(492) Cieza nos va a dar ahora algunos datos entrelazados de lo que iba
sucediendo en distintos sitios. Habla de que el gran Alonso de Alvarado, el más
importante de los capitanes pizarristas, había planeado atacar y derrotar al
capitán almagrista García de Alvarado, personaje inquieto y de pocos
escrúpulos, “pensando que, si le desbarataba, sería una gran pérdida para los
de Chile, porque tenían mucha confianza en él”. Para ello, buscó el apoyo del
capitán Melchor Verdugo, que estaba en la provincia de Cajamarca, “al que le
pidió que se juntase con él, pero no lo quiso hacer porque deseaba estar
neutral”. Esta negativa le estropeó su estrategia, y decidió ponerse en
contacto cuanto antes con Vaca de Castro, la máxima autoridad en el campo leal
al Rey. En el extensísimo territorio de Perú, las comunicaciones eran muy
lentas, y la primera preocupación de Alvarado fue situarse bien defendido en
algún lugar seguro. Tambien aprovechaba el tiempo enviando mensajeros a
distintas poblaciones para conseguir más soldados adeptos a su causa: “Y en
cartas que le envió a Vaca de Castro, le decía que se diese prisa en llegar,
porque, en cuanto los del reino supiesen que ya venía, pronto acudirían muchos
para servir al Rey”.
Los ejércitos contrincantes se preparaban frenéticamente para la batalla.
Habíamos dejado a los capitanes pizarristas Perálvarez Holguín y Pensúrez en el
Cuzco, como dueños de la situación, ocupados en esa tarea, y llegó entonces a
la ciudad el almagrista Don Alonso de Montemayor, a quien Diego de Almagro el
Mozo le había encargado la difícil, y
hasta peligrosa, misión de convencer a Perálvarez de que cambiara de bando,
“pues, dado que siempre se había mostrado amigo del Adelantado Don Diego de
Almagro, que lo fuese ahora de los vengadores de su muerte”. Pero, en cuanto
entró en el Cuzco, se dio cuenta de que iba a fracasar y de que más le valía
hacer un simple comentario de circunstancias: “Don Alonso de Montemayor se
refrenó, como caballero cuerdo, e mostró voluntad de querer estar al servicio
del Rey, mas Perálvarez lo prendió, y lo tenía bajo vigilancia para que no se
volviese a la ciudad de los Reyes”.
Por su parte, Vaca de Castro seguía en la ciudad de Popayán, donde le
había llegado la noticia de la muerte de Pizarro. Recordemos que entonces le
dio orden a Belalcázar de que no se moviera de la ciudad de Cali hasta un nuevo
aviso suyo. Lo que quería era confirmar a la mayor brevedad los hechos, cosa
nada fácil a tan gran distancia. Dio la casualidad de que unos españoles que
iban por mar desde Panamá hacia el Cuzco tuvieron información de los
principales acontecimientos, y también de que Vaca de Castro estaba en Popayán,
de manera que, por evitar los riesgos de los conflictos armados, fueron por
tierra a su encuentro y le pusieron al día de lo que estaba sucediendo: “Le
dijeron que Don Diego de Almagro se había nombrado Gobernador del reino, y
había enviado al capitán García de Alvarado a recorrer la costa, y aun a
procurar tenerle (a Vaca de Castro)
en sus manos para matarlo o prenderlo, y que (García) había apresado a Alonso de Cabrera e a otros, y los había
matado, y que se llevó preso al licenciado García de León. Sabido esto, Vaca de
Castro claramente entendió que el Marqués había sido matado y Don Diego
nombrado Gobernador”.
(Imagen) MELCHOR VERDUGO nació en Ávila hacia el año 1513. Pronto
consiguió una fortuna en las Indias, y se casó con Jordana de Mejía Arévalo. Participó
en el botín de Atahualpa y fue uno de los fundadores de Trujillo (año 1534). Le
gustaba el relumbrón y la riqueza, aunque se lo ganó a pulso. Con ese afán
consiguió que le concedieran un escudo de armas y ser nombrado Caballero de
Santiago. Pizarro le adjudicó por sus méritos una encomienda de indios muy
importante. El documento de la concesión le exige, como era habitual, que
adoctrine a los indios cristianamente y que los trate con humanidad. Pero
también se ve que, en la práctica, los encomenderos no se asustarían de esta
ridícula amenaza: “Si así no lo hiciereis, cargue sobre vuestra conciencia,
e no sobre la de su Majestad, ni sobre
la mía (la de Pizarro)”. De hecho,
Cieza, aunque reconoce su valía como soldado, afirma que Verdugo fue “un patrón
de los indios despiadado y cruel”. Llama la atención que Melchor Verdugo
rechazara ayudar a Alonso de Alvarado en la lucha contra Diego de Almagro el
Mozo, dándole la excusa de que no quería tomar partido por ninguno. Es probable
que, ya muy rico (también tenía minas de plata), no quisiera complicarse la
vida. No obstante, como las medias tintas eran mal asunto en las guerras
civiles, terminó por ceder, y participó en la batalla de Chupas contra el Mozo.
Más tarde se puso a las órdenes de Pedro de la Gasca frente a Gonzalo Pizarro,
comportándose de forma brutal en sus correrías, de lo que tuvo que dar cuenta.
Lo que quiere decir que Cieza no había hecho un juicio temerario sobre su mal
carácter. Pero no salió malparado, porque siguió vivo hasta el año 1567, tocándole
después a su viuda defender las posesiones familiares a base de pleitos.
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