sábado, 21 de marzo de 2020

(Día 1062) Recelos entre Francisco de Carvajal y Alonso de Toro. Carvajal consiguió gente en el Cuzco. Diego Centeno quiso atacar a Carvajal creyendo que muchos de sus hombres le abandonarían, pero no fue así; según dice el cronista, solo era cruel con los enemigos y los traidores.


     (652) Alonso de Toro y Francisco de Carvajal eran dos extraordinarios capitanes con carácter muy difícil, y el primero no soportaba que el segundo le hubiese arrebatado su puesto: "Alonso de Toro emulaba a Carvajal porque Gonzalo Pizarro, por cierta enfermedad que Alonso tuvo, le quitó el cargo de maese de campo, y se lo dio a Carvajal. Apenas había llegado a Lima Carvajal, cuando se enteró de que Diego Centeno había salido de las montañas, y de que, persiguiendo a Alonso de Toro, había apresado a más de cincuenta de sus hombres. Quiso por ello ir tras Centeno, aunque sin pasar por el Cuzco, pero los de esta ciudad le escribieron diciéndole que no la despreciara, ya que era la cabeza del imperio. Carvajal hizo lo que le pidieron,  sobre todo porque así podría tener más gente para su tropa. En el Cuzco se encontraron él y Alonso de Toro con recelo, temor y sospecha el uno del otro, pero no hubo en público cosa alguna. Al día siguiente, prendió Carvajal a cuatro vecinos del Cuzco y, sin dar cuenta de ello a Alonso de Toro, los ahorcó porque eran partidarios suyos, de lo que su rival quedó aún más quejoso". Se supone que lo hizo como castigo por desacato a su autoridad, que era, por debajo de Gonzalo Pizarro, la máxima en su ejército.
     El temible Carvajal (que entonces ya tenía más de setenta años) había conseguido, con la incorporación de gente nueva en el Cuzco, formar una tropa de cien hombres de a caballo y doscientos de a pie. Siempre tan rápido en sus acciones, salió del Cuzco y fue al encuentro de Diego Centeno, quien, viéndolo cerca, le plantó cara con solo ochenta hombres, pensando que, dada la retorcida catadura de Carvajal, muchos de los suyos estarían dispuestos a abandonarlo.     
   Al contar lo que pasó después, Inca Garcilaso, sorprendentemente, hace una justificación y un elogio del comportamiento de Carvajal que parecen excesivos, aunque, sin duda, tenía grandes cualidades: "Pero Diego Centeno se halló burlado de sus imaginaciones, porque Carvajal puso en buen orden a su gente, que no estaba tan descontenta como se decía, pues, si lo estuviera, no sería posible que un hombre solo resistiera, para que no se le fueran, a trescientos que llevaba. Los autores le dan el nombre de malquerido a Carvajal, diciendo que trataba mal a su gente, pero los hechos tan grandes que ellos mismos cuentan de él, hablan de qué manera los trataba, pues le ayudaban a hacer cosas tan extraordinarias. No se puede negar que fue cruel, pero no contra los de su bando, sino con sus enemigos, y no con todos, pues lo hacía solamente con los que él llamaba pasadores y tejedores, porque andaban pasándose de un bando al otro, como lanzaderas en un telar. Más adelante volveremos a hablar de Francisco de Carvajal, que fue un bravo hombre de guerra y mostró bien haber sido soldado del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, Duque de Sessa (Italia), y de los demás capitanes de su tiempo. Diego Centeno, viendo que, en contra de lo que había imaginado, nadie abandonaba a Francisco de Carvajal, se retiró con el mismo orden que siempre guardó en todos los enfrentamientos que tuvo con este enemigo suyo, hasta que acabaron con él".

     (Imagen) El cronista PEDRO GUTIERREZ DE SANTA CLARA redactó una gran obra, pero ha dejado poco rastro biográfico. Fue hijo de un capitán que luchó en México, y quizá naciera en aquellas tierras. Según cuenta en su crónica, conocida como QUINQUENIOS, ya estaba en Perú el año 1543, cuando, como ahora vemos, Gonzalo Pizarro se dirigía a Lima para enfrentarse al virrey. Aunque algunos dudan de su fiabilidad, no le he pillado en ninguna invención. Y así, por ejemplo, sospeché que 'patinaba' al creer que daba por vivo al trágico Pedro de Lerma cuando ya había muerto, pero no se equivocaba: se refería a un hijo suyo con el mismo nombre. Por otra parte, el gran historiador peruano Raúl Porras Barrenechea (entre otros) aprecia en gran medida su obra. Y el máximo certificado de garantía lo tiene porque, quien le encargó escribirla, fue LORENZO DE ALDANA, caracterizado por su sensatez, y de quien fue su secretario. Quizá, por estar a su servicio, inclinara sus juicios a su favor, pero los hechos que cuenta son inapelables. Tiene una virtud que, a veces, le perjudica: su valía como escritor dio a luz una crónica demasiado extensa. Con frecuencia pone en boca de los protagonistas discursos por él ampliados literariamente (sin faltar a la verdad del contenido), pero eso lo hacían todos los cronistas. Seguiremos los hechos de la manita de Inca Garcilaso de la Vega, pero añadiendo comentarios de Santa Clara que completan la narración con datos interesantes. Además de escritor, fue soldado, y tuvo un recorrido sorprendente. Estuvo al servicio del virrey, pero, cuando fue asesinado, se incorporó a las tropas del rebelde Gonzalo Pizarro, luchando bajo las órdenes del terrible Francisco de Carvajal. Quizá fuera entonces cuando Lorenzo de Aldana lo nombró secretario suyo, pero, siendo los dos igualmente prudentes (o también oportunistas), terminaron por abandonarle y pasarse al bando del gran Pedro de la Gasca, poco antes de que Gonzalo fuera derrotado y ejecutado. PEDRO GUTIÉRREZ DE SANTA CLARA regresó después a México, sin que se sepa cuándo falleció.



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