miércoles, 6 de noviembre de 2019

(Día 947) Empezó a haber muertos en la batalla, entre ellos, Holguín y Tordoya. Almagro mató a Pedro de Candía por desconfiar de él. Diego de Agüero abandonó la guardia personal de Vaca de Castro y se metió de lleno en la lucha.


     (537) Cieza nos cuenta cómo fue la muerte del primer capitán que cayó en la batalla de Chupas, aunque su versión resulta más escueta que la que nos dio el cronista Inca Garcilaso: “El Maese de Campo Perálvarez Holguín, arremetió su caballo contra los enemigos queriendo hacerles entender que los tenía en poco. Como fue reconocido por la divisa que llevaba, los arcabuceros le acertaron con dos pelotas, de manera que cayó en el suelo con la basca (estertor) de la muerte, y, sin hablar palabra, solo hizo señal a los suyos de que arremetiesen a los enemigos. También fue herido Gómez de Tordoya, e tan mal, que a los pocos días murió”. Es evidente que el número de bajas de los españoles resultaba mucho más elevado que cuando luchaban contra los indios. Las guerras civiles eran una carnicería. Vemos perder la vida asimismo al bravo capitán Gómez de Tordoya, cuyo hijo también fue víctima de estos conflictos, puesto que, como ya sabemos, era paje de Francisco Pizarro y murió junto a él enfrentándose a sus asesinos.
     Fue entonces cuando se le iba a complicar la vida a Pedro de Candía. El Capitán Salcedo le mandó que cambiara de sitio la artillería, pero era un error: “Al  saberlo el Sargento Mayor Suárez, a grandes voces le dijo que no se mudase, porque se perderían si allí no estaba, mas no aprovechó su dicho, e Pedro de Candía la puso donde Salcedo le mandó. Los enemigos llegaron hasta ellos, y, aunque los almagristas dispararon muchos tiros de artillería, no acertó más que uno, pero hizo harto daño, pues algunas cabezas destroncó de los cuerpos, y quebró a otros brazos e piernas; los demás tiros, o fueron altos, según dicen, o por estar la artillería en ruin sitio no acertaron”.
     Cieza da algunos detalles de los destrozos que sufrían los soldados, con mutilaciones horrorosas,  y dice que contarlo todo “sería nunca acabar”. Al parecer, en medio de la refriega, Vaca de Castro seguía aparte protegido por una amplia y poderosa guardia personal: “A un García de Melo le fue llevado un brazo, e, saliendo de la batalla, fue adonde estaba Vaca de Castro, y le dijo que por qué no ayudaba a los suyos. Oyéndolo el Capitán Diego de Agüero, animosamente salió de allí, y se enfrentó a los enemigos. Otra pelota pasó por la boca de Alonso de Loaysa (Cieza lo llama Antonio), y, llevándole muchas de las muelas, le hizo perder el primer ser”. Lo dice en el sentido de que quedó desfigurado. Ya vimos hace tiempo que Loaysa perdió la parte baja de la mandíbula, pero no murió en la batalla, ya que participó años después en la lucha contra el rebelde Francisco Hernández Girón.
     Y le llegó la hora a Pedro de Candía: “No disparó más tiros. Andando peleando el mozo Don Diego, fue avisado de que había habido traición en la artillería, e dicen que fue adonde Pedro de Candía y que le dijo: ‘¡Traidor!, ¿por qué me has vendido?’, y que, dándole de lanzadas, le mató. Otros dicen que, ciertamente, Candía fue receloso con Don Diego, y que no fue leal en el uso de la artillería, pero que ciertos soldados de Vaca de Castro arremetieron contra él y le mataron”. Según la versión general de los cronistas, lo mató personalmente Diego de Almagro el Mozo.
   
     (Imagen ) Hace tiempo nos dijo Cieza que llegó a Arequipa una sola nave de la expedición financiada por el obispo GUTIERRE DE VARGAS CARVAJAL. Le dediqué a él una imagen, y más tarde, otra a HERNÁN MEJÍA DE MIRAVAL, quien, años después, convencido de que muchos de los que naufragaron se habían asentado en fabulosas y ricas tierras chilenas, quería ir a encontrarlos. Todo apunta a que había surgido un mito sobre aquellos perdidos lugares, porque se extendieron muchos rumores que parecían confirmarlo, pero ni Mejía hizo el viaje, ni jamás se pudieron comprobar. Entre los pocos supervivientes que iban en la nave casi desvencijada que llegó a Arequipa, se encontraba ALONSO DE CAMARGO. Por un registro de embarque (el de la imagen), sabemos que era de Trujillo y que, en 1536 había hecho ya un viaje a las Indias (con destino a Santa Marta). Como era habitual, se hacía constar que algún testigo aseguraba “que no era de los prohibidos (judío o musulmán)”. Cieza nos contó que Perálvarez Holguín fue a Arequipa y quiso ganarse para la causa pizarrista a los supervivientes. El cronista no dijo nada más, y cambió de tema. ¿Qué fue de ALONSO DE CAMARGO? Se diría que el Destino lo tenía acorralado. Después de su horrenda odisea marítima, llegó al puerto peruano cuando las guerras civiles estaban en ebullición. Se unió a las tropas pizarristas de Holguín. Tuvo, como excepción, una gran alegría triunfando en la guerra de Chupas contra Diego de Almagro el Mozo. Pero, si la expedición financiada por el obispo Gutierre de Vargas Carvajal fue un calvario que casi acabó con él, le iba a dar la puntilla el año 1546 otro con el mismo apellido: FRANCISCO DE CARVAJAL, aquel Demonio de los Andes que no solo mataba sin piedad y hasta haciendo bromas, sino que, además, lo practicó durante una larga vida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario