sábado, 8 de agosto de 2020

(Día 1182) Gonzalo Pizarro, sorprendentemente, destrozó en Huarina al ejército de Centeno. Hernando Bachicao cometió el fatídico error de pasarse al bando de Centeno y luego volver.

 

      (772) Entonces ocurrió algo sorprendente, porque Hernando Bachicao, quien en sus cartas a Gonzalo Pizarro (conservadas por Pedro de la Gasca) se mostró, además de brutal, como un inquebrantable capitán dispuesto a morir por él, va a dar dos fatales pasos en falso: huir, y luego volver. Así lo cuenta Inca Garcilaso: "Hernando Bachicao, que era capitán de piqueros de Gonzalo Pizarro, al oír cantar victoria a los de Centeno, disimuladamente, aprovechando la confusión que había, se pasó a los de Diego Centeno. El otro escuadrón de caballos de Diego Centeno, cuyos capitanes eran Pedro de los Ríos y Antonio de Ulloa, arremetió contra la infantería de Gonzalo Pizarro, pero los enemigos les enviaron tan buena rociada de pelotas, que mataron al capitán Pedro de los Ríos y a otros muchos, teniendo que volverse; en su retirada, los arcabuces fueron trueno y rayos para el nobilísimo ejército del general Diego Centeno, pues, ciertamente, iban en él la mayor parte de los caballeros y los caballos buenos que en aquel tiempo había en el Perú, y casi todos perecieron en aquella cruel batalla". Gonzalo Pizarro quiso salir de su escuadrón para pelear, pero Francisco de Carvajal le dijo: "Estese quieto vuestra señoría, que yo le dejaré a sus enemigos vencidos, huidos o muertos, pues ya falta poco. Se juntó toda la caballería de Diego Centeno, pero Carvajal mandó a los arcabuceros que tiraran de prisa, y así lo hicieron, matando a muchos. Les obligaron a que abandonasen el puesto y huyesen por los campos. De manera que, apenas habían acabado de cantar la victoria los de Diego Centeno, cuando la cantaron los de Gonzalo Pizarro. Nada más ver esto Hernando Bachicao, se volvió a su antiguo escuadrón dando muestras de victorioso". De momento, a Bachicao no le va a pasar nada, pero estaba ya sentenciado. Luego nos contará Inca Garcilaso cómo el astuto Francisco de Carvajal supo aplazar el castigo, y da escalofríos pensar los miedos en los que Bachicao, si no era un estúpido, se vería envuelto permanentemente mientras convivía con Gonzalo Pizarro y sus hombres.

     Cuenta luego Inca Garcilaso una anécdota de la que tuvo referencias directas: "Un soldado de Diego Centeno que yo conocí, llamado Guadramiros, alto de cuerpo y bien dispuesto, aunque pacífico, que no presumía de la milicia, sino de la urbanidad, le dio tal picazo en la gola al capitán Juan de Acosta, que lo tumbó de espaldas. Al dar en el suelo, levantó ambas piernas en alto, y entonces llegó un negro que yo también conocí, que se llamaba Guadalupe, y le dio una cuchillada en las dos piernas, por las pantorrillas, que, por ser el negro pequeño y ruinejo, y la espada tan ruin como su amo, le hirió en ellas levemente. Entonces los de Pizarro arremetieron contra los pocos que quedaban de Diego Centeno, y los mataron a casi todos. Juan de Acosta protegió (caballerosamente) a Guadramiros y a Guadalupe para que no los matasen, poniéndose delante de ellos, pues merecían mucha honra y recompensa. Como he dicho, los conocí yo, y después, en el Cuzco vi a Guadalupe como soldado arcabucero, en una de las compañías de Gonzalo Pizarro, lleno de plumas y galas, más ufano que un pavo real, porque todos le hacían honra por su valentía. Perdóneseme estas niñerías, pero pasaron así y fui testigo de ellas". Sin duda, Guadalupe no era esclavo, y ahora le vemos, quizá agradecido, militando al lado de Gonzalo Pizarro. ¿Qué sería de él tras la próxima derrota de Jaquijaguana?

 

     (Imagen) Dado que, hablando de Pedro de Valdivia, nos ha salido al paso el capitán ALONSO DE GÓNGORA MARMOLEJO, uno de los cronistas de las aventuras chilenas, y por ser un hombre interesante, le voy a dedicar la presente imagen. Nació el año 1523 en Carmona (Sevilla). El apellido Góngora tiene origen vasco (hay una población en Navarra llamada así), y es frecuente en Andalucía. Publicó su obra ("Historia de lo acaecido en el Reino de Chile") en 1575 (falleció meses después), pero, como les ocurrió a otros cronistas, su obra pasó desapercibida durante siglos, hasta que se descubrió y pudo ser publicada por primera vez en 1862. Góngora leyó La Araucana, escrita por Alonso de Ercilla sobre la conquista de Chile (adonde llegó en 1555), y admiró sus versos, pero le ocurrió lo que a muchos: le pareció que un texto versificado no era el que convenía a hechos tan variados y trepidantes, porque se queda escaso de contenido. Y sintió la necesidad de narrar todo lo que le contaron acerca de aquel tema, más lo mucho que vivió como protagonista. Y lo hizo, como Bernal del Castillo en México (ambos muy memoriosos), con sencillez y ajustándose al máximo a la verdad. De por sí, la obra de Ercilla es un canto a la bravura de los indígenas mapuches (los más temibles de las Indias), pero Góngora veía los hechos con ojos de sufrido conquistador: "Me pareció necesario contar en prosa, desde el principio, los muchos trabajos e infortunios que se han padecido en este reino de Chile, mayores que en ninguna otra parte de las Indias, por ser tan belicosos sus nativos". Batalló largos años junto a Pedro de Valdivia por todo Chile, al que llamaba "esa vaina de espada, angosta y larga", pero se enfrentó, probablemente con razón, a su sucesor, Francisco de Villagra (de quien acabamos de hablar). Fue testigo de la fundación de muchas poblaciones, y ejerció también cargos administrativos en ellas. Poco antes de morir, le negaron el cargo de Defensor de los Indios, y, paradójicamente, le otorgaron la misión de castigar a los hechiceros de los nativos, suponiendo, sin duda, que así los protegían de sus manipulaciones. Mientras ejercía ese trabajo, murió ALONSO DE GÓNGORA MARMOLEJO a finales de 1575, dejando un hijo mestizo.





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