lunes, 4 de noviembre de 2019

(Día 945) "Alea jacta est": llegada la mañana, ambas tropas, la del representante del Rey, Cristóbal Vaca de Castro, y la de Diego de Almagro el Mozo, se organizaron para empezar la batalla de Chupas.


     (535) Los partidarios de Vaca de Castro estaban aposentados ya en el valle de Chupas, pero, intranquilo por las andanzas de los almagristas, envió a unos soldados para observarlos. Subieron a un alto y pudieron ver el campamento de Diego de Almagro. Dieron la vuelta rápidamente para advertir que era urgente actuar: “Vaca de Castro mandó al Capitán Pedro de Castro que fuera con cien arcabuceros a lo alto de la sierra y procurase ganarla antes de que los enemigos la ocupasen. El Capitán Castro partió pronto para hacerlo, siguiéndole en retaguardia el Capitán Peransúrez con lanceros de su compañía”.
     La rápida reacción de Vaca de Castro fue providencial porque pronto se acercaron al alto de la sierra unos exploradores de Almagro, “los cuales, al ver que sus enemigos ya eran señores del alto, como lo mostraban sus banderas, se volvieron a su campo”. Entretanto, Vaca de Castro hablaba con sus capitanes y con su Sargento Mayor, Francisco de Carvajal (lo que revela la importancia de su cargo) sobre la conveniencia de atacar ya o esperar a que tomaran la iniciativa los almagristas. Quizá sea el momento de anticipar que el anciano, superveterano (incluso de las guerras europeas), hábil estratega y cruel Francisco de Carvajal tendrá tres años después el máximo mando militar en la rebelión de Gonzalo Pizarro.
     Entre las opiniones de atacar o esperar, se impuso la primera, sobre todo por el peso del criterio del Capitán Alonso de Alvarado, que sabía muy bien cómo oscilaba en las batallas el coraje de los soldados: “Le dijo a Vaca de Castro que se diese la batalla el día siguiente, porque la gente estaba con grandes ganas, y el ímpetu primero es constante y de gran esfuerzo, porque la sangre caliente hierve por todo el cuerpo, y, si se enfría este furor vigoroso, los ánimos se encogen y se muestran más temerosos que valientes. Dichas estas cosas, Vaca de Castro se determinó a dar la batalla, y animó a la gente con muchas exhortaciones”.
      En los dos bandos se intensificó la inquietud. Es fácil imaginar la tortura de una noche de espera sabiendo que quizá el amanecer les trajera el último día de sus existencias. Estaban, además, seguros de que les esperaba una batalla feroz, porque eran expertos y bravos veteranos. Todos se conocían, y, entre ellos, habría viejos amigos del alma, incluso hermanos o parientes próximos, ahora dispuestos a matarse. Unos y otros rezaban al mismo Dios y alardeaban de estar al servicio de Su Majestad, aferrados a que su causa era la justa.
     Llegada la mañana, se prepararon para luchar. Cieza nos da detalles de su estrategia para el ataque. Nos habla primeramente de los almagristas: “Salieron con gran ardor, levantando sus clamores al cielo y con deseo de satisfacer el rencor que tenían contra sus enemigos”. Da el nombre de los capitanes (que ya conocemos) y dice de Marticote que era un valentísimo capitán. Explica el orden de ataque. Tenían dos escuadrones de caballería y la infantería estaba detrás.

     (Imagen) HERNÁN NÚÑEZ DE SEGURA, uno de los testigos del asesinato de Pizarro, fue siempre pizarrista, pero cambió de bando poco después de que Gonzalo Pizarro se rebelara contra el Rey. Nos va a servir de ejemplo para entender algo que resultaba extraño. Algunos implicados en graves responsabilidades, gozaban luego de una especie de amnistía si abandonaban el campo de los rebeldes. Es el caso de Hernán Núñez de Segura. Figuraba su nombre en la lista de los acusados por el asesinato del Virrey Núñez Vela. Pero, cuando Hernán solicitó, entre otras cosas, un escudo familiar de armas (el de la imagen), presentó sus méritos y dejó al margen esa mancha. El gran Pedro de la Gasca (con razón llamado El Pacificador) dio por buena, tal cual, la lista de méritos presentada. En ella vemos su trayectoria: Tras ser asesinado Pizarro, se puso de inmediato a las órdenes del gobernador Vaca de Castro. Participó bajo su mando en la batalla de Chupas, en la que fue derrotado y ejecutado Diego de Almagro el Mozo. Se salta luego su intervención, a las órdenes de Gonzalo Pizarro, en la batalla de Iñaquito, donde derrotaron y mataron a Núñez Vela. Fue entonces  cuando el Capitán Diego Centeno lo convenció (quizá horrorizado por lo ocurrido) para que abandonara a Gonzalo Pizarro y militara en el bando del Rey, pero los derrotó el terrible Francisco de Carvajal, Maestre de Campo de Gonzalo Pizarro. Tras andar huyendo catorce meses, fueron derrotados nuevamente en Huarina, donde Hernán recibió tres heridas. Después se incorporaron a las tropas de Pedro de la Gasca, y acabaron en Jaquijaguana con la rebeldía y la vida de Gonzalo Pizarro. Hay constancia de que HERNÁN NÚÑEZ DE SEGURA seguía vivo el año 1569 en la Ciudad de la Plata.



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