó, lo
corrigió y se lo explicó al rey como si fuera uno de sus alumnos. Era tan
evidente el acierto que lo hicieron realidad, y fue un “chollo” para todos.
Pero nadie le premió: ni una estatua, ni un recuerdo, ni una merced. Ya se
sabe: los hombres de acción, a lo suyo. Honor y gloria a la ¡GRAN RUTA
MATIENZO!
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