sábado, 30 de noviembre de 2019

(Día 968) Diego de Rojas fue alcanzado por una flecha envenenada que le produjo la muerte. Manifestó su expresa voluntad de que asumiera el mando Francisco de Mendoza.


     (558) Nos dice Cieza que los indios, aunque muy castigados, volvieron a atacar a las tropas de Diego de Rojas y Felipe Gutiérrez: “Aunque murieron más de doscientos e fueron heridos otros tantos, avisaron a sus comarcanos de cuán pocos eran los españoles, y les pidieron que se juntasen, porque sería cosa fácil matarles a ellos e a sus caballos, e que untasen las puntas de las flechas con la hierba tan venenosa que tienen. Y, como todos deseaban ver fuera de sus provincias a los españoles, se juntaron los más que pudieron e fueron adonde los españoles estaban aposentados”.
     Se trabó la batalla, y Cieza nos da otra lección de providencialismo, y hasta de geógrafo: “Como Dios Nuestro Señor quiere que estas tierras tan ignotas y apartadas se descubran y sea conocida por todos sus naturales la Cruz, estandarte glorioso suyo, guarda casi milagrosamente a los cristianos, e les ha dado esfuerzo para que hayan llegado hasta lo final de la tierra, pues falta poco para ver el sol donde, hecho su curso, da vuelta a la tierra. E así, aunque estos indios venían armados con sus flechas, y en ellas puesta la hierba que decimos, Dios guardó a sus cristianos, pues, de no tener gran ayuda, no era menester más que una rociada para que todos muriesen”.
     Aunque cesó la batalla, los indios recuperaron su empeño. Y, esta vez, la divina protección no les alcanzó a todos los españoles: “No haciendo sentimiento alguno por los que habían muerto, los nativos pelearon otros dos días bravamente. Yendo alanceando Diego de Rojas, haciendo lo que debía un tan famoso capitán como él era, fue herido de un flechazo en la pierna. Cuando se retiraron, Diego de Rojas no sintió la herida por ser tan pequeña. Y, como la hierba era de tanta ponzoña, comenzó a obrar, e Diego de Rojas sintiose malo. Yendo entre ellos una mujer que servía a Felipe Gutiérrez, fue allá para curarle. Dándole a comer ciertas cosas, le agravó el mal, e unos criados suyos le hicieron saber a Diego de Rojas que le había dado hierbas por mandato de Felipe Gutiérrez, y, creyendo ser verdad, bebió gran cantidad de aceite”.
     Todo se complicó: “El capitán Felipe Gutiérrez, siendo avisado de la sospecha que de él había, mostró su inocencia diciéndoles a Diego de Rojas y a todos que no creyesen que él tuvo pensamiento tan malo, y que a ninguno le pesaba tanto la muerte de su compañero como a él. Al llegar la ponzoña cerca del corazón, Diego de Rojas, viéndose tan vecino de la muerte, rogó a Felipe Gutiérrez que, pues veía claramente su muerte, ocupase su puesto Francisco de Mendoza, a quien él amaba en tanto grado que le tenía por hijo. Felipe Gutiérrez  le respondió que, a pesar de que aquello no se podía hacer porque el poder que tenían de Vaca de Castro decía que, después de su muerte, quedase el cargo en los dos, por complacerle, lo haría con gusto”.
     Aunque Cieza va a exculpar a Gutiérrez, se podría pensar que Diego de Rojas quiso dejarle el mando a Mendoza por tener alguna sospecha: “Pasado esto, con grandes bascas que hizo el capitán Diego de Rojas, murió. Era natural de la ciudad de Burgos. Fue hombre esforzado, liberal, amigo de siempre hacer bien, en la guerra jamás quería ser reservado, y en todos tiempos velaba como cualquier soldado. Créese que, si hubiera vivido, se habrían descubierto enteramente aquellas tierras. Su muerte fue la ponzoña de la hierba, para la cual se halló remedio después en otra hierba”.


     (Imagen) Entre los hombres que, con Peransúrez, se pusieron al servicio de Vaca de Castro, estaba HERNANDO DE ALDANA. Era hermano del gran Lorenzo de Aldana, aunque a veces se le considera primo porque él nació en Valencia de Alcántara (Cáceres) y Lorenzo en la ciudad de Cáceres. Pertenecían a una familia de relieve, lo que le sirvió para llegar a Perú  en 1529 recomendado a Pizarro por la Reina. Se suele decir que Hernado vino al mundo en 1481. Pero, aunque ciertamente era mayor que Lorenzo, parece absurdo el dato, ya que iban seguidos y Lorenzo nació en 1508. Recordemos, además, que ya le dediqué una imagen a Hernando contando que el año 1532 hizo una proeza excepcional, propia de un hombre joven, al presentarse solo y voluntariamente ante Atahualpa para convencerlo (había aprendido quechua) de que se diera prisa en visitar a Pizarro. El gran Inca se encaprichó de su espada, y Hernando no permitió que se la quitara. De no haber frenado Atahualpa a sus propios hombres, le habrían masacrado a Hernando, quien salió de allí a galope tendido. Tres años después, Hernando volvió a España. Consciente de que su intervención fue decisiva porque  luego Atahualpa se presentó ante Pizarro, y fue apresado tras la  airada reacción que tuvo frente a Fray Vicente de Valverde, consiguió, como se ve en la imagen, que la Reina diera la orden de que se tomase declaración al clérigo sobre “el hecho de que Hernando de Aldana fuera él solo la principal causa de que se prendiese a Atahualpa”. En las guerras civiles, siempre se mantuvo fiel a la Corona. Tuvo la mala fortuna de que, estando de paso en el Cuzco, llegó el salvaje capitán de Gonzalo Pizarro Francisco de Carvajal, quien odiaba especialmente a los Aldana, y lo apresó de inmediato. Como era su costumbre, sin procedimiento legal alguno, lo ahorcó. El sin duda valiente HERNANDO DE ALDANA le suplicó que razonara, pero de nada le sirvió.



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