martes, 20 de agosto de 2019

(Día 914) Gran tensión entre Vaca de Castro y Belalcázar, quien, al final tuvo que ceder y marcharse. Pidió un certificado de que no había sido por cobardía, y Vaca de Castro se lo dio.


     (504) La tensión  iba en  aumento. Y veremos un ejemplo práctico de cómo, manteniendo apuntaladas las apariencias de normalidad, se puede resolver un conflicto, aunque sea tragando sapos. Vaca de Castro no va a ceder, y se saldrá con la suya, puesto que jugaba con la ventaja de ser el Gobernador de Perú, la máxima autoridad. Pero pasó miedo porque el clima de las guerras civiles facilitaba la anarquía. Le requirió a Belalcázar lo mismo, esta vez enviándole a Sebastián Sánchez de Merlo, su secretario, con una orden escrita, y dejándole claro que, si no la cumplía, incurriría en falta grave contra Su Majestad. Pues, aunque parezca increíble, una vez más Belalcázar intentó doblegar a Vaca de Castro, que llegó a asustarse, pero no tiró la toalla: “Cuando Belalcázar vio el mandato de Vaca de Castro, se turbó en gran manera, y mandó a la gente de su gobernación que se preparase para ir con él adonde el Gobernador. Al saberlo Vaca de Castro por medio de Merlo, mandó a los caballeros que con él estaban que estuviesen sobre aviso para ver si Belalcázar quisiese intentar alguna cosa, y se lo impidiesen, y mandó a las arcabuceros que estuviesen preparados. Cuando llegó, ordenó que le dejasen pasar, y Belalcázar, con rostro triste, le dijo que estaba asombrado de que le ordenase volver a su gobernación, pues sabía que había salido de ella para servir a Su Majestad, y no volver a ella hasta que Diego de Almagro el Mozo fuese castigado”.
     Vaca de Castro, con gesto serio, pero justificando sus razones, le soltó lo que llevaba dentro: “Le dijo que no dudaba de que siempre se había mostrado servidor muy leal de Su Majestad, y que no creería otra cosa si no fuera porque él y los suyos favorecieron a Francisco Núñez de Pedroso para que pudiera huir sin ningún castigo, proveyéndole de caballos y de guías por tal camino que no se encontrasen con él (Vaca de Castro). Y que, además, él (Belalcázar) había dado a entender con palabras, en Quito y en otras partes, que Don Diego de Almagro el Mozo había hecho cosa muy acertada con la muerte que le dio al Marqués Pizarro”.
     Así que Vaca de Castro se mantuvo firme, y al temible Belalcázar no le quedó más remedio que dar la vuelta hacia su gobernación. Pero pidió un documento en el constara que no había sido por cobardía: “Vaca de Castro, por contentarle, envió desde allí cartas al Rey diciéndole que el Adelantado Belalcázar se volvía para servirle en la gobernación que le tenía encomendada porque, en la del Perú, no se tenía mucha necesidad de su persona, ya que se hacían cargo de ella Perálvarez Holguín y Alonso de Alvarado”.
     Partido  a  regañadientes Belalcázar, que ya había cumplido sesenta y un años trepidantes, Vaca de Castro continuó su viaje para unirse con los pizarristas. Iba eufórico por el éxito del alistamiento de soldados para su causa, y por la solvencia de los capitantes que estaban al mando. Le llegaban cartas y noticias de lo que iba ocurriendo. Por donde él pasaba, “en todos los sitios le recibían como Gobernador, salvo en la parte que tenían Don Diego de Almagro o sus capitanes”.

     (Imagen) Vemos que Vaca de Castro llevaba como secretario a SEBASTIÁN SÁNCHEZ DE MERLO. Lo había escogido como tal a su paso por Panamá cuando iba hacia Perú. Apenas hay datos de este escribano público, pero se cruzaron en su vida otros personajes de relieve. El documento de la imagen (del año 1539) está protagonizado en parte por él, ya que fue su redactor y el que dio fe de su autenticidad. En el texto aparece alguien que estuvo a punto de complicarle la vida a Hernando Pizarro (como ya vimos) cuando iba hacia Panamá para embarcarse hasta España. Tanto, que desvió su ruta dirigiéndose a México. Se trata del oidor FRANCISCO DE ROBLES, quien le había amenazado a Hernando con apresarlo de inmediato por su implicación en la muerte de Diego de Almagro. En este escrito, el que se defiende es Robles, por otro asunto del que le había acusado el obispo de Panamá, FRAY TOMÁS DE BERLANGA, de quien procede recordar varias cosas. Era un gran cartógrafo. El Rey le confió resolver el conflicto que había entre Pizarro y Almagro sobre los límites de sus gobernaciones. Un temporal desvió su barco y llegaron hasta las desconocidas Islas Galápagos, donde el obispo, tras señalar su situación cartográfica, tomó valiosas notas de flora y fauna. Llegado a su destino, la torpeza de Pizarro y de Almagro, obcecados en sus ambiciones, le hartaron al obispo y tuvo que volverse sin resolver nada. Bonita manera de iniciar unas terroríficas guerras civiles. En cuanto a este documento, es de suponer que la razón la tenía fray Tomás de Berlanga. De hecho, el prepotente oidor fue destituido.



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