(767) Despedimos, pues, a Pedro Gutiérrez
de Santa Clara, y damos la bienvenida a Inca Garcilaso de la Vega, siempre
sustancioso. Nos sitúa ahora en el momento en que Gonzalo Pizarro decide ir a
enfrentarse con Diego Centeno. Inca Garcilaso interpreta que la gota que colmó
el vaso de su paciencia fue algo que ya conocemos: "La ira se apoderó de
Gonzalo Pizarro y sus capitanes al ver que, cuando intentaban una paz con
Centeno, engañasen a su mensajero (Francisco Bosso) para que fuese espía
doble contra su propio señor. De lo cual, ciegos de enojo, determinaron seguir
su camino, y, si Diego Centeno se les pusiese delante, pelear con él hasta
morir o vencer". Luego se refiere a lo que Santa Clara nos acaba de
contar: "Caminaron hacia Huarina, y fingieron ir por otro camino para
confundir a Diego Centeno. Pero fue avisado de este engaño por medio de los
indios, pues andaban muy solícitos en traerle noticias de todo lo que Pizarro
hacía, por mandato de su príncipe Don Cristóbal Paullu Inca (con nombre
español porque había sido bautizado)".
Diego Centeno le salió al paso a Gonzalo
Pizarro, encontrándose a cierta distancia, y, aunque estuvo muy alerta, sufrió
un percance que pudo haber sido grave: "Juan de Acosta, a media noche,
entró en su campamento con veinte arcabuceros, alborotando tanto a los
soldados, que muchos se refugiaron en los toldos, y algunos que eran de Pedro
de Valdivia huyeron, tras lo cual Juan de Acosta se volvió sin perder ninguno
de los suyos". Inca Garcilaso nos aclara quiénes eran 'los de Valdivia', y
de paso nos enteramos de que este gran capitán había venido de Chile y por qué
lo hizo: "Cuando el capitán Pedro de Valdivia supo de las alteraciones que
en el Perú había, vino por mar con algunos de los suyos, y, al llegar,
determinó juntarse en Jauja con Pedro de la Gasca, para servir con él a Su
Majestad. Por ir más a la ligera, desembarcó parte de sus hombres, con la orden
de que fueran a juntarse con Diego Centeno".
Y empezó la batalla de Huarina: "Al
día siguiente, se pusieron unos a la vista de los otros, y formaron los
escuadrones. Aunque se habla de distintas cifras, yo siempre oí que los de
Diego Centeno eran mil doscientos hombres, 260 de a caballo, 150 arcabuceros y
casi 800 piqueros. Los capitanes de infantería eran Juan de Vargas, hermano de
Garcilaso de la Vega, mi señor (padre del cronista), Francisco de
Retamoso, el capitán Negral, el capitán Pantoja y Diego López de Zúñiga. Los
arcabuceros iban entre los piqueros. A la mano derecha de la infantería, puso
Centeno tres compañías de caballos, cuyos capitanes fueron Pedro de los Ríos,
natural de Córdoba y de muy noble sangre, Antonio de Ulloa, natural de Cáceres,
caballero nobilísimo, y Diego Álvarez, natural de Almendral, alférez general
del Estandarte Real. Diego Centeno, por estar enfermo, no entró en el
escuadrón, ni se halló en la batalla, sino que estaba en unas andas, como
observador". Luego dice que la caballería tenía orden de chocar por la
parte izquierda contra la infantería de Gonzalo Pizarro. En la caballería iba
gente de Arequipa y de la villa de La Plata, cuyos capitanes eran Alonso de
Mendoza y Jerónimo de Villegas (el viudo de la trágica María Calderón), yendo
como maese de campo Luis de Ribera, y, como sargento mayor, Luis García de San
Mamés.
(Imagen) El burgalés JERÓNIMO DE VILLEGAS
era, como ya vimos, gran amigo de Gonzalo Pizarro, que lo consideraba, además,
un astrólogo, y sobrevivieron juntos a la terrible y fracasada aventura del
Amazonas. También sabemos que después Jerónimo abandonó a Gonzalo para servir
al Rey, y que, a su mujer, María de Calderón, la mató el brutal Francisco de
Carvajal por criticar a los rebeldes. Jerónimo respondió a una carta de Gonzalo
Pizarro con otra sorprendente. Está firmada en Arequipa el día 29 de diciembre
de 1547. Jerónimo había sido derrotado por Gonzalo, como pronto veremos, en la
batalla de Huarina (10 de octubre del mismo año), junto a Diego Centeno (los
dos pudieron huir). Solo su miedo posterior hace comprensible la carta. Había
vuelto a Arequipa, y le contaba a Gonzalo que no podía cumplir la orden de que
se pusiera a su servicio "porque he estado en la cama a punto de morir,
sin que nadie pensara que me iba a librar, ni yo tampoco". Sin duda
tratando de apaciguar la ira de Gonzalo por su traición, le habla de los
antiguos servicios que le había hecho: "Yo fui el que le abrió a vuestra
señoría el acceso a Lima cuando estaba allí Blasco Núñez (el virrey), y
nunca seré el postrero en servir a vuestra señoría". Gonzalo en su carta
le había tachado de cobarde, diciéndole irónicamente que estaba mejor con su
mujer. Y le contesta: "Yo nunca he dejado de servir a vuestra señoría para
venir a estar con mi mujer (aún vivía). Espero en Nuestro Señor que
vuestra señoría pierda el enojo que de mí tiene y me haga muy grandes mercedes,
pues mi gran voluntad de servirle lo merece, y, estando curado, iré a besarle
las manos". No es difícil imaginar lo que pasó inmediatamente después:
Francisco de Carvajal fue a Arequipa a matar a Jerónimo, y, al no encontrarlo,
no desperdició la ocasión de alejar hasta el Cuzco (ver imagen) a un grupo de
mujeres de Arequipa públicamente contrarias a los rebeldes, lideradas por MARÍA
CALDERÓN, a quien mató allí por eso, y también, probablemente, por castigar a
JERÓNIMO DE VILLEGAS. Pero funcionó el karma: a los pocos días, Jerónimo tuvo
la satisfacción de formar parte del ejército de Pedro de la Gasca en
Jaquijaguana, donde fueron derrotados y ejecutados Gonzalo Pizarro y Francisco
de Carvajal.
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