miércoles, 7 de agosto de 2019

(Día 903) Con muy pocas ganas, Belalcázar se ve obligado a reunirse con Vaca de Castro debido al asesinato de Pizarro. Bien asesorado por Lorenzo de Aldana, decide Vaca de Castro ir directamente hacia Perú, ya como Gobernador, para enfrentarse a los almagristas


      (493) El primer paso que dio Vaca de Castro fue escribir a Belalcázar para que conociese la terrible noticia, y ordenarle que de inmediato, “puesto que siempre se había mostrado servidor de Su Majestad y era su Gobernador y Capitán  General, procurase reunir el máximo de gente e armas que pudiese y fuera a la ciudad de Popayán, donde le aguardaba”. Si en algo pensaba Belalcázar era principalmente en sus propios intereses. La noticia era dramática, pero es muy probable que lo que más deseara fuese tener vuelo propio y asentarse como Gobernador en las nuevas tierras que lograra conquistar. Hasta es posible que viera la muerte de Pizarro como una ventaja para sus proyectos. Pero la situación era muy delicada y evitó mostrarse como un rebelde: “Dicen que, vista por Belalcázar la carta de Vaca de Castro, le pesó grandemente, y que, más por temor que por voluntad, respondió a su llamada, pues siempre estuvo tibio en las cosas que le pidieron. Tenía otro motivo para no desear ir a Popayán, y era que se decía que el Capitán Jorge Robledo, fundador de aquellos pueblos y ciudades (por orden de Belalcázar), iba alzado con todos los que en aquel tiempo andábamos con él (Cieza, testigo de primera mano), y que el Adelantado Belalcázar deseaba prenderlo personalmente”. Así que, aunque forzado, le respondió que estaba contento de ir a Popayán. Pero contaba entonces con poca gente: “Se aderezó como mejor pudo, y, acompañado de algunos criados y amigos suyos, y de otros vecinos de la ciudad de Cali, partió, e llegó a la de Popayán, donde fue recibido por el Presidente Vaca de Castro”.
     El segundo paso de Vaca de Castro fue jurídico, y de gran importancia: “Juntos con él los más principales que allí se hallaban, Vaca de Castro mostró una Real Cédula en la que Su Majestad mandaba que si, durante su ida a Perú, muriese el Marqués Pizarro, pudiese él tomar en sí el gobierno de las provincias e ser su Gobernador en ellas, teniendo poderes tan bastantes como los que tenía el mismo Marqués. Cuando fue vista la cédula, estuvieron altercando sobre lo que mejor sería hacer para quitarle el reino a Don Diego de Almagro, pues lo tenía contra la voluntad de Su Majestad”. Algunos decían que era necesario que Vaca de Castro volviese a Panamá para preparar un ejército fuerte con el que ir a derrotar a los almagristas. El sensato Lorenzo de Aldana lo vio de otra manera: “No era de este parecer, y le dijo a Vaca de Castro que, con toda brevedad, fuese a Perú, porque, aunque Don Diego se hubiese nombrado Gobernador, había allí tales caballeros y servidores del Rey, que, sin ninguna duda, acudirían a su servicio, y que la ida a Panamá acarrearía mucho daño y no traería ningún provecho”. Vaca de Castro quedó convencido, y se preparó para ir a Quito. Envió previamente desde Popayán muchas cartas para que en todas partes se supiera que, según lo dispuesto por el Rey, era, desde la muerte de Pizarro, el Gobernador de todas aquellas tierras: “Mandó al Adelantado Belalcázar que fuese con él a Perú, y luego partió para la ciudad de Quito, llevando consigo al capitán Lorenzo de Aldana, pues tenía gran esperanza de que le ayudaría en los negocios”.

     (Imagen) Acabamos de ver que, uno de los que salieron de la villa de la Plata con Peransúrez para unirse a los tropas que habían de luchar contra los almagristas, era PEDRO DE HINOJOSA, del que ya conté algo. Su importancia en las guerras civiles resultó fundamental, sobre todo al provocar la derrota definitiva de Gonzalo Pizarro poniéndose con su tropa al servicio de Pedro de la Gasca. Cuando ejecutaron a Gonzalo, tuvo el detalle de vestirse de luto, sin preocuparse de las críticas que provocó. Había nacido en Trujillo el año 1513, y era pariente de los Pizarro.  Da la casualidad de que, cuando seguía fiel a los pizarristas, había tenido duros enfrentamientos en Panamá con Melchor Verdugo, el poco escrupuloso protagonista de la imagen anterior. En los años siguientes, Pedro de Hinojosa vivió las mieles del triunfador, llegando al culmen de su ascenso al ser nombrado Gobernador de la Plata, ciudad de la que había sido, años atrás, uno de sus fundadores. Pero allí su vida acabó de mala manera. Unos veteranos soldados, capitaneados por DON SEBASTIÁN DE CASTILLA, iniciaron una rebelión motivada por las leyes que recortaban los derechos de las encomiendas de indios. Al oponerse Pedro de Hinojosa a unirse a ellos y dirigir sus tropas, lo mataron a pesar de ser la máxima autoridad en La Plata. En aquellas demenciales rebeliones, siempre condenadas al fracaso, abundaban los soldados menos recomendables. Sirva de ejemplo que el terrorífico Lope de Aguirre era uno de los conspiradores. Tras matar a Hinojosa, los propios hombres de Sebastián de Castilla temieron las consecuencias, y lo asesiaron a él. El cabecilla de esta chapuza, Vasco Godínez, fue al Cuzco a suplicar perdón, ante las máximas autoridades, por la rebeldía y el asesinato de Hinojosa, pero fue apresado, juzgado y ahorcado.



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