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–Vamos allá, poético jubilado, con el ‘sin ventura’ Olid.
-Y veremos, por desgracia, ilustrísimo
abad, cómo Cortés podía ser implacable con otros que tenían las mismas manchas
que él. Bernal anticipa el caldo de cultivo de la armada que partió hacia
Honduras bajo el mando de Cristóbal de Olid. Deja claro que Cortés obligaba a
los soldados a salir de expedición: “No
aprovechaba nada decirle: ‘Señor, déjame descansar, que harto estoy de servir’. Y Olid llevó muchos
soldados que no estaban a bien con
Cortés por los malos repartos de indios y de oro”. Iban en seis navíos y
llegaron primero a La Habana para aprovisionarse. Allí empezaron los enredos
mefistofélicos: “Cinco soldados que eran personas de calidad, pero muy
bandoleros y bulliciosos, aconsejaron al Cristóbal de Olid que, ya que
iban a tierra con fama de rica, que se
alzase presto a Cortés”. Por si fuera poco, actuaban en representación “del
gobernador Diego Velázquez, enemigo mortal de Cortés, que vino adonde estaba la
armada, y se concertó que él y Olid se quedaran con Honduras en nombre de Su
Majestad, a quien se haría sabedor dello”. Y como Bernal conoce el triste
final, nos retrata ahora a Olid.
-Dado que era tan amante del detalle como
Nabocov (vete aprendiendo, voluntarioso escribano), lo pinta así: “Si Cristóbal
de Olid fuera tan sabio y prudente como era esforzado y valiente, a pie y a
caballo, sería extremado varón; mas no
era para mandar, sino para ser mandado. Tenía unos 36 años, natural de Baeza o
Linares, de buen cuerpo, muy membrudo y gran espalda, bien entallado, algo
rubio y con buena presencia en el rostro; y traía el belfo (labio) de abajo como
hendido, a manera de grieta. Su plática era algo gorda e imponente, de buena
conversación, y tenía también la condición de ser generoso. Al principio,
cuando estaba en México, fue gran servidor de Cortés, pero esta ambición de
mandar y no ser mandado le cegó; y
asimismo por causa de los malos consejeros; además fue criado en casa de Diego
Velázquez cuando mozo, y su lengua de indios (intérprete) en la isla de Cuba, de manera que le reconoció el pan
que comió, aunque más obligado estaba a Cortés que a Velázquez”. Qué terrible
inquina la de este gobernador, que no abandonó nunca el intento de liquidar a
Cortés, aunque le quedaba poca cuerda: murió el año siguiente. Observen vuesas
mersedes que Olid acaba de hacerle a
Cortés lo que este le hizo a Velázquez, traicionarle. Continúa Bernal: “Hecho este concierto con Velázquez, llegó
Cristóbal de Olid a una bahía, fundó una población y la llamó Triunfo de la
Cruz, nombrando como alcalde y regidores a los que Cortés le había mandado, y
tomó posesión en nombre de Su Majestad y de Hernán Cortés. Y todo esto lo hacía
para que los amigos de Cortés no entendiesen que iba alzado”. Olid planeaba un
doble juego: “Si había buenas minas y tierra muy poblada, alzarse con ella; de
no ser así, volverse a México, a su mujer y repartimientos de indios, y
disculparse con Cortés diciéndole que el trato que había hecho con Velázquez
era solo para que le diese bastimentos y soldados”. La lejanía del destino le permitió
a Olid mantenerse a salvo de las garras de Cortés, que tardó más de ocho meses
en enterarse de que era un hombre engañado. Pero la reacción fue instantánea:
“Como Cortés era muy animoso y no se dejaba burlar en tales casos, acordó
enviar a Francisco de las Casas, persona de la que se podía fiar y era su
deudo, contra el Cristóbal de Olid, con cinco navíos y 100 soldados. Llegaron a
la bahía de Triunfo de la Cruz con banderas de paz, pero Olid no las tuvo por
ciertas, y preparó dos carabelas para no
dejarles saltar a tierra”. La situación va a resultar de lo más complicada. No se impacienten sus señorías, que mañana se
lo contamos todo.
Foto: Los datos de Bernal siempre son real.
Todavía existe en Honduras la población Triunfo de la Cruz, fundada por Olid el
3 de mayo de 1524, día de esa conmemoración religiosa, “a unas 15 leguas (unos 85 km) de Puerto Caballos (ahora, Puerto Cortés)”. No va a tener
nada fácil Francisco de las Casas el trabajito que le encargó Cortés, porque
Cristóbal de Olid era uno de los militares más notables y eficaces de las
durísimas campañas de la Nueva España.
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