(653) Pedro Gutierrez de Santa Clara
comienza precisamente el tercer tomo de su obra narrando lo que nos acaba de
contar Inca Garcilaso: el tira y afloja de los acechos que se hicieron Diego
Centro y Alonso de Toro, hasta que este se volvió a la ciudad del Cuzco, desde
la villa de La Plata, donde "nombró como teniente de gobernador, en
representación de Gonzalo Pizarro, al capitán Alonso de Mendoza, que era un
hombre valeroso y muy rico en dinero, quedando con él sesenta hombres de a
caballo, por si volviese sobre él Diego Centeno". Enseguida veremos que
Alonso de Mendoza (a quien ya le dediqué una imagen), capitán de extraordinaria
biografía y fundador de la ciudad de La Paz, va a ser convencido por Diego
Centeno para abandonar a Gonzalo Pizarro. Por eso mismo, luchará también al
lado del brillante Lope de Mendoza, quien pronto morirá a manos de Francisco de
Carvajal.
Una de las razones por las que volvió Alonso
de Toro al Cuzco, fue la de que estaba inquieto porque su cuñado, Tomás Vázquez
(a quien ya conocemos), no le enviaba noticias sobre lo que pudiera ocurrir en
la ciudad. Llegó al Cuzco con doscientos cuarenta hombres que ya tenía, y otros
cincuenta que habían abandonado a Diego Centeno. Entró en el cabildo y empezó a
tratar cosas y a preguntar si se había hecho justicia de quienes hubieran
turbado la ciudad. Hubo entre los regidores algunos que malsignaron a Luis
Álvarez y a Martín de Candía el Mozo, que eran hombres ricos, diciendo que
habían hablado muy deslenguadamente contra Gonzalo Pizarro, y que se habrían
alzado a favor de Diego Centeno si Tomás Vázquez no lo remediara. Sabido esto,
Alonso de Toro los hizo prender, y al otro día los hizo ahorcar por traidores,
y riñó bravamente a su cuñado porque no
los había ahorcado".
Podemos ver también el peso que tenían
ciertos tabúes religiosos: "Ocurrió asimismo que Alonso de Toro prendió al
dominico fray Agustín de Salazar por haberse quedado doscientos mil ducados de
oro. Temiéndole Alonso de Toro preso en su casa, le preguntó que por qué lo
había hecho. Le respondió que, viendo que todos los hombres se preocupaban
tanto de las guerras hostiles, y no en socorrer a las iglesias de Dios como el
Rey lo mandaba, todo lo que había tomado lo había gastado en hacer el
monasterio de Santo Domingo, y en obras pías y de caridad, porque el monasterio
no tenía ningún dinero. Se le detuvo algunos días en la casa, hasta que se
deterninase muy bien lo que se había de hacer, o hasta dar noticia de ello al
obispo de la ciudad, fray Juan Solano, que se encontraba entonces en Lima. Pero
el fraile huyó, y dicen que Alonso de Toro le facilitó la huida porque había
sido excomulgado por apresarle, y porque era su cuñado, pues estaba casado con
su hermana, doña Catalina de Salazar. Otros dicen que fue su hermana la que lo
soltó, y que se fue a España, sin que hubiera más noticias de él". Sin la
menor duda, de no tratarse de un fraile, lo habrían matado. Y hay que precisar otro
detalle. Si Santa Clara no se equivoca, el nombre de la mujer de Alonso era Catalina
de Salazar, y no Paula Silva, como en algún lugar aparece. Recordemos que el
violento Alonso, amancebado con una india, maltrataba a su mujer, lo cual le
costó la vida, pues su suegro, Diego González de Vargas, lo acuchilló hasta
dejarlo muerto.
(Imagen) El injustamente marginado cronista
Pedro Gutíérrez de Santa Clara es una caja de sorpresas, y aporta datos que
casi nadie conoce, confirmando, además, lo que dicen otras fuentes. Vimos que
Francisco de Carvajal mencionó a un hermanastro de Gonzalo Pizarro llamado BLAS
DE SOTO, de quien ya sabemos que era yerno del honrado oidor Pedro Ortiz de
Zárate, y que murió de enfermedad, como le decía en una carta a Gonzalo
Pizarro. Pues bien: Santa Clara le dedica unos párrafos elogiosos. Resumo lo que
cuenta, ocurrido mientras se producían las escaramuzas entre Alonso de Toro y
Diego Centeno: "Blas de Soto, medio hermano de Gonzalo Pizarro, salió de
Lima, y fue al Cuzco con cincuenta arcabuceros, con intención de luchar junto a
Alonso de Toro contra Diego Centeno. Puesto en marcha, enfermó en el camino de
disentería, y así llegó a la ciudad, donde fue muy bien recibido por Alonso de
Toro. Una semana después falleció de esta presente vida, siendo de treinta y
cinco años de edad. A todos los secuaces del tirano (Gonzalo Pizarro)
les pesó mucho su muerte. Fue enterrado en el monasterio de Nuestra Señora de
la Merced con mucha solemnidad. Le llevaron los prebendados de la iglesia mayor
y los regidores del cabildo, yéndole acompañando Alonso de Toro. Dejó por
universal heredero al hijo que tuvo con su mujer, Ana de Salazar, hija del
oidor Pedro Ortiz de Zárate. Era Blas de Soto enjuto, y como afeminado y
delicado, pero, sin embargo, de grande ánimo y destreza. Se pensaba que habría
vencido a Diego Centeno, y, por eso, le habían elegido como capitán general,
estando Alonso de Toro conforme. Se hizo también para que Francisco de Carvajal
no viniese al Cuzco, porque era odiado. Pero, en la mejor ocasión, se les
quebró el poste en el que se habían apoyado". Francisco de Carvajal, en su
carta, le ocultó a Gonzalo Pizarro que los vecinos del Cuzco le habían dado el
máximo poder a su hermanastro, y, además, con la intención de dejarle a él en
segundo plano.
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