(646) Los
partidarios del virrey a los que Gonzalo Pizarro primeramente apresó, pero
luego dejó que se fueran, se esparcieron por muchos lugares y hacían campaña
contra su rebeldía. Según el cronista, muchos de los que les oían se ponían de
su parte, especialmente los soldados, por gustarles los tumultos: "Pero
esto no ocurre con las personas principales, pues siempre pretenden la paz. Ya
que, en tiempos de guerra, son molestados y se les obliga a dar dineros, y, si
no muestran buena cara, corren más riesgo que los otros, ya que les puede matar
el que gobierna, para enriquecer sus haciendas. Viendo los tenientes de Gonzalo
Pizarro, cada uno en su jurisdicción, lo que pasaba, castigaban a los
revoltosos para que se sosegaran. Y, especialmente en Lima, donde la mayoría de
la gente del virrey se acogió, fueron ahorcados muchos por mano de un alcalde
llamado Pedro Martín de Sicilia (tenía fama de muy cruel), gran
favorecedor de Gonzalo Pizarro. Sin embargo, Lorenzo de Aldana, que era allí su
teniente, estuvo siempre muy recatado, para no entrometerse en nada que pudiera
después costarle una querella. Procuraba cuanto podía evitar que se produjeran
muertes o daños. Así rigió todo el tiempo que allí estuvo. Aunque ostentaba la
justicia en representación de Gonzalo Pizarro, nunca quiso hacer cosas tan
graves en su favor, e incluso acogía de buena manera a la gente favorable al
virrey, de lo que mostraban tener gran queja los apasionados por Gonzalo
Pizarro, especialmente un regidor de la ciudad llamado Cristóbal de Burgos, al
que Lorenzo de Aldana llegó a reprenderle por esto abiertamente, tratándolo mal
de palabra, le puso las manos encima y le tuvo preso cierto tiempo. Aunque
algunos le escribieron sospechando de Aldana y Gonzalo Pizarro consideró que
tenía fundamento, nunca le retiró su confianza, pues, estando tan lejos, le
pareció que no tendría ocasión de quitarle el cargo, pues él tenía mucha gente
de guerra, y ganada la voluntad de los principales de aquella ciudad".
Ahora que vemos a Cristóbal de Burgos defender tan abierta y contundentemente
la causa de Gonzalo Pizarro, se nos despeja una incógnita. Está claro que, por defender
a Gonzalo, se ha convertido en un rebelde, pero consta que sobrevivió a estas
guerras civiles. ¿Por qué? Solo hay una explicación. Ya vimos anteriormente que
Cristóbal de Burgos había perdido un brazo en la guerra de Chupas luchando contra
Diego de Almagro el Mozo. De manera que esa condición de mutilado le retiró
para siempre de las batallas. De no ser así, como capitán rebelde le habrían
cortado la cabeza.
Gonzalo
Pizarro se enceló con el virrey al ver que se le iban quedando atrás soldados.
También él avanzaba con dificultad, por el lastre de la artillería y el bagaje
que llevaba. Así que le encargó a Francisco de Carvajal que lo persiguiera con
cincuenta de a caballo y le hiciera todo el daño posible en su retaguardia.
Tomó también otra decisión para ahogar más al enemigo: "Escribió a
Hernando Bachicao, que estaba en la costa, ordenándole que, dejando los navíos
a buen recaudo en Túmbez, fuese hacia Quito para juntarse con él. El virrey y
su gente caminaban con mucho trabajo, y, creyendo haber escapado de las manos
de sus enemigos, descansaron por la noche".
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