(559) La muerte de Diego de Rojas dará origen a una catástrofe en la
expedición, aunque, de momento, no pasó de preocupante incidente. El capitán
Felipe Gutiérrez y sus hombres andaban por otra zona, y habían quedado claras
dos cosas, que los indios empleaban hierbas venenosas y que esa fue la única causa
de la muerte de Diego de Rojas. Y entonces ocurrió lo que era más que previsible.
Felipe Gutiérrez tenía un historial demasiado importante para conformarse con lo que había aceptado
fingidamente. No iba a renunciar a sus derechos: “Se quejaba diciendo que no se
debía consentir, ni él pasaría por ello, que Francisco de Mendoza tuviese el
cargo que traía Diego de Rojas, e así comenzó a haber entre ellos enemistad.
Mendoza, sabiendo que no se podría escapar de aquello, con los bienes de Diego
de Rojas había conseguido amigos que le decían que no permitirían que Felipe
Gutiérrez le quitara el cargo que ya tenía, y que, por evitarlo, perderían
todos las vidas. Queriendo Felipe Gutiérrez llevar su intención adelante, le
avisaron algunos de que Mendoza tenía un grupo que le apoyaba, y le aconsejaron
que no diera lugar a que hubiese muertes. De manera que, actuando
intermediarios entre ellos, se hicieron amigos, permaneciendo Francisco de
Mendoza en su cargo. Mas, aunque esto fue así, no se quitó la sospecha que el
uno del otro tenían”.
Cuenta Cieza que Felipe Gutiérrez se obsesionó de nuevo con la idea de
hacer valer sus derechos frente a Francisco de Mendoza, y, una vez más, todo se
redujo a un amagar y no pegar, pero dejando en el aire la posibilidad de un
problemático futuro. El cronista aplaza el final del conflicto, y empieza a
explicarnos algo que ocurrió cuando Pizarro fue asesinado. Vimos que, ya anteriormente,
dispuso el Rey enviar a Vaca de Castro para poner orden en aquel desquiciado
ambiente. Poco después de desembarcar Vaca de Castro en las Indias, se enteró
del crimen cometido, lo que dio origen a que, enterado el Rey, acelerara una
medida más contundente: el nombramiento de un virrey y la creación de la
Audiencia Real de Perú.
Cieza se va a extender mucho sobre esta cuestión. Así comienza: “Al
saberlo el emperador Don Carlos, se tuvo por deservido, puesto que, acordándose
de los grandes servicios que le había hecho el Marqués, habría querido que en
su senectud tuviera algún descanso e no muriera de muerte tan envilecida,
aunque también se había sentido deservido por la que le dio su hermano Hernando
Pizarro al Adelantado Don Diego de Almagro dos años antes (se resiste
siempre Cieza a citarle como Gobernador, que lo era, y, asimismo, a considerar
a Francisco Pizarro implicado en la muerte de Almagro). Y así, tras hablar con los de su Consejo y mirando que
aquellos reinos están tan alejados de las Españas, determinó enviar varones
doctos para que, con título de Oidores, formasen Audiencia y estableciesen la
Cancillería Real, para que en ella se viesen las causas, y en todo hubiese la
rectitud que convenía en tierra tan libre, que todos estaban dispuestos a
cometer maldades”.
(Imagen) Ocurrieron
dos cosas fatales para la expedición: la muerte de Diego de Rojas y su grave
error al nombrar previamente a un sucesor. Sus razones tendría, pero, visto
desde fuera, todo apunta a que le cegó el afecto personal. El elegido fue
FRANCISCO DE MENDOZA, a quien Diego, según Cieza, “quería como a un hijo”. En
muchos aspectos fue un superdotado, pero también un hombre joven cegado por la
ambición. No solo fue injusto desplazar a Felipe Gutiérrez, que tenía todos los
derechos, sino que Mendoza llegó al extremo de apresarlo y expulsarlo de la
zona. Lo que no impide que se le deba reconocer un temple heroico y un impulso
de conquista fuera de lo común, aunque de nada le sirvió, puesto que, tras una
larga aventura de padecimientos extremos, fue asesinado por uno de sus hombres.
Tampoco es justo que haya pasado al club de los heroicos olvidados. Ni siquiera
del poblado que fundó, dándole el nombre de su lugar de origen, Medellín, ha
quedado rastro. Avanzó tanto con sus hombres hacia el Sur, por tierras
desconocidas para los españoles, que alcanzaron la zona en la que el navegante
Caboto, tras llegar por vía fluvial desde el Atlántico, había establecido la
fortaleza de Sancti Spiritus en 1527, junto a la actual ciudad argentina de
Rosario (ver imagen). El correoso Mendoza quiso seguir hasta Asunción, pero sus soldados se opusieron. Hubo disputas en la atormentada tropa. En un duelo, el
superviviente fue un tal Francisco de la Cueva, y Mendoza ordenó matarlo. No
tuvo piedad ante sus súplicas, y el condenado le dijo que le esperaba en el
otro mundo. Se cumplió como una maldición. Un soldado resentido, Diego Álvarez
de Almendral, porque no le concedió algo que creía merecer, mató a puñaladas al
incansable y temerario FRANCISCO DE MENDOZA mientras dormía. Tomó el mando Nicolás de Heredia, y volvió con todos
los soldados a Perú, tras dos años largos de expedición. El horror ya había
sido suficiente.
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