(655) Mientras Francisco de Carvajal continuaba persiguiendo a Diego
Centeno, ocurrían otras cosas en Quito: "Aunque su gente iba cansada y sin
comida, Gonzalo Pizarro tenía tantas ansias de acabar con el virrey, que no
cesaba de seguirle día y noche. Sus enemigos estaban en alerta. Dormían
vestidos y tenían siempre los caballos cogidos del cabestro. Era tanta la
prisa con la que se retiraba el virrey, que llevaba consigo unos ocho buenos
caballos, y, si se le cansaba alguno, lo mataba para que sus contrarios no se
aprovecharan de él. En este camino, se juntó Gonzalo Pizarro con el capitán
Bachicao, que venía de Panamá con trescientos
cincuenta hombres, veinte navíos y mucha artillería, y había desembarcado en la
costa, en el punto más cercano a Quito.De esta manera, pudo tener Gonzalo
Pizarro en su campo más de ochocientos hombres, entre los que estaban los más
importantes de aquellas tierras. Allí supo Gonzalo Piarro (ya llegado a la
ciudad de Quito) que el virrey estaba a cuarenta leguas de distancia, en la
ciudad de Pasto, situada en la gobernación de Belalcázar, y determinó irlo a
buscar. Salió a gran prisa de la ciudad, hasta llegar a Popayán, pero, habiendo
ido a veinte leguas más allá de Pasto, decidió volverse a Quito porque aquella
tierra estaba muy despoblada y falta de comida. Además, ya había ido tras el
virrey desde la villa de La Plata, recorriendo en total, hasta Pasto, más de
mil leguas".
Ya de vuelta Gonzalo Pizarro en la ciudad de Quito, se dedicó a saborear
los triunfos que había tenido y a fantasear otros mayores: "Estaba tan
soberbio con tantas victorias que había tenido, que comenzó a decir palabras de
desacato contra Su Majestad, diciendo que le había de dar la gobernación el
Perú voluntariamente o a la fuerza. Así residió algún tiempo en la ciudad de
Quito, haciendo cada día grandes recocijos, fiestas y banquetes, sin tener
noticias del virrey". Unos y otros daban opiniones distintas sobre lo que
estaría tramando. Se hablaba de que quizá quisiera controlar la zona de Panamá,
o de que estuviera esperando en Popayán órdenes del Rey, para lo que podría
tener intención de reclutar gente. Todo era muy dudoso, pero decidieron tomar
precauciones: "Les pareció a Gonzalo Pizarro y a sus capitanes que
convenía apoderarse de la zona de Panamá para tener controlado el paso de cara
a lo que pudiese ocurrir. Y así, para impedir al virrey que fuera allá, se
ordenó que regresara la armada que había
traído Hernando Bachicao, yendo con el cargo de general de ella Pedro de
Hinojosa, que había sido camarero de Gonzalo Pizarro, con hasta doscientos
cincuenta hombres, el cual partió enseguida".
Pero hacía falta pedir disculpas oficiales a los panameños por las
barbaridades que Hernando Bachicao había hecho anteriormente en aquellos
parajes costeros (ya que vimos que lo contaba en sus cartas): "Gonzalo
Pizarro mandó desde Puerto Viejo en un navío al capitán Rodrigo de Carvajal
hacia Panamá con unas cartas suyas, en la que rogaba a los vecinos de aquella
ciudad que favoreciesen sus cosas, diciéndoles también que enviaba aquella
armada para compensarlos por los robos y desafueros que Hernando Bachicao les
había hecho, pues habían sido muy en contra de su voluntad".
(Imagen) Aquellos brutales y casi
suicidas españoles que estuvieron enzarzados en las guerras civiles de Perú
conservaban mucho del espíritu aventurero y hambriento de gloria de los tiempos
medievales. Entre los capitanes de Gonzalo Pizarro estaba Antonio de Quiñones,
y, en la imagen que le dediqué, mencioné a su mítico antepasado SUERO DE
QUIÑONES. Tengo un amigo llamado PABLO ARRIBAS BRIONES. Los dos formamos parte
de la menesa ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL MONASTERIO DE TARANCO, fundado el año 800;
en un documento posterior, que da fe del hecho, figura la palabra CASTILLA.
Pablo escribió un extraordinario libro titulado 'Pícaros y Picaresca en el
Camino de Santiago', y, como su trabajo es exhaustivo, cuenta que, el año 1434,
SUERO DE QUIÑONES llevó a cabo el hecho de armas caballeresco más sonado en
toda la historia del Camino. Tras pedirle licencia al rey Juan II, y serle
concedida, Suero cumplió su compromiso de "estar, por un rescate de amor,
con otros nueve caballeros, en el puente de Hospital de Órbigo (León)
durante treinta días, hasta romper, sin escudo, trescientas lanzas". La
'machada' tenía más mérito por la osadía de prescindir del escudo. El
compromiso de romper trescientas lanzas que hicieron los diez temerarios,
luchando con los más selectos caballeros que habían de cruzar el puente en su
peregrinación, se lo impuso el enamorado Suero porque estaba preso de amor por
una dama desconocida. Se convirtió, además, en un espectáculo, porque Suero
organizó una gran fiesta y se celebraron banquetes que prepararon los mejores
cocineros del reino, pagándolos él. Hasta el Rey le pestó a su trompetero mayor.
Un pregonero avisaba a los peregrinos: "¡Ahí está el paso honroso
mantenido por mi señor, Don Suero de Quiñones". Hubo caballeros, algunos llegados de lejanos países
utilizando aquella gran ruta de Europa, que se quejaron ante el Rey porque
Suero y los suyos les retaban al desafío. Pero la hazaña se hizo realidad, y ha
quedado recordada para siempre como la del PASO HONROSO DEL PUENTE DE ÓRBIGO.
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