(648) No se
aplacó con ello la ira del virrey, y mató de nuevo sin pruebas suficientes: "El
virrey llegó después, con menos trabajo y temor, a Tomebamba, donde mandó hacer
lo mismo de Rodrigo de Ocampo, su maese de campo (a quien hasta allí había
tenido como su grande e íntimo amigo), porque de él había tenido la misma
sospecha que de los otros dos capitanes muertos, los cuales le habían servido
en todos sus trabajos. Sobre estas muertes hubo en el Perú varias y contrarias opiniones,
de culpa y de su descargo. Antes de llegar a Quito, tuvo el virrey noticia y
sospecha de que Francisco de Olmos y los que con él venían de Puerto Viejo
habían sembrado palabras en deservicio del Rey. Llegado a la ciudad de Quito,
procuró saber la verdad. Tras consultarlo con el licenciado Álvarez, hizo
justicia de muchos de ellos, cortando las cabezas a unos, y ahorcando a otros,
acusados de traidores. Algunos de los ejecutados fueron Álvaro de Carvajal, el
capitán Ojeda y Gómez Estacio, dejando con vida a Francisco de Olmos, por
entender que no era culpable. Estas muertes causaron mucho escándalo en todo el
Perú, y dañaron mucho al virrey, porque, como la culpa no fue manifiesta,
quedándose solo en sospechas, muchos que pretendían ir a servirle lo dejaron de
hacer, por temor a que les ocurriese lo mismo".
De momento,
Inca Garcilaso nos saca de Quito y nos lleva a la villa de La Plata, donde
también se vivían intensamente los tormentos de las guerras civiles. Él mismo se
asombra del alcance territorial que tenía el conflicto: "Es cosa de
admiración que la misma porfía pasase a trescientas leguas de distancia (desde
Quito)". Nos recuerda que en La Plata estaba de teniente, en
representación de Gonzalo Pizarro, Francisco de Almendras, y nos va a explicar
por qué Diego Centeno iba a abandonar el bando de Gonzalo Pizarro, llegando
incluso a matar al propio Almendras (que era como un padre para él). Veamos a
Almendras excediéndose de manera implacable: "Al saber que un caballero
principal de aquella población, llamado Don Gómez de Luna (era primo del
padre de Inca Garcilaso), había dicho en su casa que no era posible que
algún día dejase de reinar el Emperador (palabras sensatas), lo apresó.
Los del cabildo le rogaron que lo soltase, o que, al menos, lo tratase conforme
a la calidad de su persona. No dándoles Francisco de Almendras buena respuesta,
hubo alguno de ellos que se la dio mala, diciendo que, si él no lo soltaba, lo
soltarían ellos. El teniente se ofendió, pero disimuló su enfado. A media noche
fue a la cárcel, dio garrote a Don Gómez, lo sacó a la plaza y le hizo cortar
la cabeza. Lo cual sintieron mucho los vecinos, pareciéndoles que a todos los
alcanzaba tal agravio. Lo sintió especialmente un vecino de aquella ciudad,
llamado Diego Centeno, vecino de Ciudad Rodrigo, que fue muy gran amigo suyo.
Y, aunque Diego Centeno le siguió a Gonzalo Pizarro en su primer levantamiento,
después, al ver que la mala intención de Gonzalo Pizarro se extendía a mucho
más que lo que al principio había publicado, se volvió, con su licencia, a su
casa y a su hacienda de indios, donde estaba ya cuando acaeció esta muerte de Don
Gómez de Luna".
(Imagen) Sabemos
por Inca Garcilaso que DON GÓMEZ DE LUNA era un hombre muy querido en la villa
de La Plata, y al que Francisco de Almendras, que estaba al mando en ella como
representante de Gonzalo Pizarro (el usurpador), lo ejecutó muy
injustamente. A pesar de su relevancia, hay poca documentación sobre él. Solamente
le he visto mencionado en una carta de LOPE DE MENDIETA, fechada en febrero de 1547,
en la cual le pedía a Gonzalo Pizarro que le reconociera el intercambio de
encomiendas de indios que habían establecido de común acuerdo Don Gómez de Luna
y él. Ya le dediqué una imagen a Mendieta, pero esta carta nos descubre que
ocultó en su expediente de servicios algo que lo infamaba. En él, como vimos, presumía
de haber sido siempre fiel a la Corona. Es cierto que, en general, mantuvo esa
lealtad, pero, en un momento determinado, traicionó al virrey. De lo cual no
queda la menor duda, porque su carta del año 1547 era una insistente petición
de la que Gonzalo Pizarro, sin duda su jefe, no hacía caso. Y se quejaba:
"Se lo he suplicado a su señoría en mis pasadas cartas, y nunca he visto
respuesta de lo que su señoría ha decidido hacer". Está claro que llevaba
tiempo bajo el mando de Gonzalo Pizarro, y es muy probable que hubiera luchado
contra el virrey cuando, ocho meses antes, fue asesinado. Mendieta se libró de
responsabilidades después de que Gonzalo fuera derrotado y ejecutado, e incluso
se le nombró caballero de la Orden de Santiago. Participó en esa batalla de
Jaquijaguana (abril de 1548) bajo las órdenes del gran Pedro de la Gasca. Pero
hay constancia de que, ya en octubre de 1547, era enemigo de Gonzalo Pizarro.
Quizá acabara harto de su ingratitud. De hecho, Mendieta siempre había sido muy
leal a los Pizarro. En la imagen vemos que el Rey lo nombró Regidor de la villa
de La Plata en febrero del año 1541, población que había fundado el inigualable
Francisco Pizarro, quien fue asesinado cuatro meses más tarde de esta concesión.
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