jueves, 19 de marzo de 2020

(Día 1060) En la zona del Cuzco Diego Centeno y Alonso de Toro se acosaban mutuamente. En Lima, Lorenzo de Aldana se veía obligado a evitar problemas con ambos bandos, y tuvo la habilidad de salvar a algunos perseguidos.


     (650) Así pues, desde este momento Gonzalo Pizarro va a tener que lidiar con dos frentes. Por una parte, era de esperar que el virrey consiguiera reforzarse y atacarlo. Y, ahora, de propina, va a tener que vérselas, ya en guerra abierta, con el gran capitán Diego Centeno. Después de conseguir Alonso de Toro, por convencimiento o por amenazas, que los vecinos del Cuzco tomaran partido contra Centeno, los preparó rápidamente para la lucha. Tomó el cargo de Capitán General, nombró capitanes y juntó una tropa de casi trescientos hombres, medianamente armados. Salió del Cuzco para luchar contra el enemigo, pero Centeno, cuando supo que se le acercaba, evitó el enfrentamiento. Alonso de Torno decidió dar la vuelta hacia el Cuzco, y se cambiaron las tornas; Centeno fue tras él pesando que la retirada de los contrarios era un síntoma de debilidad: "Envió al capitán Lope de Mendoza con cincuenta hombres en buenos caballos, para que, yendo tras los contrarios, recogiera a los que cambiasen de bando. Lope alcanzó a bastantes de los que iban rezagados, y respetó a los que prometieron ponerse a su servicio, pero ahorcó a algunos sospechosos de ser demasiado amigos de Alonso de Toro".
     En Lima, el sensato y escurridizo Lorenzo de Aldana se iba a ver en una situación comprometida: "Todos estos sucesos se supieron en la ciudad de Lima, y, como allí había gente de ambos bandos, los del virrey, cobrando ánimo, hablaban, casi en público, de irse a juntar con Diego Centeno. Como Lorenzo de Aldana se mostraba remiso en castigar estas cosas, le hacía sospechar a los de Gonzalo Pizarro que las consentía, y que pretendía encabezarlos. Con este temor, fueron adonde él los partidarios de Pizarro, y le dieron cuenta de la desvergüenza con que algunos hablaban. Además, entonces llegaron noticias de las muertes que el virrey había dado a algunos de los suyos, y de lo apretado que Gonzalo Pizarro lo traía en su persecución. Todo esto les quitó el ánimo a los que apoyaban al virrey y se lo dio a los del bando de Pizarro. Y de tal manera, que se atrevieron a decirle a Lorenzo de Aldana que en la ciudad había personas sospechosas inquietando a la gente con palabras escandalosas, que estaría bien castigarlas con muertes y destierro, y que ellos se ofrecían a dar información de quiénes y cuántos eran. Lorenzo de Aldana respondió que no lo había sabido, que se harían diligencias y que él los castigaría severamente".
     Es admirable cómo Lorenzo de Aldana sabía navegar en aguas tan torrenciales y peligrosas. Los partidarios de Gonzalo Pizarro creyeron que Aldana iba a aplicar duros castigos a los del virrey: "Oyendo la respuesta de Aldana, prendieron los denunciadores a quince personas, y el alcalde, Pedro Martín de Sicilia (o de Don Benito) quiso darles tormento, y habrían corrido mucho peligro si lo hubiese hecho, pues le tenía gran afición al bando de Gonzalo Pizarro. Lorenzo de Aldana se los quitó de entre las manos, y los llevó a su posada diciendo que en ella estarían mejor guardados, para que no huyesen. Allí les daba todo lo que necesitaban, y, con apariencia de castigo, los desterró de la ciudad en un navío que les dio, manifestándoles que más adelante sabrían cuál era su intención".

     (Imagen) Hemos visto que Gonzalo Pizarro, en cuanto Diego Centeno se le rebeló, envió al capitán Lope de Mendoza para que apresara en Arequipa a su representante, PEDRO DE FUENTES, quien huyó de inmediato en cuanto se enteró. Apenas hay documentación sobre su persona, pero sí queda su rastro entre las cartas que guardaba el gran Pedro de la Gasca. Un tal Sebastián Montero le escribió en enero de 1547 a Gonzalo Pizarro con gran sencillez: "Bien creo que vuestra señoría me tendrá olvidado por ser un pobre soldado, aunque yo no me he olvidado de serviros". Además de recordarle que hizo para él un bergantín, le cuenta que que llegó a Lima (un año antes) con Pedro de Fuentes, "criado de vuestra señoría". Habla de que, estando en Arequipa, escaparon él y Pedro de Fuentes de Lope de Mendoza, y, uniéndose a Alonso de Toro, "fuimos contra Centeno y sus traidores y les hicimos huir". En otra carta, ésta dirigida a Gonzalo Pizarro por el sargento mayor Juan Silveira en 1546, se ve claramente que Pedro de Fuentes estaba cayendo en sospecha de deslealtad. Silveira tenía la misión de apresar y castigar a soldados de Diego Centeno. Cuando ya llevaba ahorcados a seis, le había confiado también Gonzalo Pizarro que le abriera un expediente a Pedro de Fuentes. Pero se ve que Silveira no veía clara su culpabilidad: "Se dicen muchos males de Pedro de Fuentes, y está muy ocupado en dar sus descargos. Ha actuado en todo como muy mozo, pero por ninguna vía he podido averiguar lo suficiente para cortarle la cabeza. Solo queda probado que ha sido rebelde a los mandamientos de vuestra señoría, pero no las dos principales cosas que vuestra señoría me indicó. De manera que le he desterrado perpetuamente a las provincias de Chile, y va metido con grillos en el navío, a buen recaudo bajo la vigilancia del capitán Antonio de Ulloa". Pero, como solía ocurrir en aquel mundo de locos, un Juan Silveira, posiblemente éste, murió más tarde luchando contra Gonzalo Pizarro. En 1552 (cuatro años después de su muerte), su cuñado, Luis Bautista, y su hermana María Silveira reclamaron sus bienes.



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