(770) Inca Garcilaso cuenta la segunda
'genialidad' estratégica de Francisco de Carvajal. Les dijo a sus arcabuceros
que apuntasen a los contrarios de la cintura para abajo: "Si apuntáis a la
cabeza, aunque solo pase la pelota a dos dedos por encima, va perdida. La que
se queda corta, aunque dé a diez metros del contrario, golpeará al enemigo. Lo
mejor es herir en los muslos y piernas, porque les haréis caer en tierra, que
es lo que conviene". Así lo hicieron, y resultó demoledor: "Mandó
disparar los arcabuces cuando vio al enemigo a cien pasos, y fue tan cruel y
tan terrible la rociada de pelotas, que, en las diez hileras de gente escogida
que iban delante de las banderas, no quedaron diez hombres en pie, pues todos
cayeron muertos o heridos, lo que fue una gran lástima. También hicieron daño
en el escuadrón de caballos, en el que iban por capitanes Alonso de Mendoza y
Jerónimo de Villegas, derribando a unos diez caballeros".
Inca Garcilaso va a contar con mucho
detalle el desarrollo de la batalla, y procuraré recoger su descripción casi
completa, ya que se trató de una de las batallas más sangrientas de las guerras
civiles, quizá por el desesperado empeño con que ambos contrincantes quisieron
lograr la victoria a vida o muerte, desechando la huida. El cronista era
entonces un adolescente, y se le quedaron grabadas en la mente las anécdotas
que oyó a su padre y a sus amigos. Y, una vez más, aunque deja constancia de
que su padre estaba allí, sin duda en el bando de Gonzalo Pizarro, no menciona
en absoluto detalles de su participación, como si fuera un simple espectador,
lo cual carece de sentido. Veamos lo que sigue contando: "Luis de Ribera,
el maestre de campo, viendo que, si los caballeros iban poco a poco, los
matarían a todos antes de que llegasen a los enemigos, mandó que aquel
escuadrón de caballos arremetiese contra los de Gonzalo Pizarro, el cual, al
verlos venir, se adelantó unos treinta pasos para hacerles frente. Como los de
Diego Centeno (recordemos que él no participaba, por estar enfermo) iban
con la pujanza de una carrera rápida, atropellaron a los de Gonzalo Pizarro
como si fueran ovejas, y cayeron caballos y caballeros, sin que quedaran ni
diez hombres sobre las monturas. Uno de ellos (de los que no cayeron)
fue Gonzalo Pizarro, quien, viéndose solo, intentó guarecerse en el escuadrón
de infantería. Tres caballeros famosos que le conocieron fueron sobre él para
matarle o rendirle. Eran Francisco de Ulloa, Miguel de Vergara y Gonzalo
Silvestre. Los que iban más cerca de Gonzalo Pizarro le daban grandes estocadas
por los costados, mas sin efecto, porque estaba bien protegido. Según corrían
los cuatro hacia el escuadrón de infantería, el que más le apretaba a Pizarro
era Gonzalo Silvestre, pues la cabeza de su caballo llevaba la barba puesta
sobre las caderas del caballo de Gonzalo Pizarro y no le dejaba correr, volvió
el cuerpo con un hacha de asta corta, y con ella dio tres golpes al caballo de
Silvestre que le cortaron el hocico. Esto lo iba haciendo Gonzalo Pizarro con
gran desenfado y desenvoltura, como si estuviera en un juego de cañas. Así se
lo oí al mismo Gonzalo Silvestre, pues contaba muchas veces este momento de
aquella batalla, y a otros muchos de los que estuvieron en ella. Yendo de esta
manera, llegaron los cuatro al escuadrón de infantería".
(Imagen) Convendrá aclarar la
participación de Pedro de Valdivia en Perú junto a las tropas fieles a la
Corona. Había llegado de Chile, probablemente para conseguir que se le otorgara
oficialmente el puesto de gobernador de aquellas tierras conquistadas por él.
Al ver la situación de las guerras civiles, se unió a Pedro de la Gasca, a
quien sirvió magníficamente, pero le creó un delicado problema administrativo.
Lo entenderemos en la imagen siguiente, aunque será necesario para ello hablar
en esta de PEDRO SANCHO DE LA HOZ, nacido hacia 1514 en Calahorra (La Rioja). Fue
soldado, secretario de Francisco Pizarro y autor de una crónica de parte de la
conquista de Perú. Tras un viaje a España, volvió, en 1539, con autorización del
Rey para explorar, colonizar y gobernar al sur del Estrecho de Magallanes. Se
asoció con Pedro de Valdivia para la campaña de Chile, quizá viendo que el
lejano territorio austral no tenía interés, pero quedó supeditado a su
autoridad, en parte porque no tuvo dinero suficiente para cumplir su compromiso
como socio, aunque, como mal perdedor, conspiró hasta tres veces para matar a
Pedro de Valdivia, quien se lo perdonó. Tanta generosidad en el duro Valdivia
más parece temor a que el Rey le pidiera explicaciones, pues, al fin y al cabo,
le había confiado a Pedro Sancho poderes de gobernador, aunque fuera en otra
zona limítrofe. Poco después, en 1547, Pedro de Valdivia hizo su viaje a Perú,
dejando como sustituto a Francisco de Villagra. El terco y complicado PEDRO
SANCHO DE LA HOZ pensó que, alejado el temible Pedro de Valdivia, tenía una
oportunidad de oro para hacerse con el poder. Francisco de Villagra no tuvo
tantas consideraciones, y le cortó la cabeza. Quizá algún día lleguemos en esta
peripecia histórica a la gran aventura de los españoles por tierras chilenas.
Entonces nos encontraremos con otro cronista-soldado singular, humano y fiable,
ALONSO DE GÓNGORA MARMOLEJO, nacido en Carmona (Sevilla) en 1523. Consideró muy
cruel la ejecución de Pedro Sancho, pero da la impresión de que se la ganó a
pulso. Veremos en la siguiente imagen que todo esto le pudo haber costado muy
caro a Pedro de Valdivia en Perú.
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