(90) –Tuvo
Cortés, dolce poverello, un problemilla de dignidades.
-Veramente, caro Sancio; pero lo resolvió eliminando tonterías en plan
mandón: “Como vio Cortés que no había para los 13 bergantines suficientes
marineros que supiesen remar, y muchos de ellos se rehusaban, hizo pesquisa
sobre quiénes eran de algún puerto de mar, y les mandó, so graves penas, que
entrasen en los bergantines. Y aunque por más hidalgos que dijesen que eran,
los obligó, saliendo después mejor librados que los que estábamos batallando en
las calzadas”. Nombró luego a un capitán por cada bergantín. Bernal cita los
nombres, y así sabemos que uno de ellos era Juan Jaramillo, que se convertiría después
en marido de la deliciosa doña Marina.
-Qué penuca, socio. Pero sigamos adelante.
Llegaron refuerzos de indios amigos: muchísimos tlaxcaltecas, capitaneados por
el revoltoso Xicoténcatl el Mozo, “y unos pocos de Cholula, que desde que los
sometimos no nos fueron contrarios, ni cuando nos echaron de México. Y Cortés
les hizo mucho acato y los abrazó al Xicoténcatl y los demás capitanes, que
habían llegado con los tlaxcaltecas en buen orden y gritando: ‘¡Viva el
emperador, nuestro señor! y ¡Castilla, Castilla, Tlaxcala, Tlaxcala!’. Cortés
hizo tres escuadrones para organizar la batalla. Uno (del que formaba parte Bernal), mandado por Pedro de Alvarado,
sitiaría Tacuba; otro, con el capitán Cristóbal de Olid, haría lo mismo en
Coyoacán; y el tercero, a las órdenes de Gonzalo de Sandoval (cómo ascendía el jovenzuelo), se
encargaría de Iztapalapa. Al frente de los 13 bergantines, con 300 soldados,
estaba el propio Cortés. Iban a partir el día siguiente, y (ya ni siquiera es
sorpresa) surgió un grave problema. “Se enviaron por delante todas las
capitanías de los tlaxcaltecas, y los capitanes vieron que no les acompañaba
Xicoténcatl el Mozo. Supieron que se había vuelto a Tlaxcala y que pretendía tomar
por la fuerza el cacicazgo. El cacique Chichimecatecle volvió a Texcoco a
hacérselo saber a Cortés. Y enterado, mandó que fueran 5 principales de Texcoco
y 2 de Tlaxcala, amigos de Xicoténcatl, para que volviera, rogándole que no
infamara con lo que hacía a los de Tlaxcala, porque eran grandes servidores de
Su Majestad, ni a su padre, ni a los demás caciques. Respondió que si su padre
le hubiese creído, no nos habríamos señoreado tanto de ellos, y que no quería venir”. ¿Qué hará Cortés?
-Conociendo al personaje y la acuciante situación, era fácil preverlo. “Y
así que Cortés supo aquella respuesta, dio un mandamiento a un alguacil para
que, con 4 de a caballo y 5 indios
principales de Texcoco, fuesen muy en posta (con
la máxima rapidez), y doquiera que lo alcanzasen, lo ahorcasen; y dijo: ‘Ya
en este cacique no hay enmienda, sino
que siempre nos ha de ser traidor y malo y de malos consejos, y ya no es tiempo
de disimular más lo pasado’. Cuando
Pedro de Alvarado lo supo, rogó mucho por él, y Cortés le dio buena respuesta,
pero secretamente mandó al alguacil que no le dejasen con la vida. Y así se
hizo, de manera que en un pueblo sujeto a Texcoco le ahorcaron, y en esto fue a
parar su traición. Algunos tlaxcaltecas dijeron que Xicoténcatl el Viejo envió a decir a Cortés que su hijo era malo,
que no se confiase de él y que procurase
de le matar”. Como es lógico, Xicoténcatl el Mozo se ha convertido en otro de
los héroes nacionales de México, pero tampoco se puede olvidar que los
tlaxcaltecas permanecieron siendo fieles aliados de los españoles. Y añade
Bernal: “Por esta causa nos detuvimos aquel día sin salir de Texcoco. Y al otro
día, que fue 13 de mayo de 1521, nos
pusimos en marcha”. Y allá que se fueron, con una sola alternativa: vencer o
morir.
(Foto: Al ver el plano del lago de Texcoco, se entiende la estrategia de
Cortés. Él se encargaría de la escuadra de bergantines. Por tierra atacarían la
gran ciudad: Sandoval desde Ixtapalapa; Olid, desde Coyoacán, y Sandoval desde
Tacuba (Tlacopán). Tiene mucha lógica el plan porque las tres poblaciones
enlazaban con Tenochtitlán por calzadas que atravesaban el lago; la pesadilla
era que en todas había puntos en los que se podía cortar el paso quitando los
puentes. Pero, como contrapartida, los españoles aislaban a la población
taponando las salidas del lago).
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