(96) –El gran
Cuauhtémoc, peque, hizo una propaganda siniestra.
-Estaba crecido, reve, por la paliza que le acababa de dar a Cortés:
“Cuando tuvo aquella victoria, envió por todos nuestros pueblos amigos pies y
manos de nuestros soldados, y caras desolladas con sus barbas, y las cabezas de
los caballos que mataron, diciéndoles que si no dejaban nuestra amistad, les
irían a destruir; pero no ayudaron a los mexicanos porque estaban a mal con
ellos, aunque luchando a nuestro lado creyeron llevar lana y volvieron
trasquilados (otra vieja expresión),
porque muchos de nuestros amigos perdieron la vida”. Cortés les dio un respiro
a sus soldados para que descansaran unos días, “y para tomar maduro consejo de
lo que habíamos de hacer en adelante”. Pero lo que no cesaba era el horrendo
ritual: “Hacían cada noche grandes sacrificios y fiestas en el cu mayor de
Tlatelolco, y sacrificaban compañeros nuestros a sus malditos ídolos”.
Siguieron las luchas, pero con otra dificultad.
-Y no pequeña, delicioso tertuliano. El porvenir era negrísimo, así que:
“Sin avisar, se fueron a sus tierras los
más de nuestros indios amigos de Tlaxcala, Cholula, Guaxacingo, Texcoco, Chalco
e Tamanalco, que no quedaron más que Estesúchel y otros caciques, como dos
hijos de Xicoténcatl el Viejo (a pesar de
que Cortés había ahorcado a su belicoso hermano), y el esforzado
Chichimecatecle, más sobre 170 guerreros suyos. Y desde que nos quedamos solos
con tan pocos amigos, recibimos mucha pena”. Sin embargo, el cacique Estesúchel
(después bautizado con el nombre de don Carlos) era oro molido y buen estratega;
hasta apuntaló la moral de Cortés. Le dijo: “Señor Malinche, no recibas pena
por no batallar cada día con los
mexicanos; que los bergantines no dejen que entren bastimentos ni agua en la
ciudad, porque son tantos que pronto acabarán los que tienen. ¿Qué pueden hacer
si les quitas la comida y el agua? Tendrán peor guerra con el hambre y la sed”.
Cortés le abrazó agradecido, y se decidió a seguir esa táctica, que ya tenían pensada los españoles, aunque les
había podido la impaciencia: “que somos de tal calidad que no queríamos
aguardar tanto tiempo sin entrarles en la ciudad”. Así que, dicho y hecho:
Cortés se dispuso a sacar el máximo partido a los bergantines utilizándolos
pacientemente en el asedio. Además, habían encontrado la manera de que no los
encallaran. (Con tu permiso, joven, sigo contando). Los bergantines corrían ya
menos peligro: “Una cosa nos ayudó mucho, y es que ya osábamos romper las
estacadas que los mexicanos tenían en la laguna para que encallasen. Remando
con fuerza, y viniendo desde algo atrás para que mejor fuerza trajesen los
bergantines, y si hacía viento, mejor, eran señores de la laguna; y cuando los
mexicanos vieron aquello, se les quebró algo su braveza”. Eso no quería decir
que los españoles dejaran de pelear, y con un esfuerzo nuevo: el de trabajar
como peones para cegar los pasos de agua, porque tenían ahora poca mano de
obra; casi valoraban más a sus indios amigos por esa ayuda manual que como
guerreros, porque a veces les estorbaban en la lucha. Y con el propio estilo de
Bernal, digamos que vuelve a tocar en la misma tecla que lo dejó traumatizado
de por vida: “Los mexicanos tañían de noche en sus grandes cúes el maldito
tambor, que digo otra vez que era el más maldito sonido y más triste que jamás
se podría inventar, y tenían grandes lumbres y daban grandísimos gritos y
silbos. Y era porque estaban sacrificando a nuestros compañeros de los que le
habían tomado a Cortés, que supimos
luego que en diez días de arreo (seguidos)
acabaron de sacrificarlos a todos, y dejaron como postrero a Cristóbal de
Guzmán, que lo tuvieron vivo doce o trece días, según dijeron tres capitanes
mexicanos que prendimos”. ¿Recuerdan vuesas mersedes aquel triste graffiti que
decía: “Aquí estuvo preso el sin ventura Juan Yuste, y sus compañeros”?
¿Recuerdan al valiente mancebo Cristóbal de Olea, que salvó a Cortés, pero le
mataron a él y al caballo que le llevaba? ¿Recuerdan que le trajo otro caballo
su mayordomo, con el que pudo huir pero le costó la vida al fiel criado?
¿Recuerdan el nombre de ese nuevo héroe?: se trataba de Cristóbal de Guzmán.
(Foto: La pintura muestra el encuentro de los aztecas (o mexicas) con su
tierra prometida; según su tradición, estaría allá donde vieran un águila
devorando una serpiente sobre un nopal. Ocurrió en una isla situada en medio
del lago de Texcoco, y en ella fundaron Tenochtitlán el año 1325. Se asentaron
en el lugar, crearon una poderosa civilización, y estamos asistiendo en 1521 al
drama que se desarrolla sobre esas aguas, a sangre y fuego, entre dos culturas
incompatibles que se disputan una soberanía única).
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