sábado, 15 de agosto de 2020

(Día 1188) Inca Garcilaso ve inútil defender la memoria de su padre, y le muestra una gran admiración, aunque fuera cierto lo que contaban. Vio de adolescente en el Cuzco cómo mataron a algunos de los derrotados en Huarina.

 

     (778) Sigue contando Inca Garcilaso las malas consecuencias que tuvo para él lo que se dijo de su padre: "Pudieron tanto los desprecios pasados, que no me atreví a resucitar las pretensiones y esperanzas pasadas. También influyó que yo salí tan desvalijado y endeudado de la guerra (parece que se refiere a su actuación como capitán en España), que no me fue posible volver a la Corte. Tuve que acogerme a los rincones de la soledad y pobreza, donde paso una vida quieta y pacífica, como hombre desengañado de este mundo, y, para lo que me queda de vida, Dios proveerá, como lo ha hecho hasta ahora. Perdóneseme que me queje de lo que mi mala fortuna me ha hecho en este caso particular, pues no es mucho que, quien ha escrito de la vida de tantos, diga algo de la suya".

     Termina el asunto con una sorprendente muestra de admiración por su padre, dejando claro que estaría orgulloso de él aunque fuera cierto lo que contaban (al fin y al cabo, en las guerras civiles las decisiones eran sumamente arriesgadas): "Con especto a lo que se escribió sobre mi padre, digo que no es razonable que yo contradiga a testigos tan serios, pues a mí no me creerán, ni es justo que nadie lo haga, por ser yo parte. Yo estoy satisfecho de haber dicho la verdad. Si no me creyeren, paso por ello, dando por verdadero lo que dijeron de mi padre. Porque me honraría diciendo que soy hijo de un hombre tan esforzado y valiente, que, como cuentan esos historiadores, en una batalla tan rigurosa y cruel como fue aquella, se apease de su caballo, lo diese a su amigo, le ayudase a subir en él y que, con ello, le diese una victoria tan importante como aquella, que pocas hazañas semejantes ha habido en el mundo. No faltará quien diga que fue contra el servicio del Rey. A lo cual responderé que, en cualquier parte que se haga, un hecho semejante y sin ayuda ajena merece honra y fama".

     Tras desahogarse defendiendo a su padre, Inca Garcilaso nos habla de los que huyeron derrotados de Huarina. Teniendo entonces unos ocho años, se encontraba el cronista en el Cuzco, y allí fueron algunos: "Uno de ellos fue el obispo de la ciudad (fray Juan Solano), que se alejó de Diego Centeno sin aguardarse el uno al otro. En su compañía venían Alonso de Hinojosa, Juan Julio de Ojea y otras cuarenta personas, cuyos nombres no recuerdo, aunque los vi llegar. El obispo se aposentó con unos quince en casa de mi padre, y a la mañana siguiente, se fueron con toda diligencia camino de la ciudad de Lima, porque los perseguían. Más tarde llegó buscando a huidos el capitán Juan de la Torre (del que ya conocemos su mala entraña) e hizo justicia de Juan Vázquez Tapia, que había sido alcalde de la ciudad, y también ahorcó a un asesor suyo, el licenciado Martel".

     Según el cronista, estos dos cometieron el error de no huir con el obispo, confiando en ser perdonados por los gonzalistas y admitidos en su bando, pero tenían demasiadas deudas pendientes con ellos. En cuanto al resto de los vecinos del Cuzco, Juan de la Torre dio un perdón general para quienes se alistaran en el ejército de Gonzalo Pizarro. Era cosa habitual en aquellas guerras civiles, y así ocurría que los dos bandos enemigos se nutrían de numerosos soldados del ejército contrario, casi todos poco fiables, y dispuestos a dar el cambiazo según soplara el viento.

 

     (Imagen) Es curioso que, durante estas últimas luchas, no aparezca por ningún lado el nombre del cronista y capitán PEDRO PIZARRO. Pero allí estaba el hombre, al pie del cañón. De esta batalla de Huarina cuenta muy poco. Él estaba al servicio de Pedro de la Gasca, y, así como nos dijo antes que la derrota de Huarina se debió a que Diego Centeno, por encontrarse muy enfermo, no pudo estar al frente de la batalla, y a que Francisco de Carvajal tuvo inteligentemente un gran éxito con su arcabucería, ahora nos revela que Carvajal repitió su estrategia de esperar a que atacaran los enemigos, pero no picaron en el anzuelo: "El Presidente La Gasca mandó que estuviésemos todos quedos, hasta que ellos nos viniesen a acometer. Visto, pues, por Carvajal que habíamos entendido su ardid, desmayaron él y toda su gente, y empezaron a pasarse algunos al campo de Su Majestad, y otros a huir, de manera que prendimos a Gonzalo Pizarro, a Carvajal y a todos sus capitanes". En general, como ya dije, Pedro Pizarro siempre fue fiel a la Corona, pero hay una carta que él le escribió a Gonzalo el 18 de diciembre de 1546 en la que su actitud resulta sospechosa. De hecho, fue motivo para que Pedro de la Gasca no le premiara como él quería tras participar a su lado en la batalla de Jaquijaguana, derrota final de Gonzalo Pizarro. En la carta, Pedro le pide claramente perdón a Gonzalo por no haberse puesto a su disposición. Y le dice: "Pequé por ignorancia, más por miedo que por malicia. Solo le diré que me enmendaré, recordando a vuestra señoría que hace dieciséis años que soy Pizarro con el alma y la vida, y solamente un mes de temor me hizo olvidarlo un poco, pero, aunque fuera más, creo que, pensando vuestra señoría en esto, usará conmigo lo que con todos, que es la clemencia. Pequé, y pido misericordia por mi enmienda, y la tendré de hoy en adelante, pues quedaré predestinado a vuestro servicio". En la imagen se muestra el inicio del expediente de méritos y servicios que PEDRO PIZARRO presentó en 1578, pocos años después de haber publicado, de forma muy tardía, su crónica. Murió longevo, en Arequipa, hacia 1602.



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