domingo, 17 de octubre de 2021

(1543) Fue tal la derrota de los desmoralizados españoles, que murieron ochenta y seis. En las disputas por la gobernación de Chile, Cristóbal de Quiñones apoyó a Francisco de Villagra.

 

     (1133) Se diría que el cronista Marmolejo, veterano conquistador, siente vergüenza por la poco airosa huida (cada uno solo pensaba en salvarse) de los españoles ante la sangrienta persecución de los araucanos, ya que, como contraste, saca a relucir la hazaña que, antes de la desbandada general, protagonizó un soldado: "En aquella retirada, no había amigo que favoreciese a otro. Y, por no dejar sin gloria a quien lo merece, diré lo que acaeció a un soldado llamado Diego Cano, natural de Málaga. Cuando estaba Villagra peleando en la cuesta antes de ser desbaratados, andaba un indio tan desvergonzado y tan valiente, que, con su ánimo y determinación, causaba en los suyos acrecentamiento de ánimo. Villagra, no pudiendo sufrir verlo, llamó a este soldado Diego Cano y le dijo que alanceara a aquel indio. Diego Cano le respondió: 'Señor general, vuesa merced me manda que pierda mi vida entre estos indios, pero por la profesión que he hecho de buen soldado, me aventuraré a perderla'. Puestos los ojos en el indio que andaba animando a los suyos, lo vio un poco apartado de su escuadrón, y, demostrando sobre su caballo que era un valiente soldado, fue a atacarlo. El indio se vio tan sorprendido y turbado, que ni se dispuso a pelear ni a retirarse, dando la sensación de querer huir. Diego Cano llegó hasta él, que iba ya hacia los suyos, que venían en su ayuda, y Diego Cano, en medio de todos ellos, que lo defendían con muchas lanzas, le dio una lanzada que le atravesó todo el cuerpo. Aunque Diego Cano resultó herido,  no murió porque llevaba el cuerpo bien protegido".

     Tras contar la anécdota (ocurrida poco antes de la derrota), el cronista Marmolejo continúa hablando de la patética retirada de los españoles: "Pues volviendo a Villagra, diré que llevaba a su lado veinte hombres, y, viendo la desvergüenza que mostraban unos treinta indios que los iban siguiendo por tierra llana, les mandó a los suyos que se volvieran para alancearlos. Ninguno se atrevió a volver el rostro hacia ellos, porque llevaban los caballos tan cansados, que solo servían para andar, y poco a poco. Pero iba entre estos caballeros un soldado portugués, natural de la isla de Madeira, con una yegua ligera, el cual se revolvió contra los indios, y, con determinación de un valiente hombre, lanceó a dos de ellos, y los demás no se atrevieron a seguir adelante. Gracias a este lance y a la buena suerte que tuvo este soldado, escaparon de la muerte algunos de los españoles que allí iban desanimados. Poco más adelante, hallaron indios al paso de un puente, y mataron al capitán Maldonado sin que ningún amigo suyo lo socorriese, pudiéndolo hacer, no siendo más de diez los indios que lo guardaban, pero actuaron como gente vencida que solo se ocupa de salvar su propia vida. En aquella derrota, murieron ochenta y seis soldados, y, entre ellos, gente principal que habían ayudado a ganar y poblar todo el reino de Chile, muchos de los cuales eran hidalgos conocidos, como el capitán Sancino, Hernando de Alvarado, Mogrovejo, Alonso de Zamora, Alvar Martínez, Diego de Vega, el capitán Maldonado, Francisco Garcés y otros que dejo de mencionar por no ser prolijo".

 

     (Imagen) La muerte de Pedro de Valdivia fue un terremoto para los españoles de Chile. En medio de un vacío inmenso, la amenaza de los implacables mapuches creció de repente. Hubo que tomar decisiones precipitadas, que trajeron enfrentamientos entre los candidatos al puesto. Francisco de Villagra, por ser el primero que se enteró del trágico final de Valdivia, jugó con ventaja, y, en algunas ciudades lo admitieron como 'heredero'. Pero su gran rival, Francisco de Aguirre, no se iba a conformar. La primera 'mano' de la partida la ganó Villagra en la ciudad de Valdivia. Quien lo reconoció como gobernador (provisional) fue el que más mandaba allí, CRISTÓBAL DE QUIÑONES, y los vecinos lo aceptaron. Aunque Cristóbal fue importante en las Indias, hay pocos datos sobre él, pero interesantes. Era un multiusos: conquistador, escribano en Potosí, jurista y hasta, como dice Marmolejo, hombre de negocios. Cristóbal de Quiñones nació en León. Luego veremos que tuvo que ser, como más tarde, hacia el año 1510. Solo se habla de él en relación a sus andanzas por Chile, donde, entre otras cosas, parece seguro que acompañaba a Pedro de Valdivia cuando fundó la ciudad a la que le puso su mismo nombre. Hay en los archivos de PARES un documento muy poco conocido (el de la imagen) que revela una historia curiosa. Es del año 1541, y en él se ve que  María Arias, mujer de Santos de Saavedra, presentaba una querella en el Consejo de Indias contra Juan de San Martín, Juan de Céspedes, CRISTÓBAL DE QUIÑONES y otras personas acusándolos de la muerte de su marido. La cosa suena fuerte, pero, por pura casualidad, he visto una referencia a lo que ocurrió. Fue lo siguiente: García de Lerma, Gobernador de Santa Marta (en Colombia), había organizado en 1531 una expedición para impedir la deserción de sus soldados, deseosos de irse a Perú. Nombró teniente suyo al clérigo Viana, maestre de campo a Cristóbal Quiñones, caudillos de la tropa a los capitanes San Martín y Céspedes, y, a Santos de Saavedra, jefe de la cuadrilla de azadoneros. A los ocho días murió el clérigo, el cual expresó en el testamento su voluntad de que asumieran su cargo San Martín y Céspedes. Pero Santos de Saavedra, que tenía la misma ambición, intentó amotinar a la gente. San Martín y Céspedes lo sometieron a juicio, Quiñones lo condenó a muerte, y fue ejecutado. Es de suponer que la viuda no conseguiría su propósito, ya que parece bastante claro que el desarrollo de los hechos estuvo ajustado a las leyes militares.




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