(644) Al virrey le apenó en gran manera la muerte de sus
capitanes y que los hombres de Gonzalo Pizarro hubiesen forzado a seguirles a
los soldados que los acompañaban: "Determinó tomar ocasión de vengarse.
Salió de San Miguel con hasta ciento cincuenta de a caballo, y llegó de noche a
Collique, donde los capitanes Gonzalo Díaz y Villegas estaban con menos cuidado
del que debían tener, dado lo que habían hecho. Sorprendidos y muy turbados los
capitanes, casi no tuvieron tiempo de ponerse en orden, ni de dar batalla.
Huyeron cada uno como mejor pudo, tan derramados, que Gonzalo Díaz de Pineda,
casi solo, fue a dar en una provincia de indios de guerra, los cuales fueron
contra él y le mataron, ocurriéndole lo mismo a Hernando de Alvarado. Jerónimo
de Villegas pudo reunir alguna gente, y se fue tierra adentro hacia Trujillo.
Luego el virrey se volvió a San Miguel". Triste forma de acabar la de un gran
capitán, Gonzalo Diaz de Pineda, de impresionante hoja de servicios. Él inició
las incursiones a tierras amazónicas, y luego padeció lo indecible con Gonzalo
Pizarro fracasando durante la campaña que exploraba el río Amazonas, en la que
solo hubo un vencedor (quizá desobedeciendo a Gonzalo): Francisco de Orellana.
Aunque
tardaría en enterarse bastantes días, le tocó a Gonzalo Pizarro su ración de
amarguras: "Enterado de la muerte de sus capitanes, y de que el virrey iba
creciendo día a día en gente y armas, determinó deshacer al virrey y su
ejército lo antes posible, pues sabía que cada día le iba a llegar más gente de
España y de otras partes de las Indias. También le preocupaba que llegase algún
despacho de Su Majestad favorable al virrey, con el que pudieran quebrarse los
ánimos de los que andaban con él. Por lo cual determinó juntar su ejército
antes de que su mal creciese, e ir a buscar a sus enemigos. Envió la caballería
y los demás impedimentos por delante hacia Trujillo, quedándose él y los más
principales de su ejército solos, para salir a la postre. En ese tiempo fue al
puerto de Lima un bergantín de Arequipa con más de cien mil pesos de oro para
Gonzalo Pizarro. Llegó también de Panamá otro navío, que era de Gonzalo Martel
de la Puente, en el que enviaba a su mujer y a sus hijos para que fuesen al
Cuzco, donde tenía su casa. Con la buena suerte de los navíos (requisados o
pagados, se quedaron con ellos), que les eran necesarios, quedaron Gonzalo
Pizarro y los suyos tan ufanos y soberbios, que, viendo que la fortuna les
favorecía en todos los sentidos, no temían a nadie en el mundo".
Con semejante
entusiasmo, hicieron algunas reflexiones cínicas, pero basadas en hechos reales:
"Algunos le decían a Gonzalo Pizarro que se coronase como rey. El
licenciado Cepeda argumentaba que el origen de todos los reinos venía de la
tiranía, que la nobleza procedía de Caín, y la gente plebeya del justo Abel, y que
así se mostraba en las armas que los nobles ponían en sus blasones. Aprobaba mucho
esto Francisco de Carvajal, diciendo que se viese el testamento de Adán para
saber si daba el Perú al Emperador Don Carlos. Todo lo cual lo oía Gonzalo
Pizarro de buena gana, aunque con palabras tibias lo disimulaba". Pero
estaban tan ciegos, que eran incapaces de ver que vivían sumergidos en un sueño
imposible. Podían ganar batallas, pero de ninguna manera la guerra. Todo era
cuestión de tiempo.
(Imagen) GONZALO
MARTEL DE LA PUENTE Y GUZMÁN fue un personaje notable, pero ajeno a la
profesión militar. Se dedicó fundamentalmente, y con gran éxito, a tareas de
funcionario y a cargos políticos, sin perder de vista la acumulación de
riquezas. Nació en Sevilla hacia el año 1506. Era de familia noble. Su padre,
Alonso de la Puente Martel, tenía el título de Señor de Almonaster (provincia
de Huelva), y lo heredó a su muerte, el año 1542. A diferencia de Gonzalo, su
progenitor se dedicó intensamente a la milicia. Tras haber sido paje del
Príncipe Don Juan, el malogrado hijo de los Reyes Católicos, estuvo guerreando
en Orán y luego partió para las Indias, donde batalló sin parar bajo mando del
duro Pedrarias Dávila, y siendo testigo, sin duda, de la vil muerte que le dio
al glorioso Vasco Núñez de Balboa. Por su parte, Gonzalo también llegó a
aquellas tierras. El texto de la imagen muestra que, en 1529, era nombrado
regidor del Cabildo de Panamá. Su vida se cruzó con viejos conocidos nuestros,
como Pascual de Andagoya, Gaspar de Espinosa, Francisco de Barrionuevo, Rodrigo
de Contreras y otros. En un curioso documento del año 1535, se ve que el
inmenso cronista de Indias Gonzalo Fernández Oviedo, que además era controlador
de las fundiciones de oro, le dejó en depósito a Gonzalo una importante
cantidad del precioso metal. En 1545 se trasladó al Cuzco. Por eso vemos que
ahora llega una nave suya desde Panamá a Lima, de la que descendieron su mujer
y su hija para juntarse con él, haciendo el resto del largo camino por tierra.
Gonzalo Pizarro, encantado porque le hacía mucha falta, se quedó con la nave,
comprada o requisada. En 1551, GONZALO MARTEL DE LA PUENTE fue nombrado
Tesorero del Virreinato de Perú, lo que quiere decir que sorteó hábilmente los
riesgos de las guerras civiles y se mantuvo fiel a la Corona. El año 1553
regresó a España, incólume y adinerado, y aún tuvo la suerte de vivir
plácidamente hasta fallecer, el año 1569, en la villa de La Parra (Badajoz).
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