(650) Así
pues, desde este momento Gonzalo Pizarro va a tener que lidiar con dos frentes.
Por una parte, era de esperar que el virrey consiguiera reforzarse y atacarlo.
Y, ahora, de propina, va a tener que vérselas, ya en guerra abierta, con el
gran capitán Diego Centeno. Después de conseguir Alonso de Toro, por
convencimiento o por amenazas, que los vecinos del Cuzco tomaran partido contra
Centeno, los preparó rápidamente para la lucha. Tomó el cargo de Capitán
General, nombró capitanes y juntó una tropa de casi trescientos hombres,
medianamente armados. Salió del Cuzco para luchar contra el enemigo, pero
Centeno, cuando supo que se le acercaba, evitó el enfrentamiento. Alonso de
Torno decidió dar la vuelta hacia el Cuzco, y se cambiaron las tornas; Centeno
fue tras él pesando que la retirada de los contrarios era un síntoma de
debilidad: "Envió al capitán Lope de Mendoza con cincuenta hombres en
buenos caballos, para que, yendo tras los contrarios, recogiera a los que
cambiasen de bando. Lope alcanzó a bastantes de los que iban rezagados, y
respetó a los que prometieron ponerse a su servicio, pero ahorcó a algunos
sospechosos de ser demasiado amigos de Alonso de Toro".
En Lima, el
sensato y escurridizo Lorenzo de Aldana se iba a ver en una situación comprometida:
"Todos estos sucesos se supieron en la ciudad de Lima, y, como allí había
gente de ambos bandos, los del virrey, cobrando ánimo, hablaban, casi en
público, de irse a juntar con Diego Centeno. Como Lorenzo de Aldana se mostraba
remiso en castigar estas cosas, le hacía sospechar a los de Gonzalo Pizarro que
las consentía, y que pretendía encabezarlos. Con este temor, fueron adonde él
los partidarios de Pizarro, y le dieron cuenta de la desvergüenza con que
algunos hablaban. Además, entonces llegaron noticias de las muertes que el
virrey había dado a algunos de los suyos, y de lo apretado que Gonzalo Pizarro
lo traía en su persecución. Todo esto les quitó el ánimo a los que apoyaban al
virrey y se lo dio a los del bando de Pizarro. Y de tal manera, que se
atrevieron a decirle a Lorenzo de Aldana que en la ciudad había personas
sospechosas inquietando a la gente con palabras escandalosas, que estaría bien
castigarlas con muertes y destierro, y que ellos se ofrecían a dar información
de quiénes y cuántos eran. Lorenzo de Aldana respondió que no lo había sabido,
que se harían diligencias y que él los castigaría severamente".
Es
admirable cómo Lorenzo de Aldana sabía navegar en aguas tan torrenciales y
peligrosas. Los partidarios de Gonzalo Pizarro creyeron que Aldana iba a
aplicar duros castigos a los del virrey: "Oyendo la respuesta de Aldana,
prendieron los denunciadores a quince personas, y el alcalde, Pedro Martín de
Sicilia (o de Don Benito) quiso darles tormento, y habrían corrido mucho
peligro si lo hubiese hecho, pues le tenía gran afición al bando de Gonzalo
Pizarro. Lorenzo de Aldana se los quitó de entre las manos, y los llevó a su
posada diciendo que en ella estarían mejor guardados, para que no huyesen. Allí
les daba todo lo que necesitaban, y, con apariencia de castigo, los desterró de
la ciudad en un navío que les dio, manifestándoles que más adelante sabrían
cuál era su intención".
(Imagen) Hemos
visto que Gonzalo Pizarro, en cuanto Diego Centeno se le rebeló, envió al
capitán Lope de Mendoza para que apresara en Arequipa a su representante, PEDRO
DE FUENTES, quien huyó de inmediato en cuanto se enteró. Apenas hay
documentación sobre su persona, pero sí queda su rastro entre las cartas que
guardaba el gran Pedro de la Gasca. Un tal Sebastián Montero le escribió en
enero de 1547 a Gonzalo Pizarro con gran sencillez: "Bien creo que vuestra
señoría me tendrá olvidado por ser un pobre soldado, aunque yo no me he
olvidado de serviros". Además de recordarle que hizo para él un bergantín,
le cuenta que que llegó a Lima (un año antes) con Pedro de Fuentes,
"criado de vuestra señoría". Habla de que, estando en Arequipa, escaparon
él y Pedro de Fuentes de Lope de Mendoza, y, uniéndose a Alonso de Toro, "fuimos
contra Centeno y sus traidores y les hicimos huir". En otra carta, ésta
dirigida a Gonzalo Pizarro por el sargento mayor Juan Silveira en 1546, se ve claramente
que Pedro de Fuentes estaba cayendo en sospecha de deslealtad. Silveira tenía
la misión de apresar y castigar a soldados de Diego Centeno. Cuando ya llevaba
ahorcados a seis, le había confiado también Gonzalo Pizarro que le abriera un
expediente a Pedro de Fuentes. Pero se ve que Silveira no veía clara su
culpabilidad: "Se dicen muchos males de Pedro de Fuentes, y está muy
ocupado en dar sus descargos. Ha actuado en todo como muy mozo, pero por
ninguna vía he podido averiguar lo suficiente para cortarle la cabeza. Solo
queda probado que ha sido rebelde a los mandamientos de vuestra señoría, pero
no las dos principales cosas que vuestra señoría me indicó. De manera que le he
desterrado perpetuamente a las provincias de Chile, y va metido con grillos en
el navío, a buen recaudo bajo la vigilancia del capitán Antonio de Ulloa".
Pero, como solía ocurrir en aquel mundo de locos, un Juan Silveira,
posiblemente éste, murió más tarde luchando contra Gonzalo Pizarro. En 1552
(cuatro años después de su muerte), su cuñado, Luis Bautista, y su hermana
María Silveira reclamaron sus bienes.
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