-Sin duda, excelso menés, era el motor de aquella piña de soldados que,
espantando el miedo al grito de ¡Santiago!, arremetió contra la masa de indios,
“y les hicimos retraer hasta que huyeron; llegamos a un gran patio donde
estaban unos aposentos y tres casas de ídolos, y Cortés tomó posesión de
aquella tierra en nombre de Su Majestad, y dijo que si alguno (de sus soldados) se lo contradijese,
que él lo mantendría con su espada y su rodela. Y todos respondimos que era
bien tomar aquella posesión en nombre de Su Majestad. E por un escribano del
rey se hizo aquel auto”.
-¡Alto, alto!, perillán, que el discursito lleva ponzoña. El astuto,
temerario y megalómano Cortés acaba de dar sutilmente un paso que les
compromete a todos en un acto de rebeldía (hasta a los que, por miedo, se
callaron): se ha saltado con todo descaro la autoridad del gobernador de Cuba,
Diego Velázquez, su superior, puenteándolo sin pestañear y estableciendo una
conexión directa entre México y Castilla, entre él y el rey, aunque solo haya
tomado posesión de una parcelita de Tabasco. Como la araña hace la tela.
-Era un caso, dottore: encauzaba
al instante las ocasiones y los problemas. El día siguiente ordenó otra salida
de dos grupos de soldados. Se dieron cuenta de que Melchorejo, ‘la lengua’,
había huido, “y Cortés sintió enojo por que pudiera contar a los indios algunas
cosas que nos trajesen poco provecho; y en aquellas escaramuzas murieron 2
soldados, nos hirieron a 11, se mataron 15 indios y se prendieron 3. Y uno de
los indios dijo que Melchorejo les aconsejó que nos diesen guerra día y noche,
e que nos vencerían porque éramos muy pocos; de manera que habíamos traído con
nosotros muy mala ayuda e nuestro contrario; y también supimos que, siguiendo
su consejo, estaban los indios aparejados para nos dar guerra”. El
perfeccionista Cortés lo controló todo y organizó la estrategia para frenar la
avalancha de indios que les iba a caer encima al amanecer. “Apercibió a los
mejores jinetes que llevasen los
caballos con pretales (cincha por debajo del pecho) de
cascabeles, e que no se parasen a lancear hasta haberles desbaratado, sino que
las lanzas se las pasasen por los rostros. Y señaló 13 de a caballo”. ¡Qué
suicidas!: era la gloria o la muerte. Yo, a mis rezos.
-Y a controlar lo de Indias desde Sevilla. Veamos los preparativos.
-Copiaré, mayordomo mío, casi entera la parrafada de Bernal. Al frente
de la caballería iba a ir Cortés. Cita al resto de los jinetes por este orden:
“Cristóbal de Olid, Pedro Alvarado, Alonso Hdez. Puertocarrero, Juan de
Escalante, Francisco de Montejo, Alonso de Ávila, Juan Velázquez de León,
Francisco de Morla, Lares el buen jinete, Gonzalo Domínguez, extremado hombre
de caballo, Morón el de Bayamo y Pero González de Trujillo. Mandó a Mesa, el
artillero, que tuviese muy a punto su artillería, y a Diego de Ordaz, que no
era hombre de a caballo, que fuese capitán de todos nosotros, los soldados. Y
otro día, muy de mañana, después de oído misa, que nos dijo fray Bartolomé de
Olmedo (qué bravos frailes aquellos), puestos en orden con nuestro
alférez, Antonio de Villarroel, marido que fue de Isabel de Ojeda (incorregible Bernal), fuimos por unas
sabanas al pueblo de Cintla. E yendo de la manera que he dicho, dimos con todo
el poder de escuadrones de indios guerreros”. Bernal titula el siguiente
capítulo: “Cómo nos dieron guerra en una batalla todos los caciques de Tabasco
y sus provincias”. El encontronazo entre indios y españoles iba creciendo de
forma exponencial.
(En la foto, el monumento de Cortés en su extremeño pueblo natal,
Medellín, donde no dejó ningún recuerdo personal salvo el de su asombrosa
biografía: su verdadero hogar estuvo definitivamente en México. El lugar fue
importante desde los romanos; actualmente no pasa de 2.500 habitantes. El
castillo delata su notable historia medieval, y se ve también asomar la torre
de la iglesia en la que fue bautizado tan excepcional personaje).
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