martes, 31 de marzo de 2020

(Día 1070) Los de Panamá expulsaron a Melchor Verdugo. El virrey se apresuraba a reforzar sus tropas para la inminente batalla de Iñaquito. Gonzalo Pizarro tratará de tenderle una trampa.


     (660) Pronto se enteró Verdugo de que iban a por él: "En la ciudad de Nombre de Dios puso a su gente y a los vecinos en orden. Hinojosa los acometió, y, de los primeros arcabuzazos, murieron algunos de una parte y de otra. Los vecinos, viendo que su gobernador iba como general de sus contrarios, se fueron marchando al monte. Los de Verdugo perdieron el orden por tratar de detener a los que escapaban, y, no pudiendo resistir a los contrarios, se fueron a sus fragatas, tomaron un navío que allí había, y dispararon hacia el pueblo, aunque haciendo poco daño. Viendo Verdugo que no podía hacer cosa alguna, se fue a Cartagena de Indias, para esperar la oportunidad de dañar al enemigo. El doctor Ribera y Pedro de Hinojosa dejaron allá los mismos capitanes con algo más de gente de la que tenían, y se volvieron a Panamá". Más tarde, Inca Garcilaso nos tendrá que decir alguna otra cosa sobre Melchor Verdugo. Ahora va a cambiar de escenario. En una imagen anterior, conté que Verdugo siguió fiel al Rey y luchó junto a Pedro de la Gasca, pero también que era un hombre de pésimo carácter, y, como ya dije, tuvo que dar cuenta de sus numerosos abusos con los españoles y con los indios.
     Por entonces estaba el virrey en Popayán (zona colombiana), tras haber dejado Gonzalo Pizarro de perseguirle, preparándose frenéticamente para la guerra. Con ello, nos encontramos ya en los preámbulos de la decisiva batalla de Iñaquito, de la que saldrá triunfal Gonzalo Pizarro, y donde encontrará la muerte el trágico virrey, quien cayó en la trampa de una maniobra de engaño que efectuaron sus enemigos.
     Y todo ello, a pesar de que el virrey Blasco Núñez Vela había preparado con esmero su ataque: "Le escribió al gobernador Belalcázar y a un capitán suyo llamado Juan Cabrera diciéndoles todo lo sucedido desde el alzamiento de Gonzalo Pizarro, y que estaba determinado a volverse contra él en cuanto tuviera un ejército competente. Les rogaba que viniesen a juntarse con él, prometiéndoles que, muerto el tirano, les daría lo mejor en el reparto del Perú. También les hacía saber que Diego Centeno se encontraba en apuros (perseguido por Francisco de Carvajal) en los otros confines del Perú, con gran riesgo de perecer. Los capitanes, vistos sus despachos, obedecieron llanamente y vinieron a Popayán con cien soldados bien preparados. El virrey también escribió al Nuevo Reino de Granada (Colombia), a Cartagena de Indias y a otras partes, pidiendo socorro, y cada día se le juntaba gente, de manera que, en breve tiempo, tuvo cuatrocientos hombres medianamente armados. Por entonces, se enteró de la prisión de su hermano Vela Núñez, y de la pérdida de sus capitanes Juan de Illanes y Juan de Guzmán, lo cual le pesó mucho".
     Por su parte, Gonzalo Pizarro ansiaba derrotar al virrey, y se mostraba muy impaciente debido a que no podía ir a su encuentro, porque las tierras que habría de atravesar estaban desprovistas de alimentos: "Entonces, con idea de engañarlo, hizo correr el rumor de que iba a ir hacia la zona de las Charcas a sofocar el alzamiento de Diego Centeno, dejando en Quito al capitán Pedro de Puelles con solo trescientos hombres, para impedir la llegada del virrey".

     (Imagen) El capitán manchego JUAN DE CÉSPEDES, nacido en torno al año 1503, partió hacia las Indias el año 1521, y falleció hacia 1575. Desde su llegada fue un importante protagonista de los recorridos iniciales en territorios de la costa atlántica colombiana. El año 1536 formó parte de la impresionante aventura que vivieron los españoles en su descubrimiento y conquista de Bogotá, bajo el mando del irrepetible GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, uno de los cuatro grandes, Cortés, Pizarro, Valdivia y él, quien, además de ser militar, tenía una gran cultura. Ahora hemos visto que el Virrey de Perú envió cartas a Belalcázar y a su capitán JUAN CABRERA, de quien poco se sabe, aunque tuvo un roce con Céspedes, que los cronistas recogen como ejemplo del orgulloso espíritu de aquellos hombres. Cuando las tropas de Quesada llegaron a Bogotá, apareció días después por allí Belalcázar con sus hombres, y surgió un pique sobre los derechos del descubrimiento (que, sin duda, eran de Quesada). Sus dos capitanes se enfrentaron con chulería torera: "Cabrera preguntó quién era el que le hablaba, tan bravoso, de dar golpes de lanza por la espalda, a quien los recibiría, en todo caso, por el pecho. Y le contestó: 'Me llamo Juan de Céspedes, y soy más conocido que la ruda (planta muy abundante) en todas las Indias, así por mar como por tierra'. Y el de Belalcázar dijo: 'Pues yo, que jamás olí la ruda, ni oí el nombre de Juan de Céspedes, soy Juan Cabrera, hijo del olvido y de mis obras, que aún me falta la primera hazaña para ser conocido, pues, si muchos me tienen por algo, yo no me lisonjeo de mis hechos". Afortunadamente, fue un simple cruce de palabras, porque aquel conflicto no lo iban a arreglar con una bronca. Por si fuera poco, llegó más tarde el alemán Federman (como ya vimos), y, aunque entonces sí hubo gran peligro de que los tres descubridores se enfrentaran a muerte, todo se arregló diplomáticamente, quedando luego el gran Gonzalo Jiménez de Quesada, por decisión del Rey, como gobernador de aquel territorio.



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