(1528) Antonio de Berrio y los suyos, tras
haber pasado lo peor, vieron frente a ellos, más o menos a seis leguas, unas
encrespadas sierras, y decidió enviar gente para examinarlas. Seleccionó 24
soldados de los que estaban menos enfermos, y partieron a hacer la inspección:
“Estuvieron veinte días recorriendo caminos, pero, como las enfermedades les
iban aumentando, se vieron obligados a regresar con el único provecho de haber
visto algunos indios, hombres y mujeres, y comprobado la gran valentía de los nativos, a juzgar por
lo que le sucedió a un soldado que persiguió a caballo a uno de estos bárbaros
para apresarlo. Cuando le dio alcance, se abrazó el indio tan fuertemente al
pescuezo del caballo, que dio con el caballero en tierra. Al llegar otros tres españoles
para ayudarle, el indio les hacía frente con tan gallardo brío, que, habiendo recibido
de uno una estocada en la barriga tan fuerte que se le salían las tripas, con
una mano se las metía, y con la otra usaba la macana tan diestramente, que atacaba
a los cuatro. Entonces llegó a caballo el
Capitán portugués Álvaro Jorge, y, al ver que el indio vendía cara su vida, se arrimó
a él e impidió que lo matasen los españoles. Luego se lo llevó consigo y, al
cabo de ocho días, lo entregó ya curado. Después el indio, en agradecimiento por
este buen servicio al Capitán, dio importantes noticias a todos, como también lo
hicieron otros indios apresados acerca de las grandes y ricas tierras de la
gran laguna de Manoa. Con estas noticias, y a pesar de las enfermedades y trabajos
que padecían, empleó unos tres años el Gobernador Berrio en el descubrimiento y
pacificación de estas tierras. Un día, y por forzarles el hambre a cuatro
soldados, se atrevieron a apartarse del campamento. Como no volvían, envió el
Gobernador a otros siete soldados a buscarlos, y lo único que encontraron
algunos de ellos fue su muerte, porque los indios también los mataron”. Aunque
heridos de flechazos, pudieron regresar los demás, e, informado de lo ocurrido el
Gobernador Berrio, se preparó para ir a castigar a los autores de la matanza.
Sin embargo, desistió de hacerlo porque
una india, que había escapado con los heridos, le avisó de que vio a una
muchedumbre de indios preparados para atacar a los españoles: “Entonces el
Gobernador, con la conformidad de sus hombres, decidió retirarse a las márgenes
del río. Estaban ya en este tiempo tan reducidos los soldados por muertes y tan
agotados por los trabajos, que no se atrevían a seguir con la conquista. Era el
año 1588, y el Gobernador Berrio envió al Capitán Hernando de la Parra, con
ocho soldados, para pedir ayuda a la Real Audiencia de Santa Fe”.
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