lunes, 3 de agosto de 2020

(Día 1177) Gonzalo Pizarro fingió ir por un camino, pero los indios se lo avisaron a Diego Centeno. Poco después llegó el momento de iniciar la batalla de Huarina. Las tropas se vieron cara a cara.

     (767) Despedimos, pues, a Pedro Gutiérrez de Santa Clara, y damos la bienvenida a Inca Garcilaso de la Vega, siempre sustancioso. Nos sitúa ahora en el momento en que Gonzalo Pizarro decide ir a enfrentarse con Diego Centeno. Inca Garcilaso interpreta que la gota que colmó el vaso de su paciencia fue algo que ya conocemos: "La ira se apoderó de Gonzalo Pizarro y sus capitanes al ver que, cuando intentaban una paz con Centeno, engañasen a su mensajero (Francisco Bosso) para que fuese espía doble contra su propio señor. De lo cual, ciegos de enojo, determinaron seguir su camino, y, si Diego Centeno se les pusiese delante, pelear con él hasta morir o vencer". Luego se refiere a lo que Santa Clara nos acaba de contar: "Caminaron hacia Huarina, y fingieron ir por otro camino para confundir a Diego Centeno. Pero fue avisado de este engaño por medio de los indios, pues andaban muy solícitos en traerle noticias de todo lo que Pizarro hacía, por mandato de su príncipe Don Cristóbal Paullu Inca (con nombre español porque había sido bautizado)".

     Diego Centeno le salió al paso a Gonzalo Pizarro, encontrándose a cierta distancia, y, aunque estuvo muy alerta, sufrió un percance que pudo haber sido grave: "Juan de Acosta, a media noche, entró en su campamento con veinte arcabuceros, alborotando tanto a los soldados, que muchos se refugiaron en los toldos, y algunos que eran de Pedro de Valdivia huyeron, tras lo cual Juan de Acosta se volvió sin perder ninguno de los suyos". Inca Garcilaso nos aclara quiénes eran 'los de Valdivia', y de paso nos enteramos de que este gran capitán había venido de Chile y por qué lo hizo: "Cuando el capitán Pedro de Valdivia supo de las alteraciones que en el Perú había, vino por mar con algunos de los suyos, y, al llegar, determinó juntarse en Jauja con Pedro de la Gasca, para servir con él a Su Majestad. Por ir más a la ligera, desembarcó parte de sus hombres, con la orden de que fueran a juntarse con Diego Centeno".

     Y empezó la batalla de Huarina: "Al día siguiente, se pusieron unos a la vista de los otros, y formaron los escuadrones. Aunque se habla de distintas cifras, yo siempre oí que los de Diego Centeno eran mil doscientos hombres, 260 de a caballo, 150 arcabuceros y casi 800 piqueros. Los capitanes de infantería eran Juan de Vargas, hermano de Garcilaso de la Vega, mi señor (padre del cronista), Francisco de Retamoso, el capitán Negral, el capitán Pantoja y Diego López de Zúñiga. Los arcabuceros iban entre los piqueros. A la mano derecha de la infantería, puso Centeno tres compañías de caballos, cuyos capitanes fueron Pedro de los Ríos, natural de Córdoba y de muy noble sangre, Antonio de Ulloa, natural de Cáceres, caballero nobilísimo, y Diego Álvarez, natural de Almendral, alférez general del Estandarte Real. Diego Centeno, por estar enfermo, no entró en el escuadrón, ni se halló en la batalla, sino que estaba en unas andas, como observador". Luego dice que la caballería tenía orden de chocar por la parte izquierda contra la infantería de Gonzalo Pizarro. En la caballería iba gente de Arequipa y de la villa de La Plata, cuyos capitanes eran Alonso de Mendoza y Jerónimo de Villegas (el viudo de la trágica María Calderón), yendo como maese de campo Luis de Ribera, y, como sargento mayor, Luis García de San Mamés.

    

     (Imagen) El burgalés JERÓNIMO DE VILLEGAS era, como ya vimos, gran amigo de Gonzalo Pizarro, que lo consideraba, además, un astrólogo, y sobrevivieron juntos a la terrible y fracasada aventura del Amazonas. También sabemos que después Jerónimo abandonó a Gonzalo para servir al Rey, y que, a su mujer, María de Calderón, la mató el brutal Francisco de Carvajal por criticar a los rebeldes. Jerónimo respondió a una carta de Gonzalo Pizarro con otra sorprendente. Está firmada en Arequipa el día 29 de diciembre de 1547. Jerónimo había sido derrotado por Gonzalo, como pronto veremos, en la batalla de Huarina (10 de octubre del mismo año), junto a Diego Centeno (los dos pudieron huir). Solo su miedo posterior hace comprensible la carta. Había vuelto a Arequipa, y le contaba a Gonzalo que no podía cumplir la orden de que se pusiera a su servicio "porque he estado en la cama a punto de morir, sin que nadie pensara que me iba a librar, ni yo tampoco". Sin duda tratando de apaciguar la ira de Gonzalo por su traición, le habla de los antiguos servicios que le había hecho: "Yo fui el que le abrió a vuestra señoría el acceso a Lima cuando estaba allí Blasco Núñez (el virrey), y nunca seré el postrero en servir a vuestra señoría". Gonzalo en su carta le había tachado de cobarde, diciéndole irónicamente que estaba mejor con su mujer. Y le contesta: "Yo nunca he dejado de servir a vuestra señoría para venir a estar con mi mujer (aún vivía). Espero en Nuestro Señor que vuestra señoría pierda el enojo que de mí tiene y me haga muy grandes mercedes, pues mi gran voluntad de servirle lo merece, y, estando curado, iré a besarle las manos". No es difícil imaginar lo que pasó inmediatamente después: Francisco de Carvajal fue a Arequipa a matar a Jerónimo, y, al no encontrarlo, no desperdició la ocasión de alejar hasta el Cuzco (ver imagen) a un grupo de mujeres de Arequipa públicamente contrarias a los rebeldes, lideradas por MARÍA CALDERÓN, a quien mató allí por eso, y también, probablemente, por castigar a JERÓNIMO DE VILLEGAS. Pero funcionó el karma: a los pocos días, Jerónimo tuvo la satisfacción de formar parte del ejército de Pedro de la Gasca en Jaquijaguana, donde fueron derrotados y ejecutados Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal.



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