sábado, 14 de marzo de 2020

(Día 1056) En Lima, muchos partidarios del virrey fueron duramente castigados, aunque Lorenzo de Aldana, que mandaba allí, trató de evitar esas crueldades. Gonzalo Pizarro perseguía ansiosamente al virrey.


     (646) Los partidarios del virrey a los que Gonzalo Pizarro primeramente apresó, pero luego dejó que se fueran, se esparcieron por muchos lugares y hacían campaña contra su rebeldía. Según el cronista, muchos de los que les oían se ponían de su parte, especialmente los soldados, por gustarles los tumultos: "Pero esto no ocurre con las personas principales, pues siempre pretenden la paz. Ya que, en tiempos de guerra, son molestados y se les obliga a dar dineros, y, si no muestran buena cara, corren más riesgo que los otros, ya que les puede matar el que gobierna, para enriquecer sus haciendas. Viendo los tenientes de Gonzalo Pizarro, cada uno en su jurisdicción, lo que pasaba, castigaban a los revoltosos para que se sosegaran. Y, especialmente en Lima, donde la mayoría de la gente del virrey se acogió, fueron ahorcados muchos por mano de un alcalde llamado Pedro Martín de Sicilia (tenía fama de muy cruel), gran favorecedor de Gonzalo Pizarro. Sin embargo, Lorenzo de Aldana, que era allí su teniente, estuvo siempre muy recatado, para no entrometerse en nada que pudiera después costarle una querella. Procuraba cuanto podía evitar que se produjeran muertes o daños. Así rigió todo el tiempo que allí estuvo. Aunque ostentaba la justicia en representación de Gonzalo Pizarro, nunca quiso hacer cosas tan graves en su favor, e incluso acogía de buena manera a la gente favorable al virrey, de lo que mostraban tener gran queja los apasionados por Gonzalo Pizarro, especialmente un regidor de la ciudad llamado Cristóbal de Burgos, al que Lorenzo de Aldana llegó a reprenderle por esto abiertamente, tratándolo mal de palabra, le puso las manos encima y le tuvo preso cierto tiempo. Aunque algunos le escribieron sospechando de Aldana y Gonzalo Pizarro consideró que tenía fundamento, nunca le retiró su confianza, pues, estando tan lejos, le pareció que no tendría ocasión de quitarle el cargo, pues él tenía mucha gente de guerra, y ganada la voluntad de los principales de aquella ciudad". Ahora que vemos a Cristóbal de Burgos defender tan abierta y contundentemente la causa de Gonzalo Pizarro, se nos despeja una incógnita. Está claro que, por defender a Gonzalo, se ha convertido en un rebelde, pero consta que sobrevivió a estas guerras civiles. ¿Por qué? Solo hay una explicación. Ya vimos anteriormente que Cristóbal de Burgos había perdido un brazo en la guerra de Chupas luchando contra Diego de Almagro el Mozo. De manera que esa condición de mutilado le retiró para siempre de las batallas. De no ser así, como capitán rebelde le habrían cortado la cabeza.
     Gonzalo Pizarro se enceló con el virrey al ver que se le iban quedando atrás soldados. También él avanzaba con dificultad, por el lastre de la artillería y el bagaje que llevaba. Así que le encargó a Francisco de Carvajal que lo persiguiera con cincuenta de a caballo y le hiciera todo el daño posible en su retaguardia. Tomó también otra decisión para ahogar más al enemigo: "Escribió a Hernando Bachicao, que estaba en la costa, ordenándole que, dejando los navíos a buen recaudo en Túmbez, fuese hacia Quito para juntarse con él. El virrey y su gente caminaban con mucho trabajo, y, creyendo haber escapado de las manos de sus enemigos, descansaron por la noche".

     (Imagen) La siguiente carta (la cuarta) de HERNANDO BACHICAO a Gonzalo Pizarro tiene fecha de 24 de junio de 1545, y la escribió en un poblado llamado Luis. Es casi seguro que se había puesto en marcha por tierra hacia Quito cumpliendo la orden de Gonzalo Pizarro (que acabamos de ver). Le cuenta que sus espías le habían dicho que algunos de sus hombres huyeron adonde el virrey, y que éste les aplicó el 'Roma no paga a traidores': "Los degolló, y en esto actuó como hombre de bien, por tratarse de bellacos traicioneros". Pero está orgulloso de su tropa: "Tengo tal gente que el menor de todos ellos basta para enfrentarse a diez virreyes". Se irrita porque Gonzalo le enviaba cartas insistiéndole en que le fuera fiel (y, al final, resultó traidor): "Me escribió vuestra señoría para que no me dejase engañar por el virrey. Y me pesa, porque el Rey me conoce, el cielo me conoce, y aun el infierno me conoce, y todavía no me acaba de conocer en doce años vuestra señoría. Son tantas las cartas con bellaquerías y mercedes que este tirano (el virrey) me ha enviado, que vuestra señoría se reirá mucho de ellas. Pero, aunque él me diera el poder que tuvo Jesucristo de resucitar, no lo tomaría, ni quiero ir al paraíso ni al purgatorio ni al infierno sin que vuestra señoría, el capitán Carvajal (su futuro ejecutor) y yo nos vayamos todos juntos. Pues he tenido más dineros que los mejores cuatro duques de Castilla, y los he sabido gastar y perder, todo por vengar, como Dios sabe, la sangre del desdichado Marqués Don Francisco Pizarro, pues he tenido honra, y la tendré mientras Nuestro Señor diere vida a vuestra señoría, para que pueda yo hacer más que veinte tiranos como Blasco Núñez Vela". Luego se refiere a que no llevó a cabo una ejecución: "De Diego Pizarro no hice justicia, sino que lo disimulé, y lo envié adonde el capitán Marmolejo. Ya le diré a vuestra señoría por qué cuando nos veamos". Lo que confirma que, efectivamente, Bachicao había dejado las naves en Túmbez y se dirigía al encuentro de Gonzalo Pizarro en Quito.



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