viernes, 16 de agosto de 2019

(Día 911) Vaca de Castro estimó que tenía, de momento, gente suficiente, y partió con ella desde Quito. Le molestó mucho que Belalcázar facilitara la huida del fugitivo Francisco Núñez de Pedroso.


     (501) A gran distancia, en Quito, el Gobernador Cristóbal Vaca de Castro había recibido las cartas de Alonso de Alvarado. Se alegró mucho de las  noticias, y la misiva fue un éxito porque le animó a ponerse en marcha y organizarse para la guerra contra los almagristas. Él, por su parte, envió mensajes a indios amigos y a españoles con el fin de que “se juntasen con él para castigar a Don Diego por la muerte que le había dado al Marqués y por haber ocupado el reino”. Vaca de Castro contaba, en principio, solamente con unos ciento veinte hombres, suyos y de Belalcázar, y se les iba a unir el capitán Pedro de Vergara con algunos más. A Vaca de Castro le parecieron suficientes para emprender el camino: “Salió de Quito, dejando por su Teniente de Gobernador a Hernando Sarmiento. Mandó primero al Adelantado Belalcázar que fuera por delante con veinte de a caballo a correr el campo, y que, como era tan conocido de los naturales de aquella región, por haberlos conquistado, les mandase proveer de bastimentos los aposentos por donde él había de caminar. Belalcázar dijo que lo haría como se lo mandaba, y anduvo hasta que llegó a Tomebamba, donde encontró al capitán Diego de Mora, a un tal Barrientos y a otros que, con deseo de servir al Rey, acudían a juntarse con Vaca de Castro”.
     Y aquí conviene analizar un detalle interesante, porque nos va a aportar datos sorprendentes sobre alguien de quien hablamos hace poco: “Entre estos venía el capitán Francisco Núñez de Pedroso, al que desterraron de la Ciudad de los Reyes cuando mataron a Francisco de Chávez (su gran amigo), el cual (Pedroso), por evitar que lo castigasen por tener que ver con la muerte del Marqués, fingió que venía a buscar a Vaca de Castro, y, al saber que el Adelantado Belalcázar estaba allí, le pidió que le favoreciese de manera que Vaca de Castro no le hiciese ningún mal tratamiento. Aunque a Belalcázar le avisaron de que había sido uno de los más culpables de la muerte del Marqués, y de que Vaca de Castro tenía gran deseo de apresar a los autores de aquella fechoría, para castigarlos conforme al delito tan grande que habían cometido, no solamente se alegró de que se salvase, sino que, para que pudiese ir sin que Vaca de Castro le viese, le dio un caballo, diciéndole que anduviese hasta entrar en su gobernación (la de Belalcázar), pues en ella no tendría nada que temer”.
     Vaca de Castro se alegró mucho al saber que Diego de Mora se le iba a unir con varios soldados, pero, como era de esperar por la insensatez y la osadía de Belalcázar, se le amargó el dulce: “Cuando supo que Belalcázar, sin su consentimiento, había facilitado la huida de Francisco Núñez de Pedroso, lo sintió grandemente, y enseguida, llamando a Belalcázar, se lo reprendió con alguna aspereza, y, de allí adelante, no se fio tanto de su persona como antes. Luego escribió al Teniente Sarmiento a Quito, amonestándole que procurase con diligencia saber por qué camino iba el capitán Francisco Núñez de Pedroso, y lo prendiese para castigarlo. Pero, aunque Sarmiento lo procuró, no pudo prenderlo, porque, con el guía que le dio Belalcázar, supo muy bien escabullirse y meterse en la gobernación, donde se juntó con el capitán Juan Cabrera, e fue con él a Antioquia”.

     (Imagen) Tendría que ser un buen capitán HERNANDO SARMIENTO  para que Vaca de Castro lo dejara al mando de la ciudad de Quito, pero es poco lo que se sabe de él. Sin embargo, un  documento en el que aparece nombra también al MARISCAL DIEGO CABALLERO, y su figura nos va a servir para sacar al escenario otro aspecto de lo que fue la vida de algunos españoles en las Indias: la de quienes nada tuvieron que ver con las luchas heroicas y evitaron todo riesgo o sufrimientos excesivos. En el referido documento, el Rey le concede permiso a Caballero para que “destos reinos, o del reino de Portugal e Islas de Cabo Verde e Guinea, pueda pasar a las Indias diez esclavos negros, el tercio de ellos hembras”. Al pie del escrito, se le autorizaba exactamente lo mismo a Hernando Sarmiento.  Precisamente, lo que caracterizó la biografía de Caballero fue una dedicación exclusiva e insaciable a los cargos políticos y a los negocios altamente lucrativos, gracias a lo cual llegó a ser inmensamente rico. Esclavizó y explotó cuanto pudo a los nativos de las Indias, aunque tuvo que reducir sus abusos cuando se dictaron leyes restrictivas y de protección a los indígenas. Con el  tiempo, amortiguó sus posibles remordimientos haciendo obras de caridad y donaciones a la Iglesia. La ostentosa capilla que construyó en la catedral de Sevilla (conocida como la Capilla del Mariscal) tuvo, sin duda, dos intenciones (la condición humana puede ser bastante contradictoria): resaltar su importancia social y conseguir indulgencias. El cuadro de la imagen lo muestra a él (a la derecha, delatado por su cara) con su hermano y su hijo, y es parte del magnífico retablo que allí mandó poner.



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