(77) –Como
siempre, secre, a Cortés le interrumpieron los planes.
-Desde luego, querido Sancho, no le dejaban aburrirse: “Cuando andábamos
en Tepeaca castigando a los que mataron a compañeros nuestros, nos avisaron los
de la Villa Rica que había llegado al puerto un navío con cartas del gobernador
de Cuba para Pánfilo de Narváez, creyendo que se había hecho con la Nueva España desbaratándonos, y le ordenaba
que, si no había matado a Cortés, se lo enviase preso para mandarlo a Castilla, que así lo había dispuesto el
obispo don Juan Rodríguez de Fonseca”.
-Esto es una pesadilla, mio piccolino; menos mal que, para entonces, yo
reposaba plácidamente en Quántix, y veía con regodeo la inquina feroz que
Fonseca tuvo contra Cortés hasta el último día de su vida, ya muy próximo. Me
reconocerás el mérito de que me quisiera siempre. Digamos, de paso, que el
malabarista Hernán había bloqueado tan herméticamente las comunicaciones con
Cuba, que el gobernador Velázquez se
movía a la deriva, como un barco sin timón. Los soldados que permanecían
en la Villa Rica les hicieron creer a los marineros del barco de Velázquez que
Cortés andaba huido y Narváez victorioso, por lo que bajaron alegres y
confiados a tierra, siendo apresados de inmediato e incorporados a las tropas
de Hernán; hasta con gusto, porque fueron bien tratados y engatusados con la
perspectiva de riquezas y honores. “Ocho días después llegó una segunda nao con
bastimentos para la primera, e ni más ni menos fue también apresada, y así nos
íbamos fortaleciendo con soldados nuevos”. Bernal comenta luego un hecho que
resultaría de gran relieve para el orgullo histórico mexicano: “Ya entonces
habían alzado en México a otro señor, porque el que nos echó de allá (Cuitláhuac) había fallecido de viruelas; y el señor que hicieron
era un pariente muy cercano de Moctezuma, que se decía Cuauhtémoc (también a este lo conoció bien Bernal),
mancebo de unos 25 años, buen gentilhombre para ser indio y muy esforzado. Y se
hizo temer tanto que todos los suyos temblaban ante él, y era casado con una
hija de Moctezuma. E como supo que habíamos desbaratado los escuadrones
mexicanos que estaban en Tepeaca, temió que atraeríamos a nuestra amistad otras
provincias; envió mensajeros por los pueblos dando joyas a los caciques, y con
el recado de que peleasen muy reciamente para que no los hiciésemos esclavos”. El
previsor Cuauhtémoc trató de mantener bajo su control los poblados que
tributaban a México: no quería que Cortés, tan gallo como él, se hiciera el amo
del corral. Pero algunos indios pensaban de otra manera: “En especial envió un
poderoso ejército a Guaquechula (Huaquechula),
y parece ser que los mexicanos hacían muchos robos y abusos en los pueblos
donde se aposentaban, llegando a forzar a las mujeres delante de sus maridos y
padres. Y como sabían que los pueblos tomados por los españoles estaban muy de
paz y sosiego, vinieron cuatro principales secretamente diciéndole a Cortés que
enviara a Guaquechula a sus soldados para quitar aquellos agravios, y que ellos
nos ayudarían a matar a los mexicanos”. Bajo el mando de Cristóbal de Olid,
partieron hacia el poblado unos 300 soldados y un numeroso grupo de
tlaxcaltecas. Pero surgió una extraña situación que confirma la ‘flojera’ de
los de Narváez. Iban asustados con la idea de que Cuauhtémoc les esperaba, y,
cosa extraña, le convencieron al
valiente Olid de que se volvieran atrás. Al saberlo Cortés, le mandó una
carta con una bronca monumental. “Y cuando la leyó, hacía bramuras de enojo, y
fue hecho un bravo león hacia Guaquechula, enfrentándose a los mexicanos y
poniéndolos en huida en cuestión de una hora. Y los tlaxcaltecas lo hicieron
muy bravamente, que mataban y prendían muchos dellos (nos imaginamos para qué). Luego vinieron los caciques de aquel
pueblo y de otros comarcanos a demandar paz y se dieron por vasallos de nuestro
rey y señor. Y el Cristóbal de Olid se reía y decía que más cuidado tenían
algunos de sus minas y de Cuba que de batallar”.
(Foto: Se ve en el mapa que Huaquechula estaba cerca de México. Las
correrías de Cortés por esa zona le estaban indicando a Cuauhtémoc que seguía
peleón, y que era capaz de intentar una nueva conquista de la imperial
Tenochtitlán).
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