lunes, 2 de diciembre de 2019

(Día 969) Felipe Gutiérrez quiso quitar del mando a Francisco de Mendoza, pero, de momento, cedió. Al enterarse el Rey de que habían asesinado a Francisco Pizarro en Lima, decidió nombrar un virrey para Perú y fundar la Audiencia de aquella ciudad.


     (559) La muerte de Diego de Rojas dará origen a una catástrofe en la expedición, aunque, de momento, no pasó de preocupante incidente. El capitán Felipe Gutiérrez y sus hombres andaban por otra zona, y habían quedado claras dos cosas, que los indios empleaban hierbas venenosas y que esa fue la única causa de la muerte de Diego de Rojas. Y entonces ocurrió lo que era más que previsible. Felipe Gutiérrez tenía un historial demasiado importante  para conformarse con lo que había aceptado fingidamente. No iba a renunciar a sus derechos: “Se quejaba diciendo que no se debía consentir, ni él pasaría por ello, que Francisco de Mendoza tuviese el cargo que traía Diego de Rojas, e así comenzó a haber entre ellos enemistad. Mendoza, sabiendo que no se podría escapar de aquello, con los bienes de Diego de Rojas había conseguido amigos que le decían que no permitirían que Felipe Gutiérrez le quitara el cargo que ya tenía, y que, por evitarlo, perderían todos las vidas. Queriendo Felipe Gutiérrez llevar su intención adelante, le avisaron algunos de que Mendoza tenía un grupo que le apoyaba, y le aconsejaron que no diera lugar a que hubiese muertes. De manera que, actuando intermediarios entre ellos, se hicieron amigos, permaneciendo Francisco de Mendoza en su cargo. Mas, aunque esto fue así, no se quitó la sospecha que el uno del otro tenían”.
     Cuenta Cieza que Felipe Gutiérrez se obsesionó de nuevo con la idea de hacer valer sus derechos frente a Francisco de Mendoza, y, una vez más, todo se redujo a un amagar y no pegar, pero dejando en el aire la posibilidad de un problemático futuro. El cronista aplaza el final del conflicto, y empieza a explicarnos algo que ocurrió cuando Pizarro fue asesinado. Vimos que, ya anteriormente, dispuso el Rey enviar a Vaca de Castro para poner orden en aquel desquiciado ambiente. Poco después de desembarcar Vaca de Castro en las Indias, se enteró del crimen cometido, lo que dio origen a que, enterado el Rey, acelerara una medida más contundente: el nombramiento de un virrey y la creación de la Audiencia Real de Perú.
     Cieza se va a extender mucho sobre esta cuestión. Así comienza: “Al saberlo el emperador Don Carlos, se tuvo por deservido, puesto que, acordándose de los grandes servicios que le había hecho el Marqués, habría querido que en su senectud tuviera algún descanso e no muriera de muerte tan envilecida, aunque también se había sentido deservido por la que le dio su hermano Hernando Pizarro al Adelantado Don Diego de Almagro dos años antes (se resiste siempre Cieza a citarle como Gobernador, que lo era, y, asimismo, a considerar a Francisco Pizarro implicado en la muerte de Almagro). Y así, tras  hablar con los de su Consejo y mirando que aquellos reinos están tan alejados de las Españas, determinó enviar varones doctos para que, con título de Oidores, formasen Audiencia y estableciesen la Cancillería Real, para que en ella se viesen las causas, y en todo hubiese la rectitud que convenía en tierra tan libre, que todos estaban dispuestos a cometer maldades”.
    
     (Imagen) Ocurrieron dos cosas fatales para la expedición: la muerte de Diego de Rojas y su grave error al nombrar previamente a un sucesor. Sus razones tendría, pero, visto desde fuera, todo apunta a que le cegó el afecto personal. El elegido fue FRANCISCO DE MENDOZA, a quien Diego, según Cieza, “quería como a un hijo”. En muchos aspectos fue un superdotado, pero también un hombre joven cegado por la ambición. No solo fue injusto desplazar a Felipe Gutiérrez, que tenía todos los derechos, sino que Mendoza llegó al extremo de apresarlo y expulsarlo de la zona. Lo que no impide que se le deba reconocer un temple heroico y un impulso de conquista fuera de lo común, aunque de nada le sirvió, puesto que, tras una larga aventura de padecimientos extremos, fue asesinado por uno de sus hombres. Tampoco es justo que haya pasado al club de los heroicos olvidados. Ni siquiera del poblado que fundó, dándole el nombre de su lugar de origen, Medellín, ha quedado rastro. Avanzó tanto con sus hombres hacia el Sur, por tierras desconocidas para los españoles, que alcanzaron la zona en la que el navegante Caboto, tras llegar por vía fluvial desde el Atlántico, había establecido la fortaleza de Sancti Spiritus en 1527, junto a la actual ciudad argentina de Rosario (ver imagen). El correoso Mendoza quiso seguir hasta Asunción, pero sus soldados se opusieron. Hubo disputas en la atormentada tropa. En un duelo, el superviviente fue un tal Francisco de la Cueva, y Mendoza ordenó matarlo. No tuvo piedad ante sus súplicas, y el condenado le dijo que le esperaba en el otro mundo. Se cumplió como una maldición. Un soldado resentido, Diego Álvarez de Almendral, porque no le concedió algo que creía merecer, mató a puñaladas al incansable y temerario FRANCISCO DE MENDOZA mientras dormía. Tomó  el mando Nicolás de Heredia, y volvió con todos los soldados a Perú, tras dos años largos de expedición. El horror ya había sido suficiente.



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