(494) Nada más poderoso para Vaca de Castro que ese documento real que
lo convertía inmediatamente en el legítimo Gobernador de todo el Perú. Solo los
almagristas más acérrimos serían capaces de desafiarlo, y los tibios tendrían
que disimular o someterse abiertamente a su autoridad: “Llegados a Quito los
mensajeros que, desde Popayán, despachó Vaca de Castro, cuando allí vieron la
cédula del Rey, Nuestro Señor, entraron en cabildo Pedro de Puelles (ya hablamos de su terrible muerte posterior),
que estaba al mando, los alcaldes y los regidores, e aceptaron como gobernador
a Vaca de Castro, quien, cuando lo supo, se alegró de que las cosas llevasen
buenos principios, y, con mucha prisa, partió para ir allá”. Poco antes de
llegar a Quito, recibió Vaca de Castro otra carta que, por venir de quien
venía, le alegró en gran manera. Se la mandaba el gran Alonso de Alvarado,
contándole que, al conocer la muerte de Pizarro, hizo pública su fidelidad al
Rey, y que, reclutando tropas, permanecía esperándole en un lugar bien
protegido: “De inmediato, Vaca de Castro le envió un traslado de la cédula del
Rey, valorando la importancia de que se hubiera puesto bajo la bandera del Rey,
y diciéndole que no se podía esperar menos de un caballero tan notable”.
Al llegar a Quito, Vaca de Castro fue recibido con gran solemnidad, y,
desde allí, continuó enviando cartas para que en todos los lugares supieran que
ostentaba el título de Gobernador del Perú. Otro de sus principales objetivos
era el de reclutar gente, formar un ejército poderoso e ir a Lima para derrotar
a Diego de Almagro. Su título de Gobernador animaba a muchos hombres a
alistarse en sus tropas. Informado de todo, sabía que Gonzalo Pizarro andaba
por la tierra de la Canela. Pensó que, en cuanto conociera que los de Almagro
habían asesinado a su hermano, volvería rápidamente a luchar contra ellos bajo
sus órdenes. Como no llegaban noticias suyas, “mandó a Gonzalo Martín, vecino
de Quito y conquistador antiguo, que fuera con treinta hombres a buscarlo, para
que le contara que los de Chile habían matado al Marqués, su hermano, y que,
como él era ahora el Gobernador, le pedía que volviese con la gente que tenía,
para ir a castigar a Don Diego por lo que había hecho”. Los enviados, sin duda,
pasarían muchas penalidades en las tierras amazónicas tras el rastro de Gonzalo
Pizarro, pero no consiguieron encontrarlo. Tuvo Vaca de Castro más suerte con
otro ‘fichaje’. Encargó a un mensajero que fuera a la zona de Bracamoros, y el
capitán que andaba por aquellas tierras, Pedro de Vergara, aceptó de inmediato
unirse a Vaca de Castro para luchar contra los almagristas.
En el Cuzco, Perálvarez Holguín, como ya sabemos, tenía preso a Don
Alonso de Montemayor, el enviado de Diego de Almagro, y no se fiaban de él
porque siempre fue muy apreciado por los almagristas: “Intentó huir porque, antes de que llegase
Peransúrez, le dijeron que venían en su compañía algunas personas que estaban a
mal con él, y temía que, siendo tiempos revueltos, quisiesen matarle, mas
pronto Perálvarez lo tuvo de nuevo en sus manos e lo mandó prender, pero
dándole el tatamiento que, como caballero, merecía”.
(Imagen) Dediquemos otra imagen a PEDRO DE VERGARA (en realidad, “de
Espinosa Vergara”). Era natural de Medina del Campo. Aceptó de inmediato, como
nos cuenta Cieza, unirse a las fuerzas de Cristóbal Vaca de Castro contra los
almagristas, y siempre se mantuvo dentro de la legalidad. Es Pedro otro
‘segundón’ cargado de méritos. Estuvo en la batalla de las Salinas como capitán
de arcabuceros, y, tras la victoria, Pizarro, para agradecerle sus buenos
servicios, le concedió la exploración y conquista de la zona de los indios
bracamoros, tan bravos que más de una vez habían rechazado ataques del imperio
inca. Fue Pedro de Vergara el primer capitán español que entró en aquel territorio
del norte de Perú. Permaneció un tiempo inmerso en gandes dificultades, y
suspendió su campaña cuando recibió la llamada de Vaca de Castro. Mereció la
pena, porque lograron vencer a Diego de Almagro el Mozo en la batalla de
Chupas, donde Pedro sufrió una herida. Tuvo después el privilegio de firmar
como testigo de la dura sentencia dictada por Vaca de Castro contra los
almagristas, en la que bastantes fueron condenados a muerte, siendo,
lógicamente, El Mozo uno de ellos. Volvió más tarde Pedro de Vergara a la
tierra de Bracamoros, pero también otros dos capitanes dejaron huella en el
lugar. Juan Porcel fundó una ciudad con el nombre de su patria chica, Jerez de
la Frontera. Resultó otro gran capitán, aunque, a diferencia de Pedro de
Vergara, muy dado a cambiar de bando en las guerras civiles, a pesar de lo
cual, vivió hasta el año 1560. Quien logró asentar una ciudad definitiva fue el
jienense Diego Palomino, en 1546, y le puso el nombre de JAÉN DE BRACAMOROS,
contando hoy con unos 90.000 habitantes. Un último detalle. En un momento
determinado, PEDRO DE VERGARA fundó allá una ciudad luego desaparecida, a la
que llamó Bilbao. Eso y su apellido hacen suponer que descendía de vascos.
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