(785) Pedro de la Gasca, cuando consideró
que tenía sus tropas bien abastecidas y preparadas, fue sin titubeos al
encuentro de su destino: "Determinó salir de Jauja, y nombró capitanes y
ministros para el buen funcionamiento de su ejército. Nombró general a Pedro
Alonso de Hinojosa, como lo era cuando le entregó la armada de Gonzalo Pizarro.
El mariscal Alonso de Alvarado fue nombrado maestre de campo, el licenciado
Benito Suárez de Carvajal, alférez general y Pedro de Villavicencio, sargento
mayor. Los capitanes de caballería fueron Don Pedro Cabrera, Gómez de Alvarado,
Juan de Saavedra, Diego de Mora, Francisco Hernández, Rodrigo Salazar y Alonso
de Mendoza; los de infantería, Don Baltasar de Castilla, Pablo de Meneses,
Hernando Mejía, Juan Alonso Palomino, Gómez de Solís, Francisco Mosquera, Don
Hernando de Cárdenas, el Adelantando Pascual de Andagoya, Francisco de Olmos,
Gómez de Arias, el capitán Porcel, el capitán Pardavel y el capitán Serna;
nombró capitán de arcabucería a Gabriel de Rojas". Ya hemos hablado de
casi todos, pero luego haré algunas aclaraciones.
En general, se veía rodeado de clérigos,
pues, en su mayoría, defendían la fidelidad al Rey, salvo algunos rebeldes,
localizados principalmente entre los mercedarios y algunos curas de parroquia
bastante extravagantes, como nuestro conocido el vasco Domingo Ruiz:
"Pedro de la Gasca tenía consigo al arzobispo de Lima, a los obispos del
Cuzco y de Quito, a fray Tomás de San Martín, provincial de los dominicos, al
provincial de los mercedarios, y a otros muchos religiosos, clérigos y frailes.
Para cuando llegó a Jaquijaguana, ya había conseguido un ejército de mil
novecientos hombres. Salió de Jauja el día 29 de diciembre de 1547, caminando
en buen orden hacia el Cuzco. Todos sus capitanes eran muy nobles y
principales, y a la mayoría de ellos los conocí yo". Da la sensación de
que la batalla decisiva va a comenzar de inmediato, pero no fue así, sino casi
cuatro meses después. El mismo cronista nos aclara por qué: "Encontraron
muy escasa de provisiones la ciudad de Huamanga, por lo que siguieron hasta la
provincia de Andahuaylas, con la intención de invernar allí, ya que es
abundante en comida".
Eran soldados que vivían el presente. Por
suerte para ellos, porque pensar de seguido en que la muerte les acechaba sería
para volverse loco. Y así, se tomaron aquella larga pausa como unas vacaciones
en las que imperó la alegría, y, es de suponer también, la juerga: "Pedro
de la Gasca estuvo en Andahuaylas más de tres meses. En todo este tiempo se le
unió mucha gente, que de todas partes acudía. Entre ellos, fue uno Alonso de
Mendoza, que escapó de la batalla de Huarina y llegó a Jauja (lo cual se me
olvidó decirlo en su lugar), siendo nombrado por La Gasca, como ya dije,
capitán de caballos. Mes y medio después de entrar La Gasca en Antahuayla,
llegó el mariscal Alonso de Alvarado con cien soldados, artillería, dinero,
armas y ropa de Castilla". Cita a otros capitanes, todos llegados con
importantes refuerzos, e indica también que entonces se incorporó el gran
Sebastián de Belalcázar. Y hace alusión a alguien al que Pedro de la Gasca
nunca había visto: "Se alegró especialmente de conocer al capitán Diego
Centeno, por su mucha lealtad y sus buenas cualidades de ánimo y cuerpo, pues
era un hombre gentil y de buen rostro".
(Imagen) PEDRO DE BUSTINZA. Nacido en
Ermua (Vizcaya), llegó a Perú hacia el año 1535. Luchó contra el cerco de Manco
Inca en Perú y en Lima, otorgándole entonces Francisco Pizarro por sus méritos
el rango de capitán, y facilitándole el matrimonio con Beatriz Huaylas,
hermanastra de Atahualpa y antigua amante de Mancio Sierra (de quien ya
hablamos). A Bustinza, le mandó Gonzalo Pizarro (del que era ferviente
seguidor), tras su victoria en Huarina, que fuera a Antahuayla para conseguir
provisiones. Mercadillo y Lope Martín, capitanes del derrotado Diego Centeno,
andaban por allí buscando lo mismo, se enteraron de que Bustinza estaba cerca,
y fueron tras él. A Lope Martín, que iba por delante, le resultó fácil apresar
a Bustinza porque varios de los que le acompañaban eran antiguos soldados de
Centeno, forzados a luchar junto a Gonzalo Pizarro. Además, mató a tres de sus
leales por desafiarlo. Dejó libres a los que habían sido del bando de Centeno,
y, a los demás, se los llevó presos a Pedro de la Gasca, con el cual Pedro de
Bustinza cometió un fatal error. Dice el cronista Inca Garcilaso. "No se
conformó con estar tranquilamente preso, sino que le pareció que sería una gran
hazaña hablar mucho en medio de sus enemigos, alabando la rebeldía de Gonzalo
Pizarro. Y habló tanto, que le dieron garrote, muriendo así de la misma manera
y por la misma causa que María Calderón (los
dos por 'bocazas', pero de distinto bando)". De esta absurda manera
quedó viuda BEATRIZ HUAYLAS, quien, según dicen los cronistas, fue una mujer
temperamental. Ocurrió que, por una disposición del Rey, se obligaba a las viudas
ricas a que se casaran con españoles. Basándose en ella, Diego Centeno se
empeñó en que Beatriz lo hiciera con un un protegido suyo, Diego Hernández, que
a ella no le gustaba, entre otras cosas, por su humilde pasado, pero tuvo que
ceder por las presiones de su hermano, el príncipe Paullu Inca. En la ceremonia
de la boda, el obispo del Cuzco le hizo la pregunta ritual a Beatriz:
"¿Queréis por esposo al capitán Diego Hernández?". Oyendo el obispo
que le contestaba "quizá quiero, quizá no quiero", no le permitió más
titubeos, y los dio por casados hasta que la muerte los separara. Como así
resultó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario