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–Esto ya es de risa, viejo seductor: Garay ataca de nuevo.
-Uno se pegunta, generoso abad, cómo es
posible que Cortés aguantara vivir en un continuo sobresalto: no se ha visto
caso semejante. Es como si enemigos sin fin esperaran su turno en la cola para
pelear con él. Francisco de Garay (sí, el de Sopuerta), ya había enviado
algunos navíos de tanteo a explorar por la costa de México, con un rotundo
fracaso que hasta le benefició a Cortés en armamento y hombres: “Pero como era
rico y gobernador de Jamaica (y tú,
reverendo, su abad), cuando supo de la buena ventura de Cortés y de las
grandes ciudades que había descubierto, tuvo más envidia e codicia, y le nació
la voluntad de venir en persona y traer la mayor armada que pudiese. Preparó 13
navíos, juntó 136 de caballo y 840 soldados, y partió de Jamaica el día 24 de
junio de 1523. Pero cuando supo que, con 266 soldados, habíamos desbaratado a
Pánfilo de Narváez, que tenía más de 1.300, temió la fortuna de Cortés, y tomó
juramento a todos sus soldados de que no le desampararían e que le obedecerían
como capitán general”. Sus temores se
harían poco a poco realidad, porque, ni su riqueza ni la impresionante
expedición que había preparado fueron suficientes para evitar que todo quedara
absorbido por el poderoso magnetismo del “divino” Cortés. Algunos soldados se
le iban amotinando o huyendo a México. Pedro de Vallejo (probable menés, como
tú, my dear), que estaba al mando en una villa próxima controlada por Cortés,
“prendió a cuarenta soldados de Garay que estaban descuidados, y ellos tuvieron
por buena su prisión; y cada día se le marchaban muchos soldados a Garay, que
anochecían y no amanecían en el real. Llegaron al puerto unos enviados de
Cortés, tuvieron pláticas secretas con los capitanes de Garay que estaban en
los navíos, y se concertaron para entregarse. Luego le requirieron a Juan de
Grijalva que también lo hiciese con su navío, y respondió tirando muchos tiros.
Pero cuando vio que todas las naos se habían pasado a Cortés, así lo hizo él
con su nao capitana (es extraño que
Bernal solo diga, como de pasada, que el capitán Juan de Grijalva iba con
Garay, sin explicar que se trataba, nada
menos, del que fue su admirado jefe en la 2ª expedición a México, la anterior a
la de Cortés)”. Garay quedó abrumado, y no vio otra salida sino la de
renunciar a México como objetivo de la expedición. No dio la talla tu amigo.
-Pero es comprensible, mozuelo. La enorme
sombra de Cortés se tragó a Garay. Se dio cuenta de que era un rival
invencible, “y pidió a los capitanes de Cortés que le diesen sus naos y todos
sus soldados, porque quería ir a poblar a otra parte, al río de las Palmas; le
respondieron que así lo harían”. Se dispuso Garay a recoger en su redil todas
las ovejas que se le habían descarriado, “y, aunque les amenazaba con penas,
era pregonar en balde, que hasta le decían que no era capitán para saber mandar
ni hombre de guerra, por lo que Garay estaba desesperado”. Tan desesperado que
se rebajó a escribirle a Cortés “comunicándole sus desdichas y trabajos, y
pidiéndole que le recibiera, encomendándose a él, pero de manera que no fuese
disminuida su honra. Y Cortés, viendo su carta, tuvo pena de él, y le respondió
con mucha mansedumbre diciéndole que se viniera a México”. Me parte el alma,
discípulo amado, ver a hombre tan prominente, de larga y victoriosa experiencia
militar en Cuba bajo el mando del gobernador Velázquez, tan exitoso en sus negocios,
inmensamente rico, gobernador de mi amada isla de Jamaica, de la que los dos
éramos las máximas autoridades, perder de la noche a la mañana toda su poderosa
armada naval, como por ensalmo, sin ningún enfrentamiento, simplemente porque
el seductor Cortés le guiñó el ojo a sus soldados y se fueron todos tras él,
dejando a Garay abandonado como si de un
barato folletín amoroso se tratara.
Foto.- Please: que no se me alboroten los
republicanos. El año 2009 visitaron los reyes Jamaica (por ahí aparece Trinidad
Jiménez, y hasta asoma la cabecita de
Moratinos), y, desde la capital actual, Kingston, los llevaron a visitar
la antigua, donde los vemos siendo recibidos por la autoridad local; los
ingleses la llamaron Spanish Town, pero su nombre original fue Villa de Nuestra
Señora de la Vega. Que sirvan estas palabritas como homenaje a su fundador, el,
por muchos conceptos, ilustre Francisco de Garay. Aunque circula por ahí el
dato de que estableció la población en 1534, yo les puedo asegurar que recibí
con todos los honores en Quántix, el Reino de la Risa, a ese gran vizcaíno a
finales del año 1523.
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