(1541) Los siete soldados que se salvaron
huyendo (lo cual le costó la vida al Capitán Martín Gómez, y, probablemente, a
ellos también de no hacerlo) se dirigían hacia su campamento, y se encontraron
con el Capitán Tamaris, el cual iba precisamente con diez soldados a reforzar
al grupo de Martín Gómez. Los que huían le contaron que Martín Gómez había
quedado atrás, solo y malherido. La reacción de Tamaris fue sospechosa, y el
cronista lo critica duramente, porque, sin saber si ya lo habían matado a Martín
Gómez, lo dio por hecho. Algunos de sus hombres manifestaron que no era cosa
cierta y que sería una vergüenza no intentar salvarlo: “Pero Tamaris, como
hombre vil y cobarde, decidió ir a la ciudad de Vélez, para reforzarse e ir a castigar
a estos indios, con lo cual venció a los de contrario parecer”. Pero, antes que
él y sus hombres, llegaron a Vélez algunos indios amigos que dieron cuenta a las autoridades del triste final de Martín
Gómez, y apresaron a su llegada a Tamaris y los suyos para juzgarlos. Se queja
el cronista de que, utilizando influencias, lograron quedar libres de
acusaciones, a pesar de haber sido auténticos desertores. Por su parte, los
indios enemigos estaban exultantes por la victoria conseguida: “Para
celebrarlo, se juntaron todas las tribus de aquella zona, siendo presididos los
indios por el Cacique Itupeque y el Cacique Pipatón, ejecutores de este éxito. Lo
celebraron con extraordinarios juegos, bailes y la bebida de chicha (generalmente
hecha con maíz), que los enajena de su juicio”. Las celebraciones
produjeron además una ampliación de sus zonas de ataque: “En estas fiestas, que
duraron muchos días, los indios tomaron la decisión de luchar abiertamente en
el gran río Magdalena, cosa que hasta entonces no la hacían”. El cronista nos
cuenta que, ya anteriormente, hubo en estos ríos varias tragedias: “La primera
desgracia fue el año 1574, pues ocurrió que los indios mataron a un mercader
llamado Gonzalo del Castillo, y le robaron la mayor parte de sus mercancías. El
año siguiente hubo otra mayor, pues los indios carares mataron a dos religiosos
de nuestra Orden. Iban creciendo de tal suerte los daños, que fue forzoso
enviar a soldados con el vasco Martín de Olarte Olavarrieta para castigarlos (vivía
aún con unos 90 años en 1612, como se dice en la imagen). Después el
Capitán Jerónimo Pérez fue a la isla en que habitaban los indios, atraído por
la creencia de que en ella había mucho oro, y lo mataron. El año 1592 el
Capitán Don Bernardino Vargas Machuca, que entró a la misma isla, prendió a algunos
de los indios salteadores, y los colgó en las riberas del Río Magdalena, con lo
que, por algún tiempo, dejaron de atacar”.
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